Raspberry Pi 2: nueva versión del ordenador de 30 euros
Uno de los proyectos de hardware libre más conocidos es Raspberry Pi. Este pequeño ordenador, de apenas 35 dólares de coste (unos 30 euros), nació en el seno de una fundación con un claro objetivo: romper la brecha digital y llevar la enseñanza de la programación a los colegios de todo el mundo, proporcionando a los escolares un entorno de desarrollo abierto y, lo más importante, asequible para las escuelas.
Desde su lanzamiento al mercado en febrero de 2012 se han vendido más de 4 millones de unidades: una cifra que muestra bien el éxito de un ordenador que ha trascendido del ámbito escolar y se ha convertido en el eje sobre el que giran múltiples proyectos de aficionados a la electrónica, proyectos de investigación en el ámbito de la robótica e, incluso, algunas startups que trabajan en el desarrollo de productos hardware.
Como muestra de la buena salud del proyecto, la Fundación Raspberry Pi ha anunciado el lanzamiento de una nueva versión de su ordenador: Raspberry Pi 2.
Un proyecto dispuesto a cambiar las cosas
Raspberry Pi es un proyecto que comenzó a cocinarse en el año 2006 de la mano de profesores e ingenieros ingleses que buscaban “contagiar de entusiasmo” a los estudiantes y atraerlos hacia el mundo de la programación y las ciencias de la computación. No todos los colegios contaban, dentro de sus programas formativos, de enseñanzas regladas de programación pero, además, había profesores que ni siquiera tenían los medios técnicos necesarios como aulas de informática.
Precisamente, con la idea de poder romper con esta brecha en el acceso a los ordenadores en las aulas, se constituyó la Fundación Raspberry Pi para cumplir con la misión de “promover el estudio de las ciencias de la computación y temas relacionados, especialmente a nivel escolar, y regresar la diversión al aprendizaje de la computación”.
Desde su lanzamiento oficial en el año 2012, gracias a Raspberry Pi y la solidaridad de empresas y particulares, se han podido montar aulas de informática en escuelas de países en desarrollo. En Camerún, por ejemplo, se pudo montar un aula con 30 ordenadores Raspberry Pi en una escuela rural gracias al esfuerzo de un cooperante de Bélgica y, a raíz de una campaña de crowdfunding en Indiegogo, se pudo montar un aula de informática en una escuela rural de Suazilandia.
De todas formas, no hay que irse a países en desarrollo para poder comprobar el impacto de Raspberry Pi; realmente es algo que nos queda mucho más cerca. Empresas como Google o el operador de telefonía O2 han visto el potencial de este proyecto a la hora de generar “cantera de nuevos ingenieros” y apadrinaron un programa para ceder 13.000 dispositivos a escuelas de Reino Unido y, de esta forma, motivar a alumnos y docentes así como contribuir a la ruptura de la brecha digital que existía en las escuelas de este país (donde quedaba muy marcado el hecho de que las escuelas privadas sí disponían de ordenadores frente a la carestía que sufrían las escuelas públicas).
Raspberry Pi 2: más potencia al mismo precio
La nueva Raspberry Pi 2 sigue ofreciendo a los usuarios una arquitectura basada en procesador ARM. Concretamente, el sistema monta un procesador Broadcom ARM Cortex-A7 (el SoC BCM2836) de cuatro núcleos a 900 MHz y 1 GB de memoria RAM; dicho de otra forma, si lo comparamos con el modelo que se estaba distribuyendo hasta ahora, Raspberry Pi modelo B+, esta nueva versión supone multiplicar por 6 el rendimiento de este computador (lo cual abre las puertas a aplicaciones mucho más ambiciosas).
Este salto en las prestaciones se realiza manteniendo el precio al 35 dólares y también el factor de forma (el diseño de la placa es idéntico a Raspberry Pi modelo B+). Por tanto, los usuarios de este nuevo modelo seguirán encontrando un chip gráfico VideoCore IV de doble núcleo capaz de soportar 1080p a 30 fps, salida HDMI, salida de video compuesto, salida de audio estéreo, interfaz de red Ethernet 10/100, 4 puertos USB 2.0, ranura de tarjetas MicroSD y la habitual batería de 40 pines de entrada/salida que permite comunicar la placa con otros periféricos externos.
Además de conservar la compatibilidad con la primera versión de esta computadora, Raspberry Pi 2 trae consigo una novedad muy interesante: Raspberry Pi 2 será compatible con Windows 10Windows 10.
Microsoft y su apuesta por Raspberry Pi
Tal y como comentaban en el anuncio de Raspberry Pi 2, la fundación ha hecho público también la colaboración que arrancaron, hace 6 meses, con Microsoft. ¿El objetivo? Llevar Windows 10 al ecosistema de Raspberry Pi, un desembarco que requería actualizar las prestaciones del computador. Microsoft ofrecerá Windows 10 para Raspberry Pi 2 de manera gratuita, eso sí, será solamente para desarrolladores que participen dentro del programa sobre IoT (Internet of Things o “Internet de las cosas”) y habrá que esperar a que esta versión de Windows 10 esté disponible.
¿Y qué ofrece el ecosistema de Raspberry Pi a Microsoft? Alrededor de Raspberry Pi han surgido múltiples proyectos; es un ordenador que ha traspasado la frontera de las aulas para estar presente en proyectos de investigación y startups de todo el mundo (dado que es asequible y fácil de conseguir). El ecosistema de Raspberry Pi es muy activo; alrededor de la ola del Internet de las cosas y los dispositivos conectados, Microsoft tiene ante sí las puertas de millones de dispositivos que, potencialmente, podrían usar Windows 10 y formar parte de esa “convergencia de plataformas” (IoT, consolas de videojuegos, móviles y dispositivos de escritorio) que hace tiempo que está buscando.
Microsoft, a través de su programa para desarrolladores de IoT, va a ofrecer soporte de Windows 10 para las placas Intel Galileo (que son compatibles con Arduino); tendiendo su mano hacia Raspberry Pi, los de Redmond consiguen cubrir dos de los principales kits de desarrollo que se usan en el ámbito de Internet of Things.
Ordenadores de bajo coste e Internet de las cosas
Gracias a Raspberry Pi, el segmento de los miniPCs dio un gran vuelco y se transformó por completo. Originalmente, este tipo de sistemas aspiraban a ofrecer ordenadores personales de bajo coste a los usuarios; un objetivo que quedó perfectamente cumplido y que abrió la puerta a que surgiesen nuevos proyectos como APC o Intel Compute Stick (que recientemente se presentó durante el CES y, por 150 dólares, transforma cualquier televisor en un completo ordenador personal con Windows o Linux).
Sin embargo, a pesar de que hoy en día podríamos trabajar con uno de estos pequeños ordenadores personales, su mayor contribución ha sido la de catalizador para la comunidad makermaker, es decir, la comunidad formada por startups, investigadores y aficionados a la electrónica o la programación que han adoptado estos sistemas como el pilar de sus proyectos.
Raspberry Pi ha sido, y es, una gran cabeza tractora de este ecosistema que, principalmente, trabaja en el desarrollo de productos y servicios alrededor del Internet de las Cosas. No es extraño encontrar a Raspberry Pi dentro de la fase temprana de un proyecto de hardware; es un buen sistema de prototipado a bajo coste y, por ejemplo, proyectos como Gramofon comenzaron a desarrollarse sobre una placa Raspberry Pi.
Fabricantes como Intel, por ejemplo, no han querido quedarse atrás de esta ola y se han sumado con proyectos como Intel Galileo o Intel Edison, AMD ha apostado por este nicho con Gizmo 2 y han surgido proyectos como BeagleBone, ODRIOD-C1 o MIPS Creator IC20 que también ocupan un importante lugar entre los desarrolladores.
Cada vez son más los “dispositivos cotidianos” que disponen de capacidad para conectarse a Internet. Por tanto, la demanda de sistemas de desarrollo como Raspberry Pi, y el resto de alternativas que aparecen en el mercado, irá en aumento. Este tipo de proyectos hacen que la tecnología sea accesible; el coste deja de ser una barrera de entrada y abre las puertas a que alumnos, profesores y desarrolladores den rienda suelta a su imaginación y creatividad.
Raspberry Pi nació con el objetivo de llevar la enseñanza de la programación a la escuelas y, además de conseguirlo, ha llegado mucho más lejos.
En el ámbito universitario, profesores como los de la Universidad de Southampton han usado este pequeño ordenador para construir un supercomputador (a pequeña escala) y poder mostrar a sus alumnos, de manera real, cómo funciona la computación distribuida. Empresas y startups se apoyan en este ordenador para realizar prototipos y sus primeros “productos mínimos viables” y entre los aficionados a la electrónica y la programación, este tipo de ordenadores de bajo coste son el núcleo de cantidad de proyectos creativos: robótica, impresión 3D, y hogar inteligente, entre otros.