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El 10 de junio de 2019 será un día señalado en negro en el calendario de la violencia machista. Este lunes un hombre de 48 años asesinaba a su pareja, una mujer de 28 años en Alboraia (Valencia). El caso se añade en el contador que se puso a funcionar en 2003 y arroja un número redondo: mil mujeres han sido asesinadas por violencia de género en los últimos dieciséis años. Dicho de otra manera, mil hombres han matado a sus parejas o exparejas desde 2003, el año en el que la administración empezó a contabilizar los asesinatos.
El último caso confirmado por la Delegación de Gobierno para la Violencia de Género sucedió el pasado 3 de junio en Córdoba. Allí, un hombre mataba a una mujer de 50 años. Era la víctima mortal número 23 de este año y 998 desde 2003. Desde ese día, dos hombres han matado a sus parejas: aunque la Delegación no los ha confirmado como violencia de género, es la principal hipótesis de los dos casos; el último, el de Alboraia.
En 607 ocasiones, el agresor era la pareja actual de la víctima en el momento de la agresión. En las 393 restantes, era la expareja o estaba en fase de separación.
“Frente a esta corriente negacionista que ha cobrado fuerza, esta cifra tremenda en un país como España en el que la tasa de homicidios es baja habla de la realidad del componente de género y de una violencia que es estructural e inherente a la desigualdad entre mujeres y hombres. Una mujer tiene más probabilidad de ser asesinada por su pareja o expareja que en ningún otro ámbito”, afirma la presidenta de abogadas Themis, María Ángeles Jaime de Pablo.
El forense y experto en violencia de género Miguel Lorente subraya la normalidad con la que aún sucede la violencia de género. “Es una violencia que nace desde la normalidad, de ese vecino, amigo o pareja que acaba asesinando a una mujer. Hay que cuestionar siempre la violencia machista, no solo cuando el resultado es mortal”, dice. Los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) muestran como el porcentaje de población que nombra la violencia de género como una de sus principales preocupaciones oscila entre apenas un 1% y un 3%.
Los datos muestran que la mayoría de mujeres asesinadas no denunciaron. “La denuncia protege. Aún así hay un porcentaje de mujeres que han sido asesinadas después de denunciar y eso es un fracaso del sistema. No se supo valorar bien el riesgo, no se las protegió”, prosigue Lorente.
Jaime de Pablo subraya que las que no denunciaron también representan el fracaso del sistema: “Significa que no hemos llegado a ellas, que después del machaque de la violencia no tienen confianza en el sistema, en que interponer una denuncia las vaya a proteger o en que se vayan a poner recursos para que salga de ahí”. De las 1.000 mujeres asesinadas desde 2003, solo existía denuncia previa en 209 ocasiones.
El miedo, la dificultad de reconocerse como víctima, de romper el círculo de dependencia creado por los agresores, la carencia de medios económicos propios o las incertidumbres que aún arrojan los procesos judiciales propician que muchas mujeres no denuncien. Precisamente, el Pacto de Estado contra la violencia machista contiene una medida que ya están poniendo en marcha las administraciones: que baste la acreditación de los servicios sociales o de los médicos para que una mujer sea considerada víctima y pueda recibir ayuda o acudir a los recursos públicos.
La cifra de mil asesinatos machistas recoge solo los casos en los que un hombre ha matado a su pareja o expareja (tal y como estipula la Ley de Violencia de Género), pero deja fuera otros, como los crímenes sexuales. Casos como los de Diana Quer o Laura Luelmo, que fueron asesinadas por hombres que presuntamente las atacaron sexualmente, quedan fuera de esta estadística. Sus casos, de hecho, se han convertido en el emblema de la reivindicación feminista para que el concepto de violencia machista se amplíe.
También quedan fuera ataques como el de este domingo noche en Aranjuez. Un hombre asesinaba a una hermana de su expareja y hería a otra y a su exsuegra. De confirmarse que el móvil era la violencia de género (dañar a la mujer con la que tenía una relación), los casos serían considerados violencia doméstica pero no machista. En 2015, Sergio Morate asesinó a Marina Okarynska, de 24 años, con la que había mantenido una relación, y a Laura del Hoyo, de 26 años, una amiga que había ido a acompañarla para recoger sus pertenencias del piso. El primer crimen fue considerado y contabilizado como violencia de género; no así el segundo.
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