Hace cuatro meses, España miraba con admiración e impaciencia a Reino Unido e Israel. La vacuna empezaba a hacerse notar en sus fallecidos, hospitales y curvas de contagios, mientras que el resto de Europa se recuperaba lentamente de una tercera ola dramática. Hoy, los beneficios son tangibles también sobre nuestros indicadores epidemiológicos y cada vez de forma más consolidada. El gráfico interactivo anterior lo muestra claramente en el caso de los mayores de 80 años, ya que son los únicos con una cobertura cercana al 100%.
Este colectivo sufrió el 60% de las muertes de la pandemia, por lo que protegerlos era la principal prioridad del plan de vacunación. A finales de marzo, un mes después de haber empezado con todos los mayores de 80 y no solo los internos en residencias, los casos y las muertes ya habían caído de forma sensacional: los contagios representaban un 9,1% respecto al pico de la tercera ola y las muertes, un 12%. Ahora mismo, ambos han caído hasta un 3% y un 2,2%, respectivamente.
“Para mí, la baja incidencia en personas mayores es el indicador más optimista”, explica Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). “Lo que cada vez está más claro es que, si bien la vacuna no libra a todo el mundo de poderse infectar, sí que protege de enfermar gravemente y de necesitar una hospitalización”, añade José Antonio Forcada, secretario general de la Asociación Española de Enfermería y Vacunas (AEV). Este último indicador, el de los ingresos, ha descendido al mismo nivel que el de los fallecimientos y los contagios: ahora, los mayores de 80 años hospitalizados son un 2,2% de los que había en la peor semana de enero y pico de la tercera ola.
Por fuerza, porcentualmente los casos, los ingresos y las muertes se han dividido entre los demás grupos de edad que aún no están inmunizados. Pero la tendencia es a la baja en todos, como se observa en el gráfico de apertura. Por eso, los casos entre las personas de 0 a 49 años representan un 15,3% respecto al pico de la ola anterior; los ingresos, un 28,1%; y las muertes, un 18,1%. “Escucharemos a gente culpar a los botellones de esto, pero no: es un claro efecto de la vacunación”, advierte Gullón.
Hubo un momento en el que se temió que la caída de las restricciones por el fin del estado de alarma pudiese repercutir en un aumento de la incidencia. Pero no ha sido así, sino que además ha bajado hasta los 125 casos por 100.000 habitantes, un número que no se veía desde agosto pasado. “La vacunación nos va enseñando cosas día a día. La buena noticia sobre la bajada de las infecciones es que los mayores no le transmitirán el virus a la gente de su edad, pero tampoco a los más jóvenes. Los datos son mejores de lo que esperábamos”, admite Forcada, de Enfermería y Vacunas.
Lo que está probado es que la vacuna reduce la gravedad de la enfermedad, pero todavía no se sabe a ciencia cierta si evita totalmente las infecciones y contagios. Según los datos parece que los sueros contra la COVID-19 confieren cierto grado de protección, pero puede haber gente que se contagie de forma asintomática. Esto, unido al esfuerzo mínimo actual de rastreo, haría que se escapasen algunos casos leves y que los datos pudieran estar ligeramente sesgados.
Los expertos llaman en cualquier caso a la cautela: “La inmunidad de grupo es muy teórica y nos va a costar alcanzarla”, recuerda el vacunólogo. “No podemos relajarnos de más porque, hasta que la tasa de incidencia no baje de 25 casos, no tendremos una convivencia tranquila este verano y seguiremos registrando muertes, hospitalizaciones e ingresos en UCI”, advierte. Estas últimas aún se encuentran por encima de su capacidad máxima en Madrid, La Rioja y Euskadi. Eso, contando con las ampliaciones artificiales que se han hecho durante este año y medio y que muchas veces no se corresponden con camas de cuidados intensivos en condiciones.
Por todo ello, los expertos solicitan mantener el ritmo de vacunación, incluso aunque las vacaciones puedan interponerse. Actualmente, muchas comunidades han empezado a citar a menores de 50 y hay veinteañeros que han conseguido “autocita” para julio. A este ritmo, aunque no sea suficiente para algunos, España puede alcanzar el ansiado 70% de inmunidad de rebaño a finales de agosto. Pero, de momento, solo el 40% tiene al menos una dosis y el 19% la pauta completa.
Con todos los mayores de 60 inmunizados, los siguientes en experimentar el efecto de la vacunación son los de 50-59. Más de la mitad de la población de este bloque ha recibido al menos una inyección, y con ello los casos han bajado casi 10 puntos, como se puede observar en el siguiente gráfico.
El pico corresponde al aumento de contagios que se registró en abril y que afectó a la franja de 50-59 y a la de 60-69 que aún no estaban vacunadas. También a la de los más jóvenes. Pero la tendencia cambia según el porcentaje de inmunización crece. Ahora mismo, con la protección del 50% de las personas entre 50-59 años, los casos han caído hasta el 8% y hasta el 4% en el caso de los sexagenarios.
Según se sumen líneas de colores al gráfico, correspondiente a los diferentes tramos de edad, la curva es probable que se repita. Y, aunque no lo hiciese y se diese un repunte de casos, como dicen los expertos, su efecto en fallecimientos e ingresos no sería tan grave como en las olas anteriores. “Ahora es muy importante captar a la gente joven, que tiene muchas ganas de salir, pero también son los que más se mueven y los que más transmiten los contagios”, señala José Antonio Forcada. “La gente joven también enferma, pero solo nos queda un último esfuerzo para reproducir estos buenos patrones en quienes aún faltan por vacunar”, concluye.