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“Destrozó mi alma y se llevó mi infancia”, el testimonio de una de las víctimas de abuso sexual por sacerdotes en EEUU

Víctima de cura pederasta en EE.UU: "Destrozó mi alma y se llevó mi infancia"

EFE

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“Cuando yo tenía 10 años, él llegó a la parroquia y comenzó con los tocamientos, a los 11 ya me había violado. Destrozó mi alma y se llevó mi infancia”, relata a EFE John Delaney, una de las víctimas que sufrieron abusos sexuales por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica en Estados Unidos y cuyos casos han salido esta semana a la luz en un escalofriante documento de la Corte Suprema de Pensilvania.

El informe de un gran jurado recoge más de 300 casos de “sacerdotes depredadores sexuales” que abusaron de niñas y niños en seis de las ocho diócesis del estado en las últimas siete décadas, tras investigar muchas denuncias de menores. El documento, realizado por una agencia gubernamental, identifica a más de mil víctimas y es la indagatoria sobre abuso sexual de menores dentro del clero de mayor dimensión hasta el momento.

Delaney, que ahora tiene 48 años, fue uno de ellos. Los abusos se produjeron en la década de 1980 en un barrio del noreste de Filadelfia, donde el nuevo párroco comenzó a reclutar a monaguillos para que le ayudasen en misa. “Se llevó mi infancia, y eso es algo que no se puede recuperar. Me convenció de que mis padres sabían lo que estaba haciendo y que lo aprobaban, que era algo que no estaba mal”, ha revelado en una entrevista telefónica con EFE mientras recordaba los abusos del cura James Brzyski, considerado uno de los más brutales de la archidiócesis de Pensilvania.

Delaney relata que su comportamiento cambió totalmente tras los abusos de Brzyski, quien falleció en 2017 sin ser condenado, ya que pasó de ser un chico tímido y estudioso a ser violento y faltar a clase constantemente. “Mis padres me llevaron a este sacerdote para que me aconsejase. Lo que no sabían era que justamente me estaban enviando al depredador”, lamenta emocionado.

Como muchas otras víctimas, Delaney sufrió problemas de alcoholismo y drogadicción en los años posteriores, y tuvo que abandonar Filadelfia abrumado por el recuerdo del sacerdote pederasta. “Me mudé hace más de 11 años. Era demasiado. No podía pasar por delante de la iglesia, tenía demasiados recuerdos. Me era imposible estar en determinados lugares, me despertaban emociones terribles”, subraya.

La víctima carga contra la impunidad generalizada en la Iglesia Católica, puesto que al sacerdote “lo habían trasladado previamente de tres parroquias, con sigilo, pese a que sabían que abusaba de niños y que era un pedófilo confeso”. “Honestamente, creo que los seminarios son criaderos de pedófilos. Dentro de la Iglesia, los pederastas se encuentran en un lugar seguro. Tienen acceso a niños, y la gente confía en los sacerdotes. Los pederastas se esconden tras sus sotanas y saben que la Iglesia les va a proteger si se meten en problemas”, sentencia.

Tras más de 15 años trabajando en la organización SNAP, que ayuda a víctimas de abusos sexuales, Delaney critica la hipocresía de la jerarquía católica y desconfía de las disculpas vertidas tras el informe en Pensilvania. “Sabían perfectamente que se estaba abusando y violando a niños, y no hicieron nada. Las oraciones no significan nada. Solo se disculpan ahora porque les descubrieron”, dice.

A juicio de Delaney, lo más doloroso es el encubrimiento, el cual considera “casi peor que el abuso”, y se encuentra especialmente frustrado con la inacción del papa Francisco: “Tenía esperanzas con este papa, pensé que iba a actuar. Pero solo he visto palabras, más de lo mismo”.

Aunque sigue rezando la misma oración al irse a dormir,  John Delaney afirma que se ha distanciado del sentimiento religioso. “No creo en el Dios en el que la Iglesia Católica me enseñó a creer. Dios no estaba a mi lado cuando fui violado. Grité pidiendo ayuda, y no acudió”, zanja.

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