“Veo a los políticos con ganas de arreglar la situación de la marihuana”

Presume de ser la única mujer y la única española ganadora del premio Cultura Cannábica que otorga el Museo del Cannabis de Amsterdam, en 2012. “Por mi trayectoria de años defendiendo el cáñamo”, explica Fernanda de la Figuera, madrileña de 71 años afincada en Málaga. Esta activista, que ha militado en varias asociaciones proconsumo y que actualmente preside la Plataforma de Asociaciones de Usuarios de Cannabis (PAUC), ha dedicado más de 40 años de su vida a reivindicar la regulación de la marihuana, desde que realizó su primera plantación en 1973.

También fue “la primera usuaria legal de cannabis en España” desde que fue absuelta en 1995 de un presunto delito de cultivo para tráfico de drogas. Así se lo recordó el martes a los miembros de la Comisión Mixta para el Estudio del Problema de las Drogas del Congreso, donde acudió a reivindicar una vez más la regulación del cultivo y consumo del cáñamo. Cree firmemente que esta vez va a ser la buena. De la Figuera es un torbellino, habla sin parar y para cada pregunta tiene una anécdota personal con la que ilustrarla. 40 años de activismo dan para mucho.

¿Cómo le fue en el Congreso? ¿Qué actitud vio en los diputados?

Había estado ya en el 2001 en una comisión. Entonces los políticos no tenían ni idea. Como ayer el portavoz del PP, que habló de comprar una papelina de THC (el principal principio activo del cannabis). Pero en esta ocasión los he visto con ganas de solucionar. Los grandes partidos tienen interés, y muchos pequeños también. Está claro que hay que regular el consumo y se les ha ido de las manos. En los años 80 era alucinante cómo estaba Madrid de droga. El PSOE no metió mano entonces y perdió una oportunidad preciosa de ordenarlo. Yo estaba desde el principio en todo el movimiento y he visto cómo ha evolucionado todo; nunca ha estado tan perseguido el cannabis como ahora.

¿No es un poco contradictorio que diga que hay interés en regularlo pero que esté más perseguido que nunca?

Yo empecé a cultivar en Madrid en los setenta. Me vine a Andalucía y seguí cultivando. No tuve nunca ningún problema. Un día de repente vino la Guardia Civil. Vivo en medio del campo, por mi casa no se pasa, se viene aposta. Me cortaron las plantas. Un par de meses después, el mismo guardia civil me dijo: “Ya sé quién eres y lo que haces, no pasa nada”. Hace poco, antes de ir al Senado, me las cortaron otra vez. En cuanto salgo, doy la cara y pido la legalización, vienen.

Hace un par de años fui a La Noria y conté mi historia. Diez días después estaban los estupas (la policía antidroga) cortando mis plantas. No llegamos a juicio porque en el juzgado me conocen, saben que no trafico y saben dónde vivo. Así es una detrás de otra. No soy solo yo. Vienen a por todos los que salimos y pedimos la regulación, los que hacemos eso que llaman apología de las drogas, cuando lo que hacemos es dar la cara para que se normalice, para que se regule. Si fuéramos traficantes, nos esconderíamos. Mucho mejor organizar asociaciones, dar licencias de cultivo a jardineros incluso, para que cultiven y repartan.

Se suele oír a la gente del sector decir que la batalla está ganada. Llevan años diciéndolo, pero el caso es que no la ganan. ¿Por qué ahora es diferente?

Ahora sí que ha cambiado la situación, ya no hay quien lo pare, porque en Estados Unidos han abierto la mano. Recuerdo cuando hablé con políticos en los 90 y me decían: “Olvídate mientras EEUU la tenga prohibida”. Ahora que la están legalizando, vayamos detrás, cada uno a su manera. No hace falta ni cambiar las leyes. En mi primer juicio demostramos que contra lo ilícito, de lo que nos acusan, tiene que haber algo lícito. ¿Qué es lo lícito? El autocultivo privado para propio consumo. No hay que cambiar las leyes, sólo hay que reconocer lo que hay.

