“¡Taksim es nuestro, Estambul es nuestro!”. Los gritos no pertenecen a alguno de los jóvenes que ocuparon el Taksim Gezi Park de Estambul el pasado 28 de mayo. Tampoco es una consigna que esté circulando en Twitter en la ya global etiqueta #OccupyGezi#OccupyGezi. “Taksim es nuestro” lo pronuncia un ciudadano anónimo en el vídeo Taksim Square(Istambul Commons), durante una manifestación celebrada el otoño pasado. “Taksim es nuestro” - continúa la voz con el megáfono - “no importa la opinión política que tenga la gente”.
El vídeo pertenece al proyecto Mapping the commons, ideado por el estudio sevillano Hacktitectura y desarrollado por el arquitecto Pablo de Soto en Atenas y Estambul. Y contextualiza a la perfección la vertiginosa insurrección que está viviendo Estambul y toda Turquía. El centro comercial planeado por el Gobierno de Recep Tayyip ErdoÄan que encendió #OccupyGezi es apenas la punta de un iceberg mayor: un duro plan neoliberal para privatizar bienes comunes (aguas, bosques) y espacio público. ¿Hasta qué punto el ataque al procomún y concretamente la privatizacón de los comunes urbanos encendieron la primavera turca?
El proyecto Mapping the Commons Mapping the Commons- definido por sus propios autores como una performance que puede volverse reflexión, una obra de arte o una acción social - es un verdadero paseo por las raíces de #OccupyGezi. La cartografía, realizada en la plataforma MeipiMeipi, organiza el procomún de Estambul en cuatro categorías: Bienes naturales, Cultura, Espacio público y Digital. Los vídeos del proyecto resumen los ataques que el procomún sufre en la era ErdoÄan.
En Communication space se refleja, a través de las protestas de los estudiantes universitarios, el conflicto del conocimiento y la comunicación libres. En Water as a commons, el asunto central es la privatización de la gestión del agua en la región. For-rest denuncia que el tercer puente sobre el estrecho del Bósforo que planea el Gobierno de ErdoÄan supondría la desaparición del bosque de Belgrado, pulmón verde de la urbe. La represión en el espacio público de manifestaciones socio-culturales como bodas callejeras o el fin de la única plaza peatonal (Galata Square) de Estambul protagonizan los vídeos Cultural expressions in public space o Galata Tower Square.
¿Hasta qué punto la privatización salvaje del procomún natural y urbano de Estambul ha encendido la revuelta de #OccupyGezi? El activista Pablo de Soto, en declaraciones a eldiario.es, piensa que está intrínsecamente relacionado: “La tala de los árboles para construir un centro comercial para la élite y los turistas ha sido la mecha del incendio, el catalizador final de las protestas por justicia social y económica”.
La arquitecta turca Pelin Tan, en su artículo A report from Gezi Park, refuerza la tesis: “Para el Gobierno turco, las nuevas políticas urbanas son la excusa para actos de segregación, para incentivar estilos de vida neoliberales, el progresivo endeudamiento de sus ciudadanos, explotación, racismo, corrupción y la instalación de un estado de excepción que viola los derechos humanos”. Por su parte, la prestigiosa plataforma Architizer también sitúa el urban commons como claro origen de la revuelta.
#OccupyGezi es mucho más que un grito ecologista para salvar los árboles de Taksim.#OccupyGezi Pero no exclusivamente una revuelta antagonista contra la arrogancia macropolítica del Gobierno turco o el supuesto intento islamizante de ErdoÄan del que habla la prensa Occidental.
En La Catedral y el Bazar, el hacker Eric S. Raymond contraponía dos modelos en la elaboración de software. La Catedral representa el modelo de desarrollo hermético y vertical del software propietario. El bazar, con su dinámica horizontal y “bulliciosa”, representaría a Linux y otros proyectos de software libre basados en el trabajo comunitario. Ningún lugar como Estambul, con su bullicioso Gran Bazar, encarna mejor la metáfora urbana de la tesis de Raymond. De un lado, la catedral de recetas top down y propietarias del Gobierno de Erdogan. Del otro, el gran bazar humano de Estambul, su espacio público, la tradición procomunal de las comunidades de la urbe. #OccupyGezi, su convivencia humana, resume el choque de trenes de la historia, de dos modelos incompatibles.
