La inquietante verdad sobre las moscas y lo que dejan sobre tu comida

En cuestión de segundos, lo que parecía un plato perfecto puede convertirse en un dilema doméstico. El filete humeante sobre la mesa, las patatas doradas aún chisporroteando al lado, y ahí está: una mosca doméstica caminando con toda la parsimonia del mundo sobre la comida. No ha pasado mucho tiempo, apenas un par de zancadas antes de que alguien la espante, pero el gesto ya está hecho.
La inquietud surge rápido, no por la mosca en sí, sino por todo lo que esa criatura arrastra consigo. De pronto, lo que importa no es tanto el bicho, sino de dónde viene y qué ha hecho antes de presentarse sin avisar en la mesa. La cuestión no es nueva, aunque sigue generando recelo: ¿puede una mosca estropear la comida con solo posarse sobre ella?
El verdadero problema no es la mosca
Desde el punto de vista sanitario, no es tanto el contacto como el historial del insecto lo que complica la situación. La mosca, que lleva siglos compartiendo espacio con el ser humano, no muerde ni pica, pero sí actúa como vehículo para transportar lo que nadie quiere cerca de un plato. El entomólogo Cameron Webb explica que “no se trata necesariamente de la mosca en sí, sino de los lugares de donde viene”.

En la práctica, estos insectos no suelen frecuentar ensaladas recién servidas. Pasan la mayor parte de su tiempo revoloteando por restos animales, frutas podridas y excrementos. Es en esos entornos donde se impregnan de patógenos que luego acaban en superficies limpias.
Lo hacen a través de las patas, del cuerpo y también de su digestión. Las moscas regurgitan enzimas sobre la comida para poder alimentarse, lo que les permite transformar sólidos en líquidos que puedan succionar. Y si tienen tiempo, también defecan.
Según un estudio recogido en una investigación publicada en 2022, al analizar más de un centenar de moscas recogidas en una granja de Nueva York, se encontraron bacterias como Salmonella, Staphylococcus aureus, Bacillus cereus y Escherichia coli. Todas ellas asociadas a enfermedades gastrointestinales.
No todas las visitas son igual de peligrosas
El dato no implica que una sola mosca vaya a provocar una infección, pero deja claro que la exposición prolongada sí representa un riesgo. En casos puntuales, una breve visita sobre un alimento recién preparado no suele tener consecuencias serias para una persona con buen sistema inmunológico. El peligro se incrementa cuando hay varios insectos sobre la comida, si la comida ha estado al aire libre durante horas o si se trata de un entorno con menor control higiénico.
En lugares donde las enfermedades transmitidas por alimentos son más frecuentes, la relación entre densidad de moscas y brotes de enfermedades como la shigelosis es clara, según investigaciones realizadas en países como Bangladés.

La vida de una mosca no es larga, pero sí intensa. Desde que la hembra deposita los huevos en material orgánico en descomposición hasta que el adulto emerge, pasan apenas unos días. En ese tiempo, cada fase —larva, pupa, adulto— va dejando su rastro, lo que convierte a estos insectos en expertos en deambular entre la suciedad y la comida humana.
Conviene mantenerlas lejos, aunque no haya que entrar en pánico
A pesar de su papel en la descomposición de materia orgánica y en la naturaleza, la convivencia con estos insectos en espacios domésticos no es deseable. Para reducir su presencia, se recomienda proteger los alimentos mientras se cocinan o se sirven, mantener cubiertos los residuos y limpiar con frecuencia las zonas donde puedan reproducirse. También ayudan los sprays insecticidas, las mosquiteras en puertas y ventanas, e incluso los métodos más tradicionales como matamoscas.
Un solo aterrizaje no obliga a tirar el plato, pero ignorarlo por completo tampoco es buena idea. Como casi todo, el equilibrio está en saber cuánto tiempo ha pasado y en qué circunstancias. Porque una mosca es solo eso, una mosca. El problema es todo lo que trae pegado.
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