El expresidente de EEUU Donald Trump ya no está, pero su sombra sigue siendo muy alargada, al menos en el interior de las instituciones norteamericanas. Una de ellas es la Iglesia católica de los Estados Unidos, profundamente dividida entre conservadores y moderados, y “descolocada” ante la elección del segundo presidente católico del país, según confirman a elDiario.es expertos en la política eclesiástica norteamericana. “Da la impresión de que prefieren a un presidente evangélico que a un católico, porque así no tienen que enfrentarse a temas polémicos. Si Trump hubiese sido católico, ¿le habrían excomulgado por llamar al odio o por su política migratoria?”.
En un momento, además, en que el presidente Biden y el papa Francisco trabajan juntos para hallar una solución global de la pandemia de COVID-19 y han roto con cuatro años de bloqueo e incomprensiones mutuas entre EEUU y el Vaticano (las relaciones entre Bergoglio y Trump eran inexistentes, y el líder republicano llegó a financiar los experimentos ultraconservadores de su su antiguo asesor, Steve Bannon, apoyado por los principales enemigos de Francisco en el interior de la Curia), los obispos USA se han desmarcado con una polémica amenaza: negar la comunión al presidente de su país por su apoyo al aborto. Y, en un gesto inédito (y que, sin duda, marcará un antes y un después en las presiones a políticos católicos respecto a la defensa de la vida), la Santa Sede se lo ha impedido.
Buena parte del sector ultraconservador del episcopado estadounidense había anunciado la presentación de una propuesta para negar la comunión a aquellos políticos que, declarándose católicos, promulgaran leyes en contra de la vida humana. Y no soportan ver a un presidente de Estados Unidos acudiendo a misa cada domingo y comulgando. Por ello, elevaron, a través de su presidente, José Gómez, arzobispo de Los Ángeles, un escrito a la Congregación para la Doctrina de la Fe, argumentando las razones para –sin citar a Biden– negar la comunión de los políticos abortistas Estaban seguros de que el Vaticano, cuya doctrina sobre la interrupción del embarazo no ha cambiado un ápice desde hace siglos, daría el placet. Y aquí vino la sorpresa.
Según adelantó en exclusiva la revista America (órgano de los jesuitas en Estados Unidos), el prefecto de esa cuasi todopoderosa congregación, el español Luis Ladaria, el mismo que hace un mes ha suscrito un polémico documento prohibiendo la bendición de parejas homosexuales por ser “pecado”, advertía a los obispos USA de los riesgos de cerrar el paso a la comunión de Biden. Con un curioso argumento, que afecta a todos los grupos ultracatólicos y tradicionalistas del mundo, incluidos los españoles, y que también podría aplicarse para las bendiciones gay. “Sería engañoso si [diera] la impresión de que el aborto y la eutanasia constituyen por sí solos los únicos asuntos graves de la doctrina social católica que exigen el máximo nivel de responsabilidad por parte de los católicos”.
Al mismo tiempo, el Vaticano recordaba al episcopado norteamericano que, antes de redactar un documento de este tipo, habría de hacerse “todo lo posible para dialogar con otras conferencias episcopales al formular esta posición, con el fin de aprender unos de otros y preservar la unidad de la Iglesia universal”. O dicho de otro modo: si apruebas la excomunión para Biden, también lo estarías haciendo con la práctica totalidad de los políticos católicos del mundo (a excepción, quizá, de Polonia o Hungría). Algo que, en nuestro país, ya han perseguido, sin éxito, grupúsculos ultra como HazteOir, con el apoyo de obispos de la derecha más extrema, como Reig Pla (Alcalá), Munilla (San Sebastián), Sanz (Oviedo) o Demetrio Fernández (Córdoba). La misma Conferencia Episcopal, en tiempos de su expresidente Antonio María Rouco Varela, estuvo a punto de aprobar un documento final, que finalmente se quedó en “recomendaciones” a los políticos católicos.
Y es que, prosigue la nota de Doctrina de la Fe, un posicionamiento tan extremo “podría tener el efecto contrario, y convertirse en una fuente de discordia en lugar de unidad dentro del episcopado y de la Iglesia en general en los Estados Unidos”. Por ello, el Vaticano recomienda “diálogo amplio y tranquilo” antes de plantearse la excomunión a Biden. En primer lugar, un diálogo entre los obispos con el objetivo de “mantener la unidad” de la Conferencia Episcopal; en segundo término, un diálogo con los políticos católicos que “dentro de su jurisdicción adoptan una posición pro-choice (respeto a la decisión de las mujeres) en la legislación relacionada con el aborto, la eutanasia u otros males morales, para entender la naturaleza de su posición y su comprensión del magisterio católico”.
El Papa no va a negar la comunión a nadie
Sólo entonces, concluye Ladaria, el episcopado USA “tendría la difícil tarea de discernir cuál es la mejor manera de proceder para que la Iglesia en Estados Unidos pueda dar testimonio de la grave responsabilidad moral de los funcionarios públicos católicos de proteger la vida humana en todas sus etapas”. Aún así, si los obispos norteamericanos persistieran en su intento de “formular una posición nacional sobre la dignidad de recibir la comunión”, tal declaración “debería expresar un verdadero consenso de los obispos sobre la cuestión, observando el requisito previo de que cualquier decisión en este ámbito respete los derechos de los obispos individuales en sus diócesis y las prerrogativas de la Santa Sede”. En román paladino: que el Papa no volvería a los tiempos de Lutero o Enrique VIII, ni tiene intención de excomulgar a mandatario alguno.
Por ello, Ladaria “aconseja” a los obispos estadounidenses que “cualquier declaración de la conferencia episcopal sobre los líderes políticos católicos se contextualice en el marco más amplio de la dignidad de recibir la Sagrada Comunión por parte de todos los fieles, y no sólo de una categoría de políticos, reflejando su obligación de conformar sus vidas a todo el Evangelio de Jesucristo mientras se preparan para recibir el sacramento”.
La carta ha caído como un jarro de agua fría en las aspiraciones del sector ultraconservador norteamericano, así como de los grupos ultras de Italia, España o Polonia, que han acusado al Vaticano de '“tibieza”, y a Francisco de mantener una estrategia común con Biden para fomentar una 'agenda oculta' contra los principios irrenunciables de todo católico de bien. Que, curiosamente, coinciden con la visión fanática de la religión de Donald Trump.
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