Con su universo de servicios que se pueden usar sin pagar, el Internet actual camufla muy bien el hecho de que se trata de una infraestructura radicalmente privada, desde su sostén físico a la capa digital. Ben Tarnoff (Washington, 1978) usa habitualmente la metáfora del centro comercial para describirla. Sí, entrar es gratis, pero una vez dentro absolutamente todo está pensado para extraer beneficios de las personas.
Tarnoff defiende que el ánimo de lucro que rige en las empresas que han dado forma a Internet ha terminado por romper la red. El auge de la propaganda de extrema derecha, la pérdida de privacidad o la transformación de los individuos en conjuntos de datos de los que extraer información para venderles cosas son ejemplos de ello. Pero Internet no siempre fue así.
En Internet for the People (Verso), este trabajador de la industria tecnológica y colaborador de varios medios de comunicación cuenta la historia de esa crisis y da una clave para solucionarla: desprivatizar Internet y construir estructuras que gobiernen las personas. “Tenemos que encontrar la manera de disminuir el poder del ánimo de lucro, de reducir el espacio del mercado y de crear modelos de propiedad pública y cooperativa que nos permitan codificar prácticas de control democrático real”, pide en entrevista con elDiario.es Tarnoff, que ha visitado esta semana Barcelona para participar en el festival de tecnologías democráticas de Decidim, una plataforma de participación digital ciudadana impulsada por el Ayuntamiento de Barcelona y la UE.
En su libro explica que la privatización ha roto Internet. ¿Cómo pasó?
Para entender cómo fue la privatización, tenemos que entender qué era Internet antes de la privatización. Internet fue creada por investigadores militares estadounidenses en la década de 1970 con el fin de proyectar la potencia de cálculo en el extranjero para ayudar a los militares estadounidenses a ganar guerras. Pero no se utilizó con ese propósito, sino que se terminó utilizando para interconectar diferentes redes informáticas propiedad del ejército. Después Internet pasa de manos militares a civiles y queda bajo el control de la Fundación Nacional de la Ciencia, que es una agencia del Gobierno estadounidense encargada de apoyar la investigación.
La privatización era el plan desde el principio. El gobierno de EEUU no tenía intención de gestionar Internet indefinidamente. La cuestión siempre fue cómo y cuándo
La privatización era el plan desde el principio. El gobierno de EEUU no tenía intención de gestionar Internet indefinidamente. Sabía que Internet pasaría a manos privadas. La cuestión siempre fue cómo y cuándo. A principios de los años noventa, la Fundación Nacional de la Ciencia decide acelerar el ritmo de la privatización porque la demanda de Internet crece pero la capacidad era bastante limitada. La agencia considera que la única manera de satisfacer el creciente apetito de la gente por conectarse es que Internet pase a manos privadas, lo que a su vez estimularía la inversión.
Así que lo que sucede es una secuencia de eventos que culminan en abril de 1995, momento en el que la Fundación Nacional de la Ciencia pone fin a su columna vertebral, una pieza central de la infraestructura de Internet llamada NSSF Net, que había gestionado hasta ese momento, e Internet, específicamente su infraestructura física, se privatiza.
¿No quedó ningún espacio libre de la privatización?
La privatización en la década de 1990 se produjo sin condiciones. Sin ninguna compensación, sin ningún punto de apoyo federal duradero en la nueva Internet, sin ningún espacio asignado a usos no comerciales, etc. No es porque no hubiera propuestas alternativas a la privatización extrema, sino que la industria de las telecomunicaciones ejerció una influencia muy profunda sobre el proceso. Aseguró una dictadura corporativa total sobre la infraestructura de Internet.
En mi libro, sostengo que la privatización debe verse como un proceso y no como un acontecimiento. 1995 es un punto de inflexión importante en ese proceso pero después la privatización siguió extendiéndose por la capa digital. Ahí tenemos que ver el boom de las puntocom, el aumento de las plataformas, la creación de Google, Facebook y demás como parte de este proceso más largo de la privatización de Internet.
¿Cómo ha afectado esta privatización extrema a la vida de la gente?
Esa es una gran pregunta. Gran parte del libro está dedicado a tratar de entender cuál ha sido el legado de la privatización. Divido mi respuesta en dos partes, que son, a grandes rasgos, las dos capas de Internet. Por un lado la infraestructura física, la maquinaria, los cables que se encargan de mover los paquetes de datos de un lugar a otro. Y luego las llamadas plataformas, las webs, las aplicaciones, el lugar donde experimentamos Internet. Cuando hablamos del legado de la privatización, tenemos que responder a esa pregunta dependiendo de la capa de Internet de la que estemos hablando.
