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El estudio de más de 1.000 yacimientos señala cómo las prácticas agrícolas y la gobernanza dieron forma la desigualdad

Explotación agrícola, en una imagen de recurso

Raquel Sáez

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La desigualdad de riqueza en las sociedades humanas durante los últimos 10.000 años se vio impulsada por prácticas agrícolas que exigían el uso de la tierra y la gobernanza en esos territorios corrigieron o acrecentaron esas desigualdades, según los hallazgos de una investigación de la Universidad de Oxford publicada en la revista científica PNAS

De acuerdo con los autores, donde la tierra escaseaba, la desigualdad de riqueza solía aumentar entre los hogares; pero donde la tierra abundaba, la riqueza se distribuía de forma más equitativa, promoviendo sociedades más igualitarias. 

“A menudo se presume que las sociedades pasadas eran igualitarias, pero nuestra investigación muestra que una gran desigualdad de riqueza pudo arraigarse donde las condiciones ecológicas y políticas lo permitieron”, explica en un comunicado la profesora de Arqueología Europea de la Escuela de Arqueología de la Universidad de Oxford, Amy Bogaard. 

47.000 viviendas de más de 1.700 asentamientos 

El estudio, en el que participaron 27 científicos de todo el mundo y de varias disciplinas, analizaron cerca de 47.000 viviendas de más de 1.700 asentamientos arqueológicos. Se evaluó el grado en que el uso de la tierra tenía relación con la adquisición de alimentos (agricultura, pastoreo, recolección de alimentos) y cómo los regímenes de valor asociados moldearon la desigualdad económica pasada.

Los investigadores partieron de la siguiente hipótesis: los sistemas de uso de la tierra en los que la producción estaba limitada por la riqueza material hereditaria (como la tierra) mantuvieron niveles más altos de desigualdad que aquellos limitados por el trabajo humano. 

Para desentrañar los motivos de la desigualdad antigua, utilizaron la base de datos del proyecto Dinámica Global de la Desigualdad (GINI, por sus siglas en inglés), estimando las desigualdades económicas con base en las disparidades en el área de la unidad residencial y la capacidad de almacenamiento dentro de los sitios en diferentes regiones del mundo a través del tiempo. Y los hallazgos fueron relevantes.

“Encontramos que la desigualdad fue significativamente mayor en los regímenes limitados por la tierra que en los limitados por la mano de obra, ya sea con base en el área de residencia o la capacidad de almacenamiento, aunque la gobernanza podría moderar estas diferencias”, expone este grupo de científicos. Es decir, el problema vino cuando la extensión de la tierra era limitada y su explotación era intensa. Al contrario, cuando la tierra abundaba, las diferencias se reducían. 

El tipo de explotación también jugó un papel relevante. Tanto en regiones con sistemas agrícolas intensivos en tierra, como aquellos con tracción animal especializada para la labranza, la alta desigualdad de riqueza se volvió persistente, con un pequeño número de hogares controlando tierras productivas. En regiones sin tracción animal, la tierra se volvió altamente valorada mediante la construcción de terrazas, el riego o el drenaje. Pese a parecer iniciativas cooperativas, una minoría de hogares a menudo obtenía el control. 

La desigualdad no es inevitable 

Los hallazgos cuestionan la idea de que la alta desigualdad de riqueza es inevitable. A juicio de estos investigadores, esta fue una consecuencia localizada de sociedades en expansión con falta de mecanismos políticos para abordar de manera justa las limitaciones de la tierra. Sin embargo, encontraron dos excepciones en las que la intervención limitó las desigualdades: Teotihuacan en México y Mohenjo-Daro en la cuenca del río Indo.

“El pasado nos ofrece lecciones para abordar estos problemas acuciantes hoy. La buena noticia es que las sociedades pueden, y lo han hecho, resistir los extremos de la alta desigualdad mediante la gobernanza”, concluye Bogaard. 

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