Uno de los administradores de la página de Facebook Occupy Gezi describe en una entrevista en el blog No Rhetorike la estrategia de la catedral neoliberal contra los manifestantes de Taksim: “En Turquía no tenemos una buena conexión 3G. Cuando se le da mucho uso se colapsa. Además, muchas personas han informado del uso de desinhibidores de señal por parte de la policía. Por eso, comenzamos a utilizar una conexión VPN (Virtual Private Network). Además, las tiendas, restaurantes, hoteles y los residentes de la zona han cedido Wi-Fi a los manifestantes, abriendo las contraseñas de sus redes”. El bazar colaborativo de Estambul, de momento, dribló a la apisonadora-catedral de ErdoÄan.
¿Se puede hacer alguna comparación entre #OccupyGezzi y la acampada de la Puerta del Sol de Madrid del 15M o la de Occupy Wall Street en Zuccotti? Pelin Tan, en el ya citado texto, destaca que la “ocupación de Gezi es un símbolo de estar juntos en lo común (usa la casi intraducible palabra commoning), a pesar de nuestras diferencias”. En #OccupyGezi se han implicado, continúa, “gente de diferentes clases, barrios y movimientos culturales antes que las organizaciones políticas y grupos de oposición”. Una auto organización transversal del bazar colaborativo que la violencia policial multiplicó hasta límites no esperados. De la plaza al mundo. De lo hiperlocal a la geopolítica.
Por su parte, el activista Örsan Senalp, habitual en las listas de correos de TakeTheSquare.net creadas en el inicio del 15M español, resalta a eldiario.es la importancia de las redes en la incipiente Primavera Turca: “El pensamiento peer-to-peer (P2P) y del procomún nos da una alternativa clara al capitalismo. En estos momentos, en las redes sociales, las calles y las luchas de Estambul están convirtiéndose en un procomún con muchos vínculos internacionales”.
De Taksim al mundo. De lo hiperlocal a lo global. De lo urbano a la geopolítica. En su aclamado libro Ciudades rebeldes, el sociólogo David Harvey afirma que la “revolución será urbana o no será”. Y adapta al siglo XXI “el derecho a la ciudad”, un viejo grito de los años sesenta, título de un mítico libro de Henry Lefebvre. El derecho a la ciudad sería un “espacio social con interacciones y prácticas donde la producción social tiene lugar”.
La metrópolis moderna tiene un papel importante en el procomún. Curiosamente, los movimientos sociales de Estambul están remezclando el grito de Lefebvre-Harvey. En El movimiento Derecho a la Ciudad y el verano turco, la periodista independiente Jay Cassano hace un detallado repaso a los ataques neoliberales que Estambul está sufriendo en los últimos tiempos, al margen del proyecto de centro comercial para Gezi Taksim.
Jay cita en su artículo la conversión del histórico cine Emek en centro comercial. Menciona el tercer puente sobre el Bósforo.cine Emek en centro comercial Y destaca el fuerte proceso de gentrificación que está sufriendo Estambul, especialmente en “los barrios históricos de Sulukule, TarlabaÅı, Tophane y Fener-Balat, donde viven los inmigrantes y la minoría kurda”. Precisamente, Mapping the commons le dedica un vídeo al distrito de Fenet-Balat-Ayvansaray, donde los vecinos resisten al plan urbanístico del Ayuntamiento desde la asociación Febayder.
El colectivo Reclaim Istambul, inspirado en el colectivo británico Reclaim the streets que luchaba por el espacio público, hace una verdadera lista de los horrores urbanísticos planeados para Estambullista de los horrores: “Cientos de edificios enrejados, torres de oficinas, centros comerciales y proyectos multiusos creciendo como setas en toda la ciudad”. Entre el rodillo de proyectos de corte neoliberal, destacan Via Port Venezia (“hemos rediseñado Venecia y la hemos traído a Estambul”) o Mall of Istambul (“disfruta de cerca uno de los mayores shoppings de Turquía”). En cierto sentido, #OccupyGezi nació como grito coral para evitar que la milenaria Estambul acabe convertida en Las Vegas o Dubai.
