A tu padre le gusta contar historias. En ellas, el escenario es El Salto, la misma ciudad del área metropolitana de Guadalajara, en el oeste de México, en la que tú vives. En su memoria, es un paraíso natural con un río azul cristalino, pero en tu día a día es un infierno de contaminación, malos olores y agua verde. Él habla de ir al río Santiago a pescar carpas, charales (peces abundantes en las lagunas mexicanas) y comerlos asados al fuego. Tú solo has comido pescado que viene del supermercado.
Él te cuenta cómo todos los niños aprendían a nadar en el río y cómo venían de todo Jalisco a pasar los domingos a la enorme cascada. De tus amigos, el que sabe nadar aprendió en una piscina, y a ese salto de agua tan bello ahora lo apodan por su aspecto y olor fétido “la Cacada”. Así es la frontera generacional que separa la vida en el municipio jalisciense de El Salto y el río Santiago, el afluente más contaminado de todo el país, según constató un grupo de trabajo de Naciones Unidas (ONU) en su declaración tras visitar México en 2016.
“Antes esto no estaba así, estaba limpio. Había peces comestibles. Yo iba a pescar de joven, con red, pero desde que tengo 14 años va de mal en peor. Ya no queda nada de pescado y cuando llega está muerto. El olor en la noche es insoportable, me he llegado a levantar del olor. Y de vez en cuando aparecen muertos en el agua”, dice Letizia García mientras barre el polvo de un camino sin pavimentar frente a su vivienda y el agua verde burbujea.
García, de 46 años, vive en la colonia La Huizachera. Esta zona peligrosa y deprimida del municipio de El Salto ha sido su hogar desde que su padre compró un terreno aquí y levantó su casa. Ella cría a sus hijas, una de 19 años y dos gemelas de 17. A unas pocas decenas de metros de su casa nace el arroyo llamado El Ahogado, canalizado por unas tuberías que vierten agua verde y fétida, con espuma blanquecina, por eso es llamado el “tiro de gracia” del río Santiago.
El arroyo del Ahogado nace de la presa de las Pintas y diez kilómetros más allá llega a una presa natural con la que comparte nombre. Allí se almacenan 8 millones de metros cúbicos de aguas negras producidas en todo el sur de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Luego tiene otros nueve kilómetros hasta desembocar en el río Santiago.
El río Santiago es uno de los destinos tóxicos de México señalados por Greenpeace. Desde su nacimiento en el Lago de Chapala -un embalse natural localizado principalmente en el estado de Jalisco- discurre 562 kilómetros hasta desembocar en Nayarit, un pequeño estado al oeste de México situado entre las montañas arboladas de la Sierra Madre Occidental y el océano Pacífico. En los kilómetros que siguen el cauce del río desde su nacimiento en el lago a El Salto, hay casi 700 empresas de diverso tamaño, dedicadas principalmente a la fabricación de muebles, la metalurgia, los alimentos y bebidas, el plástico y la industria química. Unas 63 son grandes empresas.
La ONU indica que un estudio realizado por el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) encontró un total de 1090 sustancias tóxicas, productos químicos y metales en el río, principalmente de fuentes industriales. “Fue impactante ver el río cubierto de espuma y el olor de los fuertes gases que se desprenden del agua que cae en la cascada de El Salto. Médicos locales avisaron de un crecimiento en la incidencia de diferentes enfermedades, incluyendo leucemia, abortos espontáneos y defectos de nacimiento congénitos, entre otros”, dice el informe.
En El Salto, con una población de más de 130 mil personas, activistas locales llevan ya una década denunciando enfermedades que van desde ronchas en la piel a insuficiencia renal y cáncer. Entre ellos está Graciela González, de la asociación un Salto de Vida. Su activismo le ha llevado a tener que abandonar El Salto durante un año, con toda su familia, por seguimientos y amenazas. Confirmado por otros vecinos de El Salto, González cree que si no les han matado a ella y a los suyos es porque no han querido.
“Nosotros decimos que El Ahogado es donde se le da el tiro de gracia al Río Santiago. Recauda mucha contaminación industrial de varios corredores industriales como el de Guadalajara, Tlaquepaque, Tlajomulco y el de El Salto”, cuenta, “antes la comida rodaba por las calles, había cantidad de árboles; también turismo de gente que se venía a divertir a la cascada hasta que por la peste lo dejaron; luego siempre estamos pensando que nos vamos a morir de una enfermedad. Casi todos tenemos tos y alergias. De ahí ya pasamos al cáncer, insuficiencia renal, tumores de toda clase, abortos, malformaciones, muertes en mucha gente joven” añade.
