Mantener un diálogo o un debate organizado en Internet es complicado. Antes o después las posiciones se enquistan, los argumentos se deterioran y el coloquio se acaba a la espera de que se cumpla la vieja ley de Godwin, aquél enunciado que dice: “A medida que una discusión online se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno.”
La culpa puede ser de cualquiera en un momento dado, pero hay individuos expertos en provocar y enervar. Hay varios tipos con más parecidos que diferencias: flammers, haters, trolls… Son varios conceptos de la jerga de Internet que representan comportamientos destructivos, divertidos para parte de sus contertulios y ofensivos para otros. Por eso también son de utilidad para los gestores de las páginas.
Para los profesionales de la web son cada vez más fácilmente identificables. “En el momento en que ves que no se establece un diálogo y una de las partes no trata de escuchar sino gritar más alto y fuerte, dejas de prestar atención”, cuenta Tomás Martínez, Redactor Jefe de Audiovisual y Redes Sociales de Alfabetajuega, “son los menos pero hacen más ruido”.
Entre sus habilidades destacan su esfuerzo por desvirtuar y descontextualizar ideas, la reiteración de su mensaje, la capacidad para fijarse en el detalle negativo superfluo sobre el resto del contenido o la búsqueda de empatía por la vía rápida con cualquier aliado potencial. Hay algunos que lo realizan a título individual y otros como parte de un programa organizado para desestabilizar o incidir en la opinión pública.
La conducta del trol
La conducta del trol¿Ser trol es un comportamiento en un momento determinado propiciado por el entorno, una actitud decidida o un rasgo de la personalidad? Las distintas interpretaciones y ejemplos invitan a pensar que más allá de la patología que puedan sufrir individuos concretos, en la mayoría de los casos se trata de un comportamiento aislado.
Olga Montesinos, psicóloga especializada en tratar a jóvenes y adolescentes, explica que hay tres características personales que pueden influir a la hora de seguir este tipo de conductas. Pueden ser sencillamente “una búsqueda de atención, de ahí que la respuesta de otras personas a un comentario del trol favorezca que siga haciéndolo, o una búsqueda de sensaciones, en nuestro caso el troll puede realizar determinados comentarios incendiarios por el simple hecho de disfrutar de la sensación de saltarse las normas informales de civismo y educación.”
En las situaciones más graves, concluye, su motivación puede ser la frustración en alguno o varios ámbitos de la vida real del usuario, “que alivia mediante la realización de comentarios agresivos a otros”.
En situaciones concretas cualquiera puede comportarse como un trol en un sitio y después ser un usuario modelo en el resto de la red, como mera diversión momentánea, no como una patología.
Gracias al anonimato que ofrece Internet
Gracias al anonimato que ofrece InternetHace ya casi cuatro años Enrique Dans decía, no de forma condescendiente, que los trols persecutorios eran propios de un Internet aún joven. El profesor de Sistemas de Información del IE, una de las voces más conocidas en este entorno, afirmaba que “la red es un entorno nuevo y admite comportamientos que fuera serían inaceptables. Puede que alguien me insulte en un momento dado por la calle, pero nunca lo haría de forma constante, y nunca se consideraría una parodia sino acoso.”
Actualmente gran cantidad de foros y formularios de comentario permiten utilizar el nombre real, incluso la vinculación con redes sociales personales como Facebook o Twitter. Sin embargo, a la hora de incumplir las normas se recurre con frecuencia a pseudónimos y nicks que permiten ocultar la autoría.
Montensinos coincide con Dans en que es algo propio de Internet e impensable en la calle ya que “el anonimato les hace ser inmunes a posibles consecuencias de sus comportamientos, incrementando la insensibilidad de lo que puedan pensar otros de ellos.”
Pero el paso de la broma al insulto puede acarrear sanciones legales y para la Brigada de Investigación tecnológica de la Policía y el Grupo de Delitos de la Guardia Civil no es tan complicado sacar a la luz a los responsables.
En verano de 2012 un tribunal de Castilla La Mancha condenó a un trol por injurias contra el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha y el Fiscal Decano de Talavera de la Reina. Pero además, también condenó al administrador del foro a pagar 12.000 euros por permitirlas y no actuar para evitarlas, es decir, por no banear o expulsar al usuario.
“Ser troleado”, un indicador de éxito
“Ser troleado”, un indicador de éxitoEse tipo de desenlaces son excepcionales. Al contrario, el conflicto y la polémica son rentables y hay quienes lo toleran o incluso lo fomentan desde dentro. En muchas ocasiones el objetivo del trol no es otro usuario si no que escoge a una empresa u organismo o a uno de sus trabajadores. Las marcas y el fenómeno fan son un terreno muy fértil para este tipo de comportamientos porque activan ese otro mecanismo tan difundido por la red: el odio (de los haters).
En este caso no se trata de estar o no de acuerdo con una opinión, el objetivo es hacer una crítica continuada e inamovible a un producto, ya sea un bien o servicio consumible, una actividad o una ideología. Y por extensión, a un texto escrito en cualquier diario, web o foro acerca de ese producto. “Al hacer tu trabajo público te debes a tus lectores y no tienen por qué gustarte sus opiniones. Otra cosa son los ataques personales sin sentido”, comenta Martínez, popular entre los videojugadores por su columna semanal.
Matt Asay, vicepresidente de 10gen, ha aplicado al mundo online el antiguo dicho de “ladran, luego cabalgamos” y su conclusión es que los enemigos son un indicador del éxito. Afirma que para una compañía la crítica es mejor que la indiferencia. “Incluso los haters que sueltan más bilis pueden ser instructivos, al fin y al cabo, la clave es aprender de ello sin que te consuma”, escribe para ReadWriteWeb.
¿Pero cómo comportarse ante alguien así? Asay envía un consejo:
“Escucha sus críticas, evalúa sus méritos, no respondas, sigue mejorando tu producto y sé muy, muy agradecido por tener haters”.