A nivel de infraestructura los contextos nacionales varían mucho, pero en Estados Unidos, el legado de la privatización ha sido desastroso. Estados Unidos tiene uno de los servicios de banda ancha más caros a cambio de uno de los peores conexiones del mundo. Ocupa el puesto 14 en cuanto a velocidad media de Internet, por debajo de Tailandia y Hungría. En 2018, un estudio de Microsoft descubrió que 162 millones de estadounidenses no acceden a Internet a velocidades de banda ancha, lo que supone casi la mitad del país.
Las plataformas digitales son máquinas de desigualdad. Tienden a concentrar las recompensas en pocas manos y a repartir los peligros ampliamente
Las empresas de telecomunicaciones están todas más o menos en el mismo negocio, pero los modelos de negocio y la composición técnica de la capa digital, los Amazon, Facebook o Uber, son bastante diferentes. Creo que es justo decir que estas plataformas digitales son máquinas de desigualdad. Tienden a concentrar las recompensas en pocas manos y a repartir los peligros ampliamente. Lo hacen de diversas maneras. Podríamos pensar en una empresa como Uber, que facilita la explotación de los trabajadores y que ha diezmado con éxito lo que antes era una profesión de clase media-baja de la industria del taxi, a la que ha sustituido por una que está compuesta en su mayoría por personas que ganan salarios de pobreza o cercanos a la pobreza. También opera a nivel de nuestro entorno informativo. Así que en el libro exploro las formas en que una empresa como Google o Facebook contribuyen a la proliferación de la propaganda reaccionaria, del fanatismo, del racismo y de otras opresiones.
¿Hay alguna forma de revertirlo a estas alturas? ¿Estamos atrapados en el Internet privatizado?
Nunca estamos verdaderamente atrapados. Es posible revertir esa privatización extrema. Creo que la conversación sobre la reforma tecnológica es bastante interesante. En Europa está un poco más avanzada que en EEUU. En términos generales, hay dos corrientes. Una es la reglamentaria: se basa en que tenemos que redactar nuevas normas sobre cómo pueden operar estas empresas y hacer que cumplan las existentes. El GDPR [Reglamento General de Protección de Datos de la UE] sería un ejemplo de esto. La segunda vertiente de la reforma busca desafiar el poder de mercado de estas empresas leyes antimonopolio y regulaciones como la Directiva de Mercados Digitales aquí en Europa.
No conseguiremos una Internet mejor con mercados más competitivos y más regulados porque el problema es el propio mercado
En el libro, ofrezco un apoyo crítico a estas dos corrientes de reforma tecnológica. Creo que es evidente que necesitamos una regulación más estricta de estas empresas, y creo que también debemos cuestionar su poder de mercado. Pero, en mi opinión, no conseguiremos una Internet mejor con mercados más competitivos y más regulados porque el problema es el propio mercado. Tenemos que encontrar la manera de disminuir el poder de que todo esté basado en el beneficio, de reducir el espacio del mercado y de crear modelos de propiedad pública y cooperativa que nos permitan codificar prácticas de control democrático real. Y eso suena un poco elevado, pero hay una serie de ejemplos bastante concretos de iniciativas alternativas que ya ponen en práctica estos principios.
Esas alternativas han tenido más éxito en la parte de la infraestructura, donde el estado o las cooperativas pueden controlar la parte física. Sin embargo, parece mucho más difícil en la parte digital, que desde el principio ha sido completamente privada. ¿Es factible un Facebook público?
Es muy complicado. Creo que, como indica, es más fácil entender cómo sería la privatización a nivel de la infraestructura, porque tanto en Estados Unidos como en Europa tenemos el ejemplo de redes comunitarias que están proporcionando un mejor servicio a un coste menor y en algunos casos nulo para las comunidades. Lo que resulta especialmente atractivo de estas organizaciones no es sólo que proporcionan un mejor servicio, sino que dan a los usuarios la oportunidad de participar en las decisiones sobre el despliegue de la infraestructura. En otras palabras, para mí, la cuestión no es fetichizar la propiedad pública o cooperativa, sino pensar en qué nuevos tipos de gobernanza democrática posibilitan esas formas de propiedad. Estoy de acuerdo con usted. A medida que subimos hacia la capa digital la desprivatización se convierte en una propuesta menos lineal. En el libro sostengo que necesitamos un enfoque doble. El primero es rodear lo que yo llamo los modelos en línea, o lo que podríamos llamar las plataformas. Reducir su huella. Desafiar su poder. Y para ello, creo que el conjunto de herramientas antimonopolio puede ser muy útil.
Necesitamos construir una constelación alternativa de instituciones que puedan reclamar el espacio que las plataformas ocupan
Pero también tenemos que hacer algo más. Necesitamos construir una constelación alternativa de instituciones que puedan reclamar el espacio que las plataformas ocupan actualmente. Así que si piensas en las plataformas como equivalentes en línea de los centros comerciales, tenemos que crear grietas en sus recintos y tenemos que sembrar esas grietas con especies invasoras. Hay una serie de comunidades, como la comunidad de la web descentralizada, como las cooperativas y la comunidad de plataformas, como la comunidad en torno a Decidim, que están construyendo experimentos prácticos que intentan responder a esta pregunta de cómo sería una Internet diferente en la capa de las aplicaciones.
