Los NFT fueron uno de los fenómenos del 2021, hasta el punto de ser declarados “palabra del año” por el diccionario Collins. Basados en la tecnología de las criptomonedas, estos artefactos digitales representan certificados de propiedad de bienes virtuales que solo existen en la red, ya sean imágenes vendidas como obras de arte, elementos coleccionables o piezas del metaverso.
Hace justo un año los NFT alcanzaron su punto álgido de popularidad, con 1.250.000 transacciones al día. La moda pegó fuerte y durante algunos meses pareció que ningún famoso o campaña de marketing se podía quedar fuera de la nueva ola del arte digital y sus precios disparados. “NFT es arte digital que entra dentro del mundo nuevo del metaverso”, explicó Iker Jiménez, presentador de Cuarto Milenio, que no pudo resistirse a lanzar su propia colección de cuadros digitales de temática alien.
“¿Esto se va a convertir en piezas únicas? Bueno, eso es lo que es el NFT, arte digital único e intransferible. Es como un cuadro, puede haber 20.000 copias de un cuadro, pero el cuadro original es uno”, continuaba. Su colección se denomina MetamilenioNFT. “MetamilenioNFT es arte digital de vanguardia. Diseño, 3d, música cósmica y mucho misterio. Obras que se convertirán en objetos de culto”, explica su perfil en la plataforma OpenSea, donde no han recibido ni una sola oferta.
Los cuadros de Jiménez llegaron en mal momento. En febrero de 2022 el mercado NFT que en 2021 reventaba récords estaba comenzando una contracción que puede durar años, reconoce el sector. La burbuja ha reventado.
Según los datos de Nonfungible.com, que publica diariamente las estadísticas del mercado NFT, los intercambios de estos artefactos virtuales han caído un 85% desde sus máximos, registrados en verano de 2021. Es un desplome aún más pronunciado que el que han sufrido las criptomonedas, con el Bitcoin cayendo un 70% desde su tope y el Ether (la segunda divisa más importante y en cuya red se inscriben los NFT), un 80%.
También se han deshinchado el valor que alcanzan en las pujas. Ejemplo de ello es la famosa colección de Bored Ape Yacht Club, las caricaturas de monos haciendo muecas por las que se llegó a pagar casi medio millón de dólares. Su valor ha caído un 78% desde abril. Las obras que no reciben ni una sola puja, como le ha pasado a Iker Jiménez, también se han vuelto habituales. Recientemente le ha ocurrido a Chevrolet con un NFT de su nuevo superdeportivo, y eso que venía en pack con el coche.
La propia OpenSea, la mayor plataforma de compraventa de NFT, no escapa al estallido de la burbuja. Acaba de despedir al 20% de su plantilla, aunque lo achaca al período de contracción que está arrasando a las empresas de criptomonedas con corralitos y quiebras. El sector lo denomina “criptoinvierno”. “Ya hemos pasado por el invierno antes y construimos esta empresa con la ciclicidad cripto en mente”, ha explicado su director general, Devin Finzer.
“No obstante, la realidad es que hemos entrado en una combinación sin precedentes de criptoinvierno y amplia inestabilidad macroeconómica, y tenemos que preparar a la empresa para la posibilidad de una caída prolongada”, ha reconocido. La empresa maneja “varios escenarios de criptoinvierno”, revela Finzer, uno de los cuales contempla hasta cinco años de bajos precios.
Hubo gente que se dedicaba a invertir y de repente se hizo artista
Incluso los criptoartistas lo veían venir. “Creo que es una consecuencia lógica de esa barbaridad de proyectos abrumadora y colecciones infinitas que hacía cualquiera”, dice Javier Arres, uno de los españoles que más ventas de obras digitales acumula. “Todo el mundo se puso a vender NFT y se generó una burbuja absurda. Hubo una saturación de proyectos sin sentido, sin ningún tipo de interés, de utilidad ni de valor artístico, que son las tres cosas que dan valor a un NFT”, continúa el criptoartista, cuyas obras le han reportado más de un millón de euros.
“Hubo gente que se dedicaba a invertir y de repente se hizo artista. Esa gente ya se ha retirado y el mercado se ha quedado en unos términos bastante más reales. Sigue vendiéndose, pero a precios más normales, más tranquilos”, expresa en conversación con este medio.
Arres está en la plataforma SuperRare, otra de las referencias del sector. Como OpenSea, prevé que el criptoinvierno pueda durar años. “Nos han dicho que la estimación es que como muy tarde el mercado pueda recuperarse para el 2024, que para ese momento puede haber una subida fuerte”, revela.
Promesa de sostenibilidad
Cuando las obras vendidas como NFT empezaron a marcar precios de hasta 69 millones de dólares por artefactos que no pasaban de ser una imagen digital que cualquier podía descargar, o de un millón de dólares por cuadros de un solo píxel, las críticas por ser un mercado puramente especulativo cayeron sobre el sector. Pero si algo ha ensombrecido a esta tecnología es el alto impacto medioambiental que tiene asociado.
No hay datos oficiales de la huella de carbono que lleva aparejada cada NFT, aunque se conoce que este proceso de acuñado digital consume enormes cantidades de energía. Uno de los pocos estudios realizados en este sentido lo realizó un criptoartista que fue acusado de aprovecharse de una moda muy poco sostenible. Memo Atken, ingeniero, científico de datos e ilustrador, empezó entonces una investigación que estimó que cada uno de estos artefactos supone arrojar una media de 211 kilos de dióxido de carbono a la atmósfera.
Los NFT se registran sobre la red de Ethereum, gracias a que esta permite escribir contratos inteligentes (como de propiedad de un bien digital) y no solo transacciones, como ocurre en Bitcoin. Para liberarse de la sombra del impacto medioambiental, Ethereum está preparando un cambio de sistema que puede suponer un antes y un después para la tecnología de las criptomonedas en este campo.
La explicación del cambio es tan compleja como todo lo que rodea a las criptomonedas. En la práctica, Ethereum dejará de requerir criptomineros, los responsables de añadir nuevos bloques de información a su blockchain a través de pruebas de trabajo que requieren esos enormes consumos energéticos y tecnología avanzada, para trabajar con “validadores”.
“Los validadores no necesitan usar cantidades significativas de potencia informática, ya que a ellos se les selecciona de manera aleatoria y no están compitiendo. No necesitan minar bloques, sino que únicamente precisan crear bloques cuando se les elige y validar los bloques propuestos cuando no lo son”, asegura Ethereum. Según los cálculos de esta red, el cambio de uno a otro debería reducir el consumo energético en un 95%.
Ethereum lleva años trabajando en este cambio y según su cofundador, el plan es llevarlo a cabo el 19 de septiembre.
Mientras eso sucede, la propia caída del precio de los criptomonedas ha dado un respiro a la atmósfera. Con márgenes de beneficio muy estrechos debido a esa contracción y la subida de los precios de la energía, los mineros están desconectando sus granjas y han dejado de arrojar miles de toneladas de CO2 a la atmósfera.