En cuestión de dos días, cinco cables submarinos de fibra óptica han sido cortados en distintos puntos de Europa. Dos de ellos afectaron a las islas Shetland, al norte de Escocia, dejando a sus 23.000 habitantes sin teléfono ni Internet. Los otros tres se produjeron cerca de Marsella, el nudo de conexiones digitales más importantes del Mediterráneo. Las rutas Marsella-Barcelona, Marsella-Lyon y Marsella-Milán quedaron interrumpidas, provocando alteraciones no solo en el Internet europeo, sino también en la red asiática e incluso en la estadounidense.
Uno de los cortes de las islas Shetland afectó a su conexión con el resto de Reino Unido y el otro, al cable que la une con las islas Feroe. En el primero, las autoridades han apuntado como posible causante a un pesquero de arrastre con bandera británica. En los otros cuatro, las razones de los cortes siguen siendo desconocidas. “Los equipos de reparación se encuentran en el lugar de los hechos, pero no pueden acceder al sitio hasta que la policía termine de recoger las pruebas”, informaba la empresa Zscaler, especializada en seguridad de la nube.
Los cables del polo de Marsella se repararon en unas 17 horas desde la alerta inicial, quedando las conexiones restablecidas el jueves por la noche. Pese a la gravedad de los cortes, estos no provocaron interrupciones de Internet. La alta vertebración digital del territorio continental europeo y los planes de contingencia previstos por las compañías hicieron que los usuarios apenas notaran algunos problemas de latencia o con ciertas herramientas específicas de los servicios digitales.
Los habitantes de las Shetland, en cambio, quedaron desconectados del mundo exterior desde la tarde del jueves a la tarde del viernes. En ubicaciones como esta, las conexiones dependen casi en exclusiva de los cables submarinos. Shetland contaba con dos y los dos sufrieron cortes el jueves.
Aunque no hay evidencias de que estos cortes se deban a un sabotaje, la coincidencia de dos graves incidentes que han afectado a múltiples cables relacionados con la conectividad de áreas concretas ha hecho disparar las alarmas sobre la seguridad de estas infraestructuras. Los cables submarinos transportan el 95% del tráfico de datos global y son críticos para Internet, pero no cuentan con una protección exhaustiva.
Cada estado se encarga de protegerlos en sus aguas territoriales. Una vez que el cable pasa a aguas internacionales, no hay ninguna autoridad específica que se encargue de su protección. Hasta la invasión de Ucrania por parte de Rusia, ni siquiera se tenía muy en cuenta el hecho de que alguien pudiera atacarlos voluntariamente.
“La seguridad de los cables submarinos es un elemento poco estudiado de la seguridad internacional”, advertía un reciente informe sobre ellos del Parlamento Europeo. “Su protección es un ámbito demasiado esencial de la política internacional como para seguir siendo un apéndice técnico del análisis de seguridad”, decía el texto, que pide aumentar la protección de los cables: “Aunque hay una creciente concienciación, sigue habiendo una falta de cuidado entre los responsables políticos”.
En el mundo hay unos 400 cables, de los cuales 250 pasan por Europa. La media anual de incidentes que causan cortes es de aproximadamente un centenar. La gran mayoría se producen por negligencias en las operaciones pesqueras cerca de ellos, pero la acumulación de cinco cortes en cuestión de horas ha vuelto a poner encima de la mesa la posibilidad de un sabotaje por parte de un tercero.
Rusia tiene los cables en su punto de mira
Rusia ya ha dejado señales claras de que los cables submarinos europeos están en sus planes estratégicos. La más evidente ocurrió solo unos días antes de la invasión de Ucrania. A la vez que las tropas del Kremlin entraban en el Dombás y se preparaban para asaltar el resto del país, Moscú mandaba otro aviso a la UE y a la OTAN con unas maniobras navales cerca de la costa irlandesa.
La concentración de buques de guerra rusos provocó una queja oficial de Irlanda, ya que se encontraban extremadamente cerca de sus aguas territoriales. La armada rusa acató la protesta y llevó las maniobras un poco más lejos. El mensaje era el mismo. Tanto el primer emplazamiento como el segundo se ubicaban justo encima de de las rutas de cables submarinos que unen Irlanda con las autopistas de datos internacionales.
“La intención no es cortar los cables, sino enviar un mensaje de que pueden cortarlos cuando quieran. La audiencia de ese mensaje es la OTAN, no Irlanda”, explicaron entonces fuentes militares irlandesas al Irish Times: “El anuncio del embajador ruso no ha cambiado eso”.
Este incidente es uno de los que refleja el informe de Parlamento Europeo que pide aumentar la seguridad de los cables submarinos. “Rusia tiene experiencia e interés en utilizar medios de guerra no convencionales o híbridos, como la interrupción de las redes de comunicaciones. De hecho, durante la anexión de Crimea, Moscú cortó la principal conexión de cable terrestre con el mundo exterior para obtener el control de la infraestructura de Internet de la península y, por tanto, del flujo de información. Esto permitió al Kremlin difundir desinformación y promover sus acciones como legítimas”, avisa el texto.
Poco vigilados
La Eurocámara pedía en su informe a los estados miembros aumentar la concienciación sobre esta infraestructura crítica, mucho menos citada que otras similares como los gasoductos a pesar de tener un gigantesco impacto económico. También reforzar la capacidad de vigilancia sobre lo que ocurre cerca de ellas.
“Los cables submarinos se protegen de sabotajes físicos y lógicos desde la propia estación de amarre hasta su entrada al mar, tanto los ductos como el propio cable, que va blindado evitando cortes. A partir de las 200 millas náuticas ya suelen ser aguas internacionales y solo podemos verificar cortes o intentos de corte”, explicaron fuentes del sector a este medio.
Esta situación se explica en parte por la condición de infraestructura “invisible” de los cables submarinos, cuyo servicio simplemente se da por hecho, recuerda el análisis europeo. Pero también porque hasta ahora un ataque a gran escala contra los cables habría podido repercutir en todo el mundo, también en las empresas del país atacante.
Con la guerra de Ucrania ese escenario ha cambiado. Rusia ha terminado de independizar su red de la del resto del mundo, para protegerla de injerencias del exterior y establecer una censura de información, pero también obligada por el rechazo de las empresas internacionales a prestar servicio en su territorio. El movimiento se apoya en una alianza con China para defender un Internet más balcanizado y controlado por los poderes estatales.