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Las claves de la nueva economía espacial: cohetes reutilizables y satélites low cost inundan el cielo

Representación de los satélites de Starlink sobre la Tierra.

Carlos del Castillo

3 de enero de 2025 21:55 h

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La humanidad ha comenzado la colonización del espacio. Tras varias décadas lanzando viajes de exploración, un ejército de máquinas está despegando de la Tierra para ocupar la órbita baja terrestre. Es el primer paso para convertir el cosmos en el continente exterior, con recursos aún por explotar y una generación de nuevas empresas preparándose para hacerlo. Una carrera que tiene mucho de geoestrategia y que los científicos observan con preocupación.

El nombre propio de esta etapa es Elon Musk. El empresario sudafricano afincado en Estados Unidos se propuso hace 20 años cambiar los cimientos de una industria espacial hasta entonces basada en la manufactura de componentes de altísima tecnología que se usaban una sola vez, con cohetes y dispositivos construidos de manera artesanal para cada misión. Apoyado en un cheque en blanco, ha usado las economías de escala, la reducción de costes y la automatización sin cuartel para cambiarlo todo.

A principios de siglo, poner un kilo de material en el espacio podía superar los 50.000 dólares. Hoy cuesta casi 50 veces menos. “Es un proceso de cinco pasos”, explicaba Musk en uno de sus discursos más compartidos, desde las instalaciones de SpaceX en Texas. “Primero, haz que tus requisitos sean menos tontos. Tus requisitos son, sin duda, tontos. No importa quién te los haya dado. Es particularmente peligroso si una persona inteligente te dio esos requisitos, porque podrías no cuestionarlos lo suficiente. Todos estamos equivocados alguna vez, sin importar quién seas”.

“Después, pon mucho esfuerzo en eliminar pasos o procesos. Esto es muy importante. Si no tienes que volver a añadir algunas de esas cosas después, es que no estás eliminando lo suficiente”, continuaba: “Solo entonces, simplifica u optimiza. La razón de que sea el tercer paso y no el primero es porque el error más común de un ingeniero inteligente es optimizar algo que no debería existir”.

“El paso cuatro es acelerar los ciclos [...], pero no vayas más rápido hasta que hayas trabajado en los otros tres pasos primero. Siempre puedes hacer que las cosas vayan más rápido. Y el paso quinto: automatiza”, resumía. Ha seguido esta lógica para miniaturizar los satélites y producirlos en serie para orbitar mucho más cerca de la Tierra que sus antecesores. Esto abarata tanto su producción como el lanzamiento, lo que también agiliza su renovación y la mejora constante de su tecnología.

SpaceX también ha conseguido que sus cohetes sean completamente reutilizables, lo que Musk denomina “el santo grial de la ingeniería espacial”. Gracias a todo ello ha puesto 6.000 minisatélites de Starlink en órbita y planea lanzar otros 6.000 próximamente. Más que todo el resto de países y empresas juntos. Un mapa interactivo (el mismo que ilustra esta información) creado por un ingeniero de OpenAI muestra cada uno de ellos y ayuda a visualizar la cantidad de estos aparatos que están ya en operación.

La economía reutilizable del espacio

Los satélites de Starlink están pensados para las comunicaciones comerciales, pero el poder que otorgan al magnate “preocupa” al resto de gobiernos, como reconoció recientemente la ministra española de Defensa, Margarita Robles. Para contrarrestarlo la UE acaba de rubricar Iris², un proyecto de 10.600 millones de euros para poner una constelación de 290 satélites en órbita, la mayoría de ellos de órbita baja como los de Starlink.

Los responsables del proyecto, como el exministro Pedro Duque, presidente de Hispasat, recalcan que “la aspiración no es ser un remedo de Starlink” y que los aparatos de la UE se centrarán en proporcionar comunicaciones seguras a los gobiernos. Sin embargo, uno de sus objetivos prioritarios de la inversión de Iris² es servir de tractor para transformar la industria espacial europea, adaptándola a la era Musk.

