“Se nos dice que esperemos. Para una compañía grande, quizá esperar sea prudente, pero para aquellos cuyo derecho a existir está amenazado, decimos que no hay tiempo que perder y que ya hemos esperado demasiado”, afirman unos 130 empleados de Google, YouTube y Alphabet (matriz de ambas) en una carta abierta en la que piden a la Comisión organizadora del Orgullo de San Francisco que excluya a sus empresas de los actos de celebración del próximo 30 de junio y se niegue a aceptar su patrocinio.
Se trata de una consecuencia más de la tensión que se vive en los últimos días en la sede central de la multinacional estadounidense. Sus trabajadores LGTBi se han plantado ante lo que consideran como una dejación en la responsabilidad de la compañía de proteger a este colectivo del discurso del odio en sus diferentes servicios. Denuncian que los contenidos homófobos tiene barra libre ellos y, especialmente, en YouTube.
En un primer momento, los trabajadores se disponían a hacer ver su disgusto en las celebraciones del Orgullo, en las que Google participa activamente. Sin embargo, según ha explicado la compañía a eldiario.es, esta les recordó que sus normas de conducta prohíben hacer protestas de este tipo mientras se representa a Google. La vía de hacerlo, indicó, es de forma personal, no con la carroza de la empresa y su comitiva.
La respuesta de los empleados ha sido elevar la queja e intentar sacar a la multinacional de las celebraciones del Orgullo en San Francisco.
“No hacemos esta solicitud sin considerar seriamente las alternativas”, aclaran los empleados en la misiva, rubricada con sus nombres y apellidos: “Hemos considerado la posibilidad de que nuestra empresa nos castigue por firmar esta carta, o que los partidarios de los que nos atacan carguen contra nosotros personalmente, online o de otra manera, simplemente por expresarnos. A pesar de estos riesgos, estamos obligados a hablar”.
En su carta, citan como ejemplo de la tolerancia de YouTube ante la homofobia la decisión de la plataforma de vídeo de no censurar el canal del cómico Steven Crowder, que insultó al periodista gay Carlos Maza, llamándole “duendecillo balbuceante” y “pequeño queer” (insulto homófobo cuya transcripción literal sería “torcido” o “rarito”, aunque el colectivo LGTBI se reapropió de la palabra queer y la emplea como definición propia).
Los hechos ocurrieron a principios del junio y ante las denuncias de la comunidad LGTBI contra YouTube por no censurar el canal de Crowder, la CEO de la empresa Susan Wojcicki se disculpó, pero alegó que el vídeo respetaba sus políticas: “Si elimináramos ese contenido, habría (muchos) otros contenidos que tendríamos que eliminar”. “Sé que fue una decisión dolorosa para la comunidad LGTBI. Esa no era la intención”.
“Recibimos disculpas por estar molestos por las políticas y prácticas a las que nos oponemos”, contestan los trabajadores a Wojcicki en su carta. “Hemos pasado innumerables horas abogando por nuestra compañía para mejorar las políticas y prácticas”, denuncian: “Siempre que presionamos para que se produzca un cambio, solo se nos dice que la compañía examinará detenidamente estas políticas. Pero nunca nos hemos comprometido a mejorar, y cuando preguntamos cuándo se realizarán estas mejoras, siempre se nos dice que seamos pacientes”.
“Ya no consentimos esperar más”, esgrimen, pidiendo a la comisión organizadora del Orgullo en San Francisco que cierre la etapa de Google en el desfile, cuya participación empezó hace más de una década.
La Comisión organizadora contesta: “No”
La Comisión organizadora de la celebración del Orgullo de San Francisco ha rechazado la posibilidad de excluir a Google de los actos que tendrán lugar este fin de semana.
“Google ha ofrecido durante mucho tiempo beneficios sustanciales a las parejas de personas del mismo sexo y empleados transgénero, y ha demostrado un valioso apoyo público, oponiéndose a la legislación injusta dirigida a las comunidades LGTBI, en particular a las personas trans”, ha declarado la Comisión en un comunicado.
“El Orgullo de San Francisco se ha convertido en sinónimo de los valores de inclusión y aceptación. En el espíritu de comunidad y crecimiento, confirmamos a Google como un participante continuo en el desfile”, sentencian los organizadores: “Juntos como comunidad continuaremos nuestro progreso, