El documental sobre The Pirate Bay, dirigido por Simon Klose, tiene nombre de dos acrónimos: TPB, por el nombre del tracker y AFK, refiriéndose a la frase usada en chats: away from keyboard, que significa que no se está enfrente del ordenador en ese momento. Peter Sunde, cofundador de TPB, durante el juicio dice que ellos prefieren esta expresión antes que IRL (in real life), porque lo que sucede en internet también es parte de la vida real. Y en esa escena se visualiza algo que intenta mostrarnos el film varias veces, los códigos y las reacciones de unos chicos que se enfrentan a la Justicia sueca por un proyecto que materializa un principio que defienden: compartir.
Los mismos fundadores participan en TPB AFK: Peter Sunde, Fredrik Neij y Gottfrid Svartholm Warg, que se centra sobre todo en las distintas instancias del proceso legal, mostrando cómo vivieron ellos las sentencias y qué pensaban de todo eso. Lo que más interés genera es la relación entre ellos, su personalidad y lo que hacen. Me quedé con ganas de conocerlos más, de entrevistas más profundas. Me pareció que el documental desaprovecha la cercanía con ellos. No logra por un lado, bucear en sus personalidades y sus ideas, y también se queda corto en otro contar lo que significa The Pirate Bay hoy en el contexto de internet. Hay una cantidad de gente que accede a películas, música, y hay un inmenso fenómeno que es en la red para alguien que no haya seguido el tema.
Klose muestra algo de la persecución al profesor Roger Wallis, que contó en la Corte que no sólo no había relación en el intercambio de archivos en internet y las ventas de películas sino que en algunos casos la piratería disparaba las ventas, pero todo esto no llega a dar el contexto necesario, y al final me pareció que sólo hablamos de tres nerds que fueron a juicio por montar un servidor.
Hay un gran ausente en la película, Carl Lundström, el magnate que no quiso aparecer. Durante el juicio, la acusación intenta mostrar que la implicación de Lundström, (de quien se dice que apoyaba a partidos de extrema derecha) en el proyecto de TPB es mucho mayor que la que parece, aunque los fundadores admiten que al principio los apoyó económicamente aportando servidores y ancho de banda. También se habla de las relaciones de TPB con Wikileaks, con KOPIMI y con el Partido Pirata, que los apoya alojando sus servidores en el impactante búnker Pionen White Mountains.
Se ha criticado que el documental no hace quedar muy bien a los fundadores, y en realidad me gusta que no nos muestre a los héroes que esperamos encontrar. “No quiero ser un mártir”, dice Peter Sunde casi al final del film, donde se muestran las diferencias entre ellos, y los problemas de drogas y alcohol. Es inevitable preguntarse cuánto de la presión de la sentencia los afecta, y acordarse de Aaron Swartz.
“Ellos usan tácticas judiciales, nosotros usamos tácticas técnicas”, dice Sunde. La batalla se libra en un terreno desigual, donde se hablan diferentes idiomas -y no me refiero al sueco y al inglés. Una Justicia, en el mejor de los casos, que se muestra vestida de status quo y que no parece entender los nuevos escenarios, ya no sólo técnicos, sino culturales, sobre la que además pesan sospechas fundadas de conflicto de intereses entre sus miembros.
Frente a eso, la pregunta por el mundo que queremos construir es lo que hace de la historia de TPB algo más que unos chicos que construyeron una página para ganar dinero, y sólo por esas líneas hay que ver la película y conocer la historia.
TPB AFK se presentó en el 63° Festival Internacional de Cine de Berlín el viernes 8 y simultáneamente se estrenó online. Puede verse en YouTube (aquí con subtítulos en español), mediante descarga en TPB o comprando el DVD. La cinta es distribuida bajo licencia Creative Commons BY-SA (Attribution/Share Alike).