El colectivo Reclaim Istambul es el responsable de uno de los documentales más polémicos de los últimos tiempos, Ekümenópolis. Con un verdadero cocktail de imágenes, entrevistas, música, gráficos y animaciones, Ekümenópolis dibuja el salvaje ataque al procomún urbano y natural que sufre la ciudad. La contundencia de su sinopsis da una idea de la dureza de su contenido: “Hace unos años, Estambul tenía 3,5 millones de habitantes. Hoy somos 15 millones y en 15 años seremos 23. Se han sobrepasado los límites ecológicos. Se han sobrepasado los límites económicos. Se ha sobrepasado el límite de población. Se ha perdido la cohesión social. Aquí tienen una imagen del urbanismo neoliberal: Ekümenopolis”.
“Es más que una revolución tecnológica: es una revolución cultural. Los rígidos modelos verticales para optimizar los sistemas de producción de masas del siglo pasado están siendo remplazados por flexibles redes peer-to-peer que nos llevan hacia una nueva estética de códigos”. La frase es del arquitecto Joseph Grima, director de la última edición de la Bienal de Diseño de Estambul, celebrada a finales de 2012. Adhocracy, el título de la Bienal, no fue casual. La adhocracia, otro término recientemente resucitado, es un nuevo modelo de organización flexible, intuitiva, transversal. La adhocracia es horizontal, rotativa. Por eso, Adhocracy fue mucho más que una exposición. Fue un laboratorio.
Una de sus comisarias, Ethel Baraona (Dpr-Barcelona), respondiendo a un cuestionario sobre #OccupyGezi, destaca el vínculo con el procomún urbano de la Bienal: “Un alto porcentaje de los proyectos estaban relacionados con el activismo urbano, con la intención de llamar la atención del espacio público como espacio de intercambio de conocimientos y de acción”. La Bienal adhócrata esparció por Estambul el dinamismo de colectivos-proyectos como Crafting Neigborhoods, Recetas Urbanas, Open Structures, Maker Faire Africa, Arduino o Zuloark (representando al madrileño El Campo de Cebada).
Especialmente metafórico resultó el proyecto Drone Shade, de la artista James Bridle. Tras sembrar de sombras de 'drones' (aviones no tripulados) la franja de Gaza o Londres, James dibujó con líneas blancas en el corazón urbano de Estambul la supuesta sombra de los drones que Estados Unidos utiliza desde Turquía. El espacio público como tablero del mundo. Como metáfora geopolítica. La metralleta top down y neoliberal de ErdoÄan, representada en una forma de contornos blancos. La alianza militar estadounidense-turca que persigue al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el norte de Turquía y el norte de Irán, como una verdad a ras-de-suelo. La ciudad como campo de batalla.
¿Es #OccupyGezi la primera revolución incendiada por el procomún urbano? Tal vez la primera, pero no la última. El modelo de la catedral neoliberal de Estambul se replica en todo el mundo. Los desalojos y la especulación en el Rio de Janeiro preolímpico son un ejemplo. El proyecto EuroVegas de Madrid, como destaca Pablo de Soto, “es un escándalo de privatización y excepción de la legalidad al nivel de la destrucción del parque Gezi en Taksim”.
¿Ha llegado ya la era de las Rebel Cities de David Harvey? ¿Veremos una secuencia de revoluciones urbanas en un planeta que esquilma sus comunes naturales a un ritmo asustador? Aunque no hay respuestas, sí existen intuiciones. El antropólogo y activista del 15M Adolfo Estalella, en su provocador texto El procomún no es un commmons, vaticina una fuerte politización de las urbes: “El procomún es la figura que permite politizar la ciudad. Si hace diez años la globalización era el objeto del activismo, ahora es la ciudad. Así que el procomún es para el activismo actual lo que la globalización era para este hace diez años”.