Hace unas semanas, desde el hospital, el Papa Francisco 'expulsaba' a Marko Rupnik de la Compañía de Jesús. El artista esloveno, uno de los grandes maestros del mosaico católico mundial, había sido acusado por decenas de religiosas de la Comunidad Loyola de Ljubljana, que fundó en los noventa junto a la hermana Ivanka Hosta. Una muestra, o eso parecía, de que la 'tolerancia cero' del Vaticano respecto a los abusadores era una realidad, caiga quien caiga. Aunque el implicado sea un miembro de la misma congregación que el Pontífice.
Sin embargo, esta semana dos noticias han caído como un jarro de agua fría a las víctimas de Rupnik, cuyo proceso continúa abierto en la Santa Sede, y que podría concluir (o no) con la expulsión del sacerdocio. En primer lugar, la visita privada –que posteriormente se hizo pública– de María Campatelli, exmonja de la Comunidad Loyola y una de las grandes defensoras de Rupnik, al Papa Francisco. Campatelli, tras la salida de Rupnik, es la actual presidenta del Centro Aletti, la comunidad religioso-artística fundada por el ya exjesuita, y que estaba bajo investigación por parte del Vicariato de Roma (la diócesis de la que es obispo el Papa).
En segundo lugar, el dictamen de dicho Vicariato, presidido por el cardenal Angelo Donatis, que viene a “absolver” la labor realizada por el Centro Aletti, y siembra dudas sobre uno de los episodios más oscuros de la trama: la excomunión fake que se impuso a Rupnik y que fue derogada, sin explicación alguna, en apenas un mes. Y es que la diócesis de Roma concluye que “en el Centro Aletti hay una vida comunitaria saludable sin problemas críticos particulares”. El comunicado, que no cita a las víctimas que han denunciado al artista esloveno ni incluye la palabra abusos, declara válidos los estatutos fundacionales del centro, escritos por el propio Rupnik.
No se queda ahí el dictamen, sino que va más allá y censura los “procedimientos gravemente anómalos” que llevaron a la petición de excomunión, posteriormente retirada, contra Rupnik, sin pronunciarse sobre la veracidad o no de dichos abusos, pero exonerando a la comunidad donde, durante años, se protegió al artista. La resolución del Vicariato de Roma ha causado perplejidad entre la Compañía de Jesús, que ya había dado credibilidad a las acusaciones contra Rupnik, y que mantiene su expulsión, y entre las víctimas del esloveno que, lejos de callar, han alzado la voz con dureza.
Así, a través de una carta abierta firmada por cinco prestigiosas teólogas y filósofas –Fabrizia Raguso, Mira Stare, Gloria Branciani, Vida Bernard y Mirjam Kovac– dirigida al Papa, al vicario de Roma, Angelo Donatis, al presidente de los obispos italianos, Matteo Zupp,; y al cardenal Braz de Aviz, responsable de la vida consagrada en el Vaticano, las mujeres concluyen que “a la Iglesia no le importan nada las víctimas y los que buscan justicia”.
“La 'tolerancia cero con los abusos en la Iglesia' no era más que una campaña publicitaria, a la que, en cambio, solo seguían acciones a menudo encubiertas, que en cambio apoyaban y encubrían a los abusadores”. Con crudeza, las cinco firmantes sostienen que, frente al grito del Papa en Lisboa, 'Todos, todos son bienvenidos en la Iglesia', se constata que “al final no hay lugar en esta iglesia para quienes recuerdan verdades incómodas”.
“No tenemos otras palabras, porque todo el sufrimiento de las víctimas ha sido expuesto como una herida abierta, y reconocidamente repugnante....”, continúa el texto, que denuncia que “se ha censurado a las víctimas no por ser discretas, sino por exponer algo repugnante: su dolor, la manipulación de quienes las burlaron en nombre de Cristo, del amor espiritual, de la Trinidad”.
Las víctimas “expusieron su dolor porque la manipulación y el abuso hirieron para siempre su dignidad”, pero “lo único que han recibido y siguen recibiendo es silencio”. Las víctimas de Ivanka Hosta “que durante treinta años encubrió los nefastos actos de Rupnik, y esclavizó espiritualmente a quienes se oponían a sus designios de venganza”, llevan “más de un año esperando una respuesta definitiva, clara, maternal. Pero sólo han recibido silencio”. Y con el informe que “exonera de toda responsabilidad” al Centro Aletti, “Rupnik ridiculiza el dolor de las víctimas, pero también el de toda la Iglesia, herida de muerte por tan ostentosa arrogancia”.
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