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Víctor Gómez Pin y la singularidad humana frente al auge del reduccionismo científico

Víctor Gómez Pin y la singularidad humana frente al auge del reduccionismo científico
Barcelona —

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Barcelona, 22 mar (EFE).- El filósofo Víctor Gómez Pin defiende en su último libro, ‘El ser que cuenta’, la irreductible singularidad del ser humano frente a los intentos de la ciencia contemporánea y la inteligencia artificial de tratarlo como un objeto más dentro de la naturaleza.

En una entrevista con EFE, el pensador barcelonés advierte sobre los riesgos del reduccionismo, una corriente que considera inadecuada tanto desde el punto de vista epistemológico como ético.

“El objeto de la ciencia es la naturaleza, no el ser que piensa la naturaleza”, sostiene Gómez Pin, quien matiza que mientras disciplinas como la biología estudian legítimamente la vida, esto no implica que pueda existir una “ciencia del hombre” y, en su opinión, aceptar tal cosa requeriría convertir el lenguaje humano en un mero objeto, como una célula o un electrón, algo que considera “vicioso” y conceptualmente incorrecto.

La génesis de 'El ser que cuenta' parte de esta crítica al reduccionismo, pero también explora el auge de la genética y la inteligencia artificial, dos áreas que, a juicio del autor, requieren una interpretación filosófica más rigurosa: “La genética ha alcanzado un nivel de exactitud que antes se atribuía solo a la física. Sin embargo, nos habla solo de las condiciones de posibilidad del lenguaje, como la fisiología que permite la articulación, pero no del lenguaje mismo”, explica.

En este contexto, Gómez Pin diferencia entre los códigos de señales propios del mundo animal y el lenguaje humano, que implica la capacidad de significar y, a su juicio, esta distinción sigue sin estar bien comprendida en la actualidad, alimentando malentendidos tanto en la filosofía como en las ciencias cognitivas.

AlphaFold y LaMDA

La inteligencia artificial plantea, según el filósofo, un desafío aún mayor y cita dos ejemplos que le resultan especialmente significativos: el algoritmo AlphaFold 2, que predice el plegamiento de proteínas con una precisión inalcanzable para los humanos, y LaMDA, el sistema conversacional de Google que mantuvo un diálogo con un ingeniero en el que llegó a plantear una objeción moral de tipo kantiano.

“Esos dos casos son absolutamente apabullantes. Pero todavía no concluyo que haya en ellos una razón como la nuestra”, matiza.

Para Gómez Pin, estas máquinas no han demostrado poseer razón cognoscitiva, ética o lo que denomina “inteligencia intersubjetiva sin objetividad”, esa capacidad humana de compartir sentido sin necesidad de un objeto concreto, como ocurre en la experiencia estética colectiva.

En ese sentido, introduce lo que denomina el “test de Kant”, una metáfora para resaltar que, a diferencia de las máquinas, los humanos no necesitan demostrar su inteligencia mediante pruebas como el test de Turing: “Damos por supuesto que somos inteligentes, y por eso podemos ser canallas o estúpidos. A un animal no se le llama canalla, salvo en el delirio”, ironiza.

Sobre la posible aparición de inteligencias futuras que lleguen a superar a la humana, Gómez Pin admite la posibilidad desde un punto de vista evolutivo: “Nosotros somos producto de la historia evolutiva. No está excluido que demos paso a un ente que algún día hable de nosotros como nosotros hablamos de especies extinguidas”, reflexiona.

Sin embargo, advierte que ese escenario pertenece aún al terreno de la ciencia ficción y no debe confundirse con el conocimiento científico real.

“La ciencia genética no toma partido sobre la singularidad humana. Hace descripciones y previsiones. Las hermenéuticas que se hacen a partir de la ciencia son otra cosa”, aclara, y en este punto insiste en la importancia de no mezclar datos científicos con interpretaciones sesgadas o ideológicas, algo que, según él, sucede con frecuencia en el debate público.

Narrar, computar e importar

El título del libro juega con la polisemia de la palabra “cuenta” en español, que engloba las ideas de narrar, computar e importar: “En otras lenguas no existe esta coincidencia semántica y me parecía adecuado destacar que el ser humano narra, computa y además importa. Por eso es el ser que cuenta”, explica.

Gómez Pin defiende que la razón humana tiene peso, tiene importancia, y lamenta que en la actualidad exista una tendencia a relativizar esta condición: “Nuestra época vive una pulsión nihilista que pone en duda la singularidad del ser humano. Hubo tiempos, como en el humanismo, en que se defendía la dignidad del ser de razón”, concluye.

El filósofo vincula incluso la ética ecológica a la defensa de la dignidad humana, señalando que proteger la naturaleza es una condición para la vida digna: “Solo un ser que razona puede proteger la naturaleza, pero también puede degradarla. Esa equivalencia es exclusiva de nosotros”, subraya.

Finalmente, Gómez Pin señala que el lenguaje es la matriz de toda riqueza humana: ciencia, poesía y también locura: “Es lo más precioso que tenemos. El ser humano sigue siendo la unidad focal de significación del universo”, sentencia.

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