En 15 o 20 años veremos hectáreas y hectáreas de cáñamo plantadas por las multinacionales, y compraremos cigarrillos de cáñamo en los estancos igual que tabaco. Esto va a venir seguro. El cáñamo se usa para hacer velas de barco, comer semillas o fumar. La planta es la misma, sólo se diferencia cómo se planta. El problema fue su prohibición en EEUU en 1937 para proteger las fibras derivadas del petróleo.

En el Congreso pidió una ponencia para en cuatro meses despenalizar el cultivo. ¿No es muy optimista?

Sí, claro, pero hay que ser optimista y pedir, porque sabemos que no nos la van a dar. La forma es presionarles. Yo digo: vamos a crear una comisión de expertos, abogados, médicos, expertos, gente a favor, en contra... Mi experiencia es que cuando la gente conoce la historia del cannabis, cómo funciona, por qué fumamos, lo entiende. A mi madre le costó muchos años, pero acabó aceptándolo.

Dice que cuando la gente conoce el cannabis y por qué se fuma lo entienden. ¿Cuáles son sus razones?

Es mi mejor medicina. Tengo reúma, cinco hernias, soy muy nerviosa... Con los años he llegado a la conclusión de que hay personas a las que el cuerpo no nos funciona bien. Yo al menos encuentro mi equilibrio con los cannabinoides y necesito dosis masivas para dormir. Si no es con muchos cannabinoides, no duermo. Lo he visto en mucha gente. Para muchas personas que somos hiperactivas, el cannabis es fundamental.

¿Está la sociedad preparada para una regulación?

Yo creo que sí. Mi hija mayor no fuma, la pequeña sí. Nunca he tenido ningún problema con ellas. Se les explican las cosas y ya está. Lo que más me sorprende en la trayectoria de este país es que se legalizara antes la homosexualidad que el cannabis. Que nadie me malinterprete, no tengo nada contra los homosexuales, pero el cannabis era algo aceptado ya en la época franquista. El gran error fue meter el cannabis entre las drogas duras. No hablo de legalizar, no creo que se pueda. Yo creo que debe regularse lo que tenemos, las asociaciones, los clubes; cuánto puedes tener, cuánto puedes llevar si te vas de viaje...

Una de las batallas que mantienen ahora, en paralelo al proceso regulador, es contra los controles en carretera [se multará a quien tenga rastros de cannabis en el organismo tras la pertinente prueba]. ¿Qué tienen de malo?

Es absolutamente ilegal, no se puede aplicar. Cuando en 2010 participé en un estudio en el hospital de Sant Pau, de usuarios de marihuana durante más de 10 años, estuvimos más de 25 días sin probar nada. Ni tinturas, ni bizcochos, ni porros. Y cuando me hicieron las pruebas di positivo, un resultado muy alto, no un pequeño rastro. Otro compañero también. A mí, me paren cuando me paren, voy a dar siempre positivo. Tendría que estar por lo menos tres meses sin consumir, según leí en un estudio, para que no quedaran rastros de cannabinoides.

¿Le ha acarreado más problemas el hecho de ser mujer? El mundo de la marihuana, al menos su cara pública, es bastante masculino.

Me crié en un colegio de monjas, con una familia de derechas, sobre todo la de mi padres. Yo decidí que iba a ser libre, independiente, que iba a hacer mi vida. Cristina Alberdi y Cristina Almeida decían que era el modelo de feminismo. Muchas mujeres no quieren entrar en este mundo porque hay mucha lucha de egos. Este mundo es muy de hombres, al menos la parte visible. Pero hay mujeres. Lo que pasa es que los hombres tienen que estar en primera línea.

¿Ha probado otras drogas? ¿Por qué la marihuana es diferente?

Porque no es adictiva. Porque no hay muertes reconocidas, no hay muertes por sobredosis. Lo más que te puede pasar es que te dé un jamacuco, pero pones los pies en alto, te tomas una medicina o un dulce para darle glucosa al cuerpo y en cuarto de hora estás como nueva. No te puedes morir, es imposible. Si muere alguien será por accidente, por mezclar con alcohol u otra cosa. Los sustos que se da la gente es por comerla porque funciona de una manera diferente. Con una medicina te puedes morir, con el cannabis no.