El fallecimiento más mediático en la ya más que nombrada zona por la que pasa el río Santiago ocurrió en 2008. Un niño, Miguel Ángel López Rocha, se cayó al cauce y entró en un coma profundo. Murió 19 días después. La causa, según publicó La Jornada, fue “fallo orgánico múltiple e intoxicación aguda por arsénico”. De hecho, horas antes de la muerte, la Secretaría de Salud de Jalisco reconoció que el menor superaba en sangre en un 400% los niveles máximos de arsénico permisibles.
Asociaciones como la de González comenzaron a hacer mucho ruido y ese mismo año se ordenó la construcción de una planta de tratamiento de aguas en la presa de El Ahogado. En 2012, el que fue presidente de México durante casi 6 años, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, inauguró la planta con bombo y platillos, al ritmo del himno nacional. En el acto se dijo que por primera vez desde su fundación se tratarían las aguas de Guadalajara y que se habían acabado los vertidos de aguas contaminadas al río Santiago.
Más abajo del cauce de El Ahogado, justo entre éste y la planta inaugurada por Calderón, está el núcleo residencial de La Perla. Si La Huizachera tiene una pinta complicada, La Perla parece una zona de guerra. Gran parte de las casas están abandonadas y llenas de grafitis. Se han llevado todo lo que había de valor, desde las puertas y las rejas de las ventanas, a todo tipo de metal de las instalaciones. Prácticamente no hay caminos y semeja un lugar poco recomendable para estar cuando el sol se esconde.
“Nosotros compramos la casa por el Infonavit -Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores- y no conocía la zona antes de venir”, cuenta Juan Carlos Castro, un tendero de 44 años, que lleva seis viviendo en estas condiciones, “ha dejado de funcionar el alumbrado público, el olor es horrendo y dos veces al día, cuando suena una alarma, es que el olor sale peor. Del arroyo de El Ahogado vienen mosquitos y más mosquitos. Jamás nos acercamos”.
En 2016, Greenpeace publicó su informe Alto a la catástrofe ecológica del río Santiago, en el que se lee “en las muestras de agua y sedimentos tomadas” a la salida de aguas de la planta “se identificó una amplia gama de sustancias químicas orgánicas y metales pesados, lo que exhibe los pobres resultados que ofrecen las soluciones paliativas como las plantas de tratamiento”. Esta instalación costó unos 850 millones de pesos de los de entonces, poco más de unos 38 millones de euros actuales.
“El estado municipal lo sabe y vende esas casas, las inmobiliarias le piden financiamiento al Infonavit y se las asignan a los vecinos”, asegura la activista González, “no les dicen qué río es y cuando los nuevos vecinos lo ven, dicen que no quieren la casa, pero como les penalizan, se las acaban quedando”. Hay una noticia en El Informador, principal diario de Guadalajara, al respecto.
Según publicitó la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), entre 2013 y abril de 2018 realizó 943 visitas de inspección y verificación a empresas de competencia federal en los 37 municipios de la cuenca de los ríos Lerma y Santiago. De estas, clausuraron 22 instalaciones -14 de forma parcial y 8 de forma total- y se pusieron multas por valor de 21 millones de pesos, cerca de un millón de euros. En la nota de prensa se lavaban las manos asegurando que “en gran medida la contaminación proviene de cuerpos de agua de competencia Estatal o Municipal y no de forma directa a cuerpos de agua de competencia de esta Procuraduría Federal”.
“Yo hice un estudio en el que encontré que todo el territorio está lleno de metales pesados y que hay cuatro tipos de bacterias, dos muy comunes en la amigdalitis y dos que dañan mucho el sistema respiratorio bajo”, explica la activista González que presentó hace un año como trabajo final de su máster en salud ambiental, un texto titulado Análisis de Calidad del Aire y su Posible Efecto en la Función Respiratoria en los Niños de la población de El Salto. “Revisé los pulmones a 66 niños de una escuela primaria a 300 metros del río y encontramos que dos de cada diez tenían una anormalidad restrictiva, con menos del 80% de su función pulmonar” relata la activista.
El cauce de El Ahogado se une al del río Santiago en el núcleo residencial de La Azucena. Es en esta zona donde el niño Miguel Ángel cayó al agua y acabó muriendo. Durante nuestra visita, el agua estaba seca y el cauce era un lodazal. Cuando llueve, es común que este barrio se inunde de aguas negras y lodo. El olor, como todo en el cauce, es fuerte y desagradable. Los mosquitos, una plaga. Los vecinos que tienen posibilidad se han ido mudando y solo se quedan los que no tienen otra salida.
Lo mismo ocurre al principio del cauce. Allí, Letizia García, la mujer que barre su puerta entre el mal olor del río, se lamenta. “Hemos intentado denunciar, pero no nos hacen caso, solo cuando hay elecciones, y luego se olvidan”, y se pregunta, “me preocupa que mis hijas vivan al lado de esto pero, ¿dónde nos vamos? ¿dónde me podría ir? ¿alguien me va a comprar la casa?”. Lo cierto es que nadie en su sano juicio, lo haría.