Las empresas que ya habían comenzado esa conversión celebran la iniciativa europea. “Estamos encantados”, dice Aníbal Villalba, jefe de Estrategia y Asuntos Públicos de PLD Space, una startup española que desarrolla cohetes. Su estrategia emula la de SpaceX, con lanzadores capaces de volver a la Tierra. “Nosotros estamos convencidos que en el futuro, todo lo que no sea reutilizable, no va a tener hueco en el mercado”, avanza: “¿Habrá otras compañías que también lo intenten? Probablemente, pero de momento solo estamos nosotros”.

PLD Space está ultimando el Miura 5, un lanzador cuyo primer despegue está programado para finales de 2025. La empresa, con sede en Elche e instalaciones de pruebas en el aeropuerto de Teruel, también está desarrollando una cápsula tripulada. “Europa está viviendo un invierno de los lanzadores. Hasta este verano, cuando se lanzó el Arianne 6, hemos estado años sin capacidad de lanzamiento y teniendo que recurrir a empresas estadounidenses”, recuerda Villalba.

El Arianne 6, no obstante, es un cohete de la generación que está a punto de quedar atrás. Fue concebido a principios de la década de los 2010, no es reutilizable y la pandemia y los constantes retrasos han disparado los costes del proyecto. “Es como utilizar un Porsche para repartir paquetitos por el espacio y luego hacerlo estallar”, ironiza el responsable de PLD Space.

El sector tiene pocas dudas en reconocer que la UE se ha quedado retrasada en esta cuestión, también a nivel económico. “Mejorar la parte de los lanzadores es lo más crítico para Europa en este sentido. Es muy importante consolidar esta capacidad”, argumenta Isabel Vera, presidenta del Comité del Espacio del Instituto de la Ingeniería Española.

Esa es la carrera de todo aquel que quiera competir con Musk. “A la hora de construir en serie y lanzar tantos satélites, los mayores retos son los financieros. Debes conseguir infraestructuras que inicialmente son muy caras. De hecho, ahora mismo solo están las de Elon Musk, porque ha invertido una cantidad enorme de dinero que quizá en un futuro pueda recuperar, aunque de momento no lo ha hecho”, continúa la experta.

De ahí que el programa Iris² haya sido bien recibido. “Europa debe recuperar su soberanía en esta cuestión. Es fundamental que también tengamos nuestra propia constelación de satélites para asegurar nuestra independencia tecnológica y las comunicaciones seguras”, dice Vera.

La ocupación del cielo

Mientras Europa se suma a la carrera, la comunidad científica debate los riesgos de colonizar la órbita baja terrestre. Un artículo publicado en agosto en la revista científica Astronomy & Astrophysics documentó que la segunda generación de minisatélites de Starlink crea interferencias de radiofrecuencia con señales hasta 30 veces más potentes que los de la primera generación.

Musk asegura que está desarrollando tecnologías para mitigarlo, como reducir la reflectividad de los aparatos, pero los astrónomos consideran que estas medidas no son suficientes debido a la gran cantidad de ellos que quiere lanzar. El empresario ha puesto sobre la mesa la posibilidad de llegar hasta los 42.000, a los que habría que sumar la constelación de Amazon, que tiene aprobados 3.236 como primer paso. China, por su parte, ya ha comenzado el lanzamiento de dos redes que sumaran unos 28.000 minisatélites.

Otros especialistas recuerdan la posibilidad de que el efecto Kessler se haga realidad con este lanzamiento masivo de dispositivos. Este escenario convertiría en inutilizable la órbita terrestre debido a la reacción en cadena de la basura espacial, con restos de satélites chocando entre sí y creando fragmentos cada vez más pequeños, que podrían viajar durante años a velocidades altísimas, representando un peligro para cualquier misión espacial, robótica o humana.

Por el momento, el método de eliminación de los minisatélites es lanzarlos hacia la Tierra al final de su vida útil. “Hay que darles un pequeño impulso para que automáticamente lleguen a la atmósfera de la Tierra y con el rozamiento, se degraden y se desintegren”, explica Isabel Vera. “La sostenibilidad es muy importante y se están tomando medidas para garantizarla en el uso del espacio. En el mar también hay muchos barcos y no están chocando continuamente”, recuerda.

Otro objetivo de Iris² es avanzar en esta cuestión. Una parte del proyecto se centrará en desarrollar nuevas tecnologías, con líneas de financiación específicas para reducir la basura espacial, poner en marcha métodos efectivos de recogerla y aumentar la reusabilidad general.

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