Habitar en México implica un modus vivendi muy distinto en función del lugar del país donde uno radique. No le faltan servicios, internet, transporte, locales de todo tipo y cualquier comodidad al que despierta cada día, por ejemplo, en el Distrito Federal, Puebla, Guadalajara, Xalapa o Monterrey. Para políticos y empresarios, esas metrópolis significan suculentos bocados económicos donde merece la pena invertir. ¿Para qué andar perdiendo tiempo y billetes en esos otros pueblos del estado que no dan remanente?
Ocurre que 20.000 pequeñas comunidades (9 millones de habitantes) de la misma nación ni tan siquiera disponen de un repetidor de telefonía móvil que les permita hacer uso de un celular. Abandonados en la inanición comunicativa, están condenados a hablar por teléfonos fijos y costear llamadas, a veces al extranjero, cuyos precios difícilmente pueden asumir. Talea de Castro (Oaxaca) es una de ellas. “Desde 2008 venimos solicitando una red, pero ninguna compañía, ni Telcel, ni Entel, ni Movistar quiso ofrecernos nunca una porque no les es rentable. Tampoco nunca el gobierno nos ha querido subvencionar este gasto”, explica Alejandro López Canseco, secretario del síndico municipal de esta pequeña comunidad serrana indígena.
Cuenta el edil que una de esas compañías -la única que respondió a su solicitud-, les pedía una garantía mínima de 10.000 usuarios, una condición ridícula teniendo en cuenta que su circunscripción está habitada por 2.500 campesinos sin capacidad conocida de desdoblamiento. También que desde los teléfonos fijos que poseen, una llamada a Estados Unidos -donde muchos de los vecinos tienen familia- tiene un coste de 15 pesos por minuto (unos 2 euros). “Y eso es mucho cuando el que más cobra aquí no saca más de 500 pesos mensuales”, apostilla el problema el portavoz municipal.
Lo de Talea, como lo de los otros 20 millares de comunidades rurales mexicanas sin servicio móvil, parecía un caso perdido en lo referente a hablar desde un auricular sin cable. Pero esta aldea está habitada por ese tipo de gente que no acepta un “imposible” por respuesta. A tomar por saco las empresas, el gobierno, sus negativas y los precios astronómicos con los que les quieren desangrar. “Nos hartamos de esperar, así que hemos hecho nuestra propia red de telefonía móvil”, explica López. Así es. Este municipio se ha convertido en el primero de todo México con su propio sistema de comunicación móvil celular. ¿Quién necesita una multinacional?
“Todo empezó a raíz de una idea que tuvo una ONG (Rhizomatica), que había venido hasta acá a abrir una emisora de radio”, relata el secretario. “Sabían nuestro problema y nos propusieron una solución”. Esta organización, junto al grupo Redes por la Diversidad, Equidad y Sustentabilidad A. C., empezaron en 2012 a llevar a cabo un proyecto para instalar una red privada de telefonía que cumpliría con todas las condiciones técnicas y legales que exige la ley, habilitaría el servicio de telefonía móvil entre los habitantes y reduciría considerablemente los costes.
El sistema con el que funciona esta red autónoma consiste en la instalación de una radio-base celular interna que opera en una banda de 900 mHz (la capacidad máxima que permite la ley para no necesitar una concesión por ella), a la que van a parar las señales de los celulares que se utilizan en el pueblo. Esas señales convergen en el artefacto, el cual traslada la comunicación vía internet a través de un protocolo VoIP.
Probaron y funcionó. Después del primer ensayo (en marzo), la gente del pueblo no dudó en ir a adquirir dispositivos. Daba igual si debían recorrer los 113 kilómetros que les separa de la capital del Estado (Oaxaca), o los 80 que hay hasta la primera población con servicios a la vista (Itxlan). Merecía la pena. No porque la telefonía móvil hubiese llegado a Talea. Sino porque la habían traído ellos.
“Ahora, por 15 pesos al mes [lo que vale un minuto de conferencia internacional por sus antiguos teléfonos fijos], las llamadas y los mensajes entre la gente del pueblo son totalmente gratuitas e ilimitadas. Y un minuto de conferencia con Estados Unidos, ¡a 20 céntimos de peso!”, cuantifica la diferencia López. Las llamadas nacionales fuera de la aldea serían más caras, pero para eso aún tienen la línea antigua, que queda relegada “a esa función no más”.
- ¿Ha cambiado el ambiente en el pueblo?
- Vaya si ha cambiado-, responde el edil. -Ahora ya hay unos 700 celulares, casi la mitad de los que somos. La gente los ha comprado y se pueden llamar aunque no estén cerca de un teléfono fijo. Algunos se la pasan hablando- dice con sorna. -Es otra vida-.
La prestación de un servicio para esta comunidad indígena basado en la colaboración y los sistemas tradicionales de radio ha abierto una nueva perspectiva para todas esos otros pueblos mexicanos y extranjeros que aún viven en el silencio comunicativo. “Unas ocho comunidades ya se han interesado por nuestro nuevo sistema”, afirma López. Además, Talea ya ha solicitado a COFETEL (Comisión Federal de Telecomunicaciones) una concesión para prestarse como ‘cobaya’ experimental del nuevo sistema. Quizás nunca antes les hayan hecho caso. “Pero ahora esto funciona”, se sonríe el secretario. Saben que les puede interesar.
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Noticia: YOROKOBU