Esos experimentos son limitados. Mi opinión es que deben ampliarse y que necesitamos un amplio programa público de inversión para que surjan nuevos experimentos. Los espacios en los que surgen estos experimentos son bastante pequeños, son nichos. Tienden a atraer a una parte concreta de la población. Y para democratizar Internet, para hacer una Internet que funcione para la gente de a pie, la gente de a pie tiene que participar en el diseño, el desarrollo y el despliegue de estas tecnologías.
Para democratizar Internet, para hacer una Internet que funcione para la gente de a pie, la gente de a pie tiene que participar en el diseño, el desarrollo y el despliegue de tecnologías alternativas
¿Y qué hacemos con la gente que está cómoda en el centro comercial? Que está conforme con usar servicios gratuitos a cambio de sus datos y piensa que hay problemas más importantes.
Podría estar de acuerdo con la opinión de que tenemos problemas más importantes... Lo curioso de escribir este libro es que me ha hecho entender que sólo un movimiento social es capaz de construir una Internet mejor. Pero los espacios de este movimiento tienden a estar muy limitados en sus recursos. Tienen que tomar decisiones sobre qué priorizar. Y no estoy seguro de que Internet deba estar en lo más alto de nuestra lista de prioridades. Puedo pensar en el clima como una cuestión algo más apremiante, por ejemplo. No obstante, Internet es una cuestión que forma parte de todas las demás cuestiones, porque Internet está embebida en todos los aspectos de nuestras vidas. Hay un elemento climático con Internet, hay un elemento de justicia racial... Esa puede ser una forma de hacer que la gente se preocupe, porque normalmente se habla de Internet de forma muy aislada. Oh, es sólo una colección de aplicaciones en mi teléfono. Pues no, no es así. De hecho, tiene implicaciones para la crisis ecológica. Tiene implicaciones para la justicia racial, etc. Sin embargo, creo que esta conversación se ha vuelto mucho más fácil en los últimos años. Se ha vuelto mucho más fácil tratar de explicar a la gente cuáles son las consecuencias políticas del dominio de estas tecnologías, porque en la conciencia popular, el papel de Facebook en la degradación de las normas democráticas está bastante extendido. En realidad, incluso la conciencia de que una empresa como Uber es mala para los trabajadores está muy extendida. Así que, comparado con hace cinco años, ciertamente hace diez años, es mucho más fácil iniciar una conversación con alguien sobre cuáles son las políticas que esconden estas tecnologías.
Pero, como señala, estas empresas tienen enormes cantidades de dinero que pueden gastar en cosas como la usabilidad y los experimentos alternativos que he mencionado antes no. Así que si has intentado usar Mastodon, puedes notar que no funciona tan bien como Twitter.
Como el software de código abierto
El software libre, ¿verdad? Este es un problema conocido. Y creo que, de nuevo, por eso la inversión pública tiene que tener un papel. Pero ayudar a la gente a entender lo que está en juego políticamente en su uso de las diferentes tecnologías es un componente crítico de cualquier proyecto para mejorar Internet.
Ayudar a la gente a entender lo que está en juego políticamente en su uso de las diferentes tecnologías es un componente crítico de cualquier proyecto para mejorar Internet
En este momento hay varias tecnologías que podrían originar una nueva era de Internet y todas se están desarrollando de manera totalmente privada. Pienso en la inteligencia artificial, el blockchain o incluso el metaverso. ¿Qué le parece?
Es interesante porque gran parte del lenguaje que utilizamos para describir la tecnología nos ha sido legado por las propias empresas tecnológicas. Y eso puede ser un problema porque operamos en su terreno discursivo y su discurso hace un trabajo estratégico para ellos.
Creo que Bitcoin es lo menos interesante que se puede hacer con blockchain
Creo que blockchain está aquí para quedarse. Creo que es una tecnología razonablemente interesante, pero que las implementaciones actuales de la misma no son interesantes. Creo que Bitcoin es lo menos interesante que se puede hacer con blockchain. Pero dejando eso de lado, creo nada de esto va a cambiar la estructura más profunda de internet.
Con el metaverso ocurre algo similar. Es esencialmente un cambio de marca de la realidad virtual que pretende describir una especie de Internet inversivo. Puede haber líneas de negocio rentables que surjan de estas diferentes ideas. Pero dudo que haya algo que reestructure fundamentalmente la arquitectura de Internet o cómo se experimenta Internet. No estoy diciendo que eso no vaya a suceder. Inevitablemente, lo hará. Pero creo que el blockchain y la RV, por poner esos dos ejemplos, no son el vehículo para ello.