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¿De dónde sale el nombre de las Tortugas Ninja? Los genios del Renacimiento en los que se inspiran

Las Tortugas Ninja son hermanas, pero muy diferentes entre ellas

Héctor Farrés

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Nadie esperaría que una pizza grasienta y unas clases de artes marciales dieran como resultado una lección de historia del arte. Menos aún si los protagonistas llevan antifaces de colores, manejan katanas o nunchakus y viven en una alcantarilla. Lo raro es que funcione, y sin embargo, ha funcionado durante décadas.

Lo verdaderamente curioso no es su aspecto, ni su origen, ni siquiera su pasión por la mozzarella, sino sus nombres: Leonardo, Michelangelo, Donatello y Raphael. Un grupo de reptiles adolescentes, mutantes y ninja... con nombres de artistas del Renacimiento.

La decisión de bautizarlos así fue, según Kevin Eastman, una cuestión de intuición y humor. En palabras del propio autor, recogidas por Mental Floss, “parecía lo suficientemente extravagante como para encajar con el concepto”. En 1984, junto con Peter Laird, crearon un cómic en blanco y negro que empezó como una parodia de superhéroes populares y acabó siendo una franquicia internacional. Y aunque al principio esos nombres no tenían más sentido que una ocurrencia cómica, con el tiempo terminaron encajando de forma sorprendente con la personalidad de cada tortuga.

Leonardo: el inventor que lidera

El más equilibrado del grupo no solo lleva el nombre más famoso del Renacimiento, también comparte algunas de sus cualidades. Leonardo, que empuña dos katanas y viste un antifaz azul, destaca por su carácter metódico y su papel como líder. Refleja la faceta más reflexiva de Leonardo da Vinci, autor de obras como La última cena o La Gioconda y creador de diseños que iban desde máquinas voladoras hasta herramientas de guerra.

Su liderazgo, siempre basado en la estrategia y el autocontrol, encaja con la visión de Da Vinci como genio organizado y multifacético. Aunque el personaje nació como una caricatura dentro de un cómic en blanco y negro, su evolución acabó reforzando esta conexión de forma natural.

Michelangelo: del mármol al chiste fácil

Es el más bromista, el más fiestero y el que nunca dice que no a una porción extra de pepperoni. Michelangelo, que lleva un antifaz naranja y combate con nunchakus, canaliza bajo esa actitud relajada el mismo exceso de energía que su homónimo, Michelangelo Buonarroti, volcó en esculturas como el David o en los frescos del techo de la Capilla Sixtina.

En ambos casos, hay una pasión desbordante, una expresividad que no pasa desapercibida y una creatividad que no se ajusta a los moldes. Lo que en el artista se tradujo en obras gigantescas y dramáticas, en la tortuga se convirtió en humor, agilidad y desparpajo.

Donatello: tecnología con nombre de escultor

Donatello es el más técnico del grupo, obsesionado con aparatos, circuitos y soluciones prácticas. Va armado con un bō y lleva un antifaz morado. Su ingenio tiene poco que ver con espadas, pero mucho con planos y mecanismos. Y aunque al principio parezca extraño asociarlo con un escultor del siglo XV, el vínculo con Donatello di Niccolò cobra sentido al recordar que fue uno de los grandes renovadores de la escultura europea.

Obras como el Gattamelata o su versión del David introdujeron técnicas rompedoras. En el cómic, esa idea de innovación se traslada a la tortuga como un interés por la ciencia, los artilugios y todo lo que implique pensar más allá de lo evidente.

Raphael: el genio intenso

El más temperamental del grupo se llama como el pintor más refinado del Renacimiento. Raphael, que prefiere combatir con dos sais y lleva un antifaz rojo, se caracteriza por sus enfados constantes, su actitud de lobo solitario y su agresividad mal contenida. A primera vista, parece tener poco en común con Raffaello Sanzio, autor de La Escuela de Atenas. Pero si se mira más allá de la superficie, sí hay un punto de encuentro.

Sanzio era un perfeccionista, alguien que cuidaba cada trazo, cada gesto, cada proporción. Esa intensidad se transforma en el personaje en forma de impulsividad y fuerza bruta, pero en ambos casos hay una energía dirigida hacia la excelencia, aunque canalizada de maneras muy distintas.

De Florencia al alcantarillado de Nueva York

Con el tiempo, los nombres dejaron de parecer una broma para convertirse en una parte fundamental del universo de las Tortugas Ninja. Lo que comenzó como una parodia con un punto absurdo acabó enlazando la historia del arte con las series de animación, el cine y los videojuegos. Aunque ni mucho menos fueron la única opción para bautizar a las tortugas.

Incluso se ha documentado que, durante el proceso creativo, se barajaron nombres japoneses antes de decantarse por artistas italianos. Gracias a ese cruce improbable, millones de niños aprendieron a reconocer nombres como Leonardo o Raphael, aunque fuera mientras luchaban contra villanos. Y así, sin pretenderlo, cuatro tortugas con antifaz lograron que un pedazo del Renacimiento italiano viajara directo hasta las alcantarillas de Nueva York. A ritmo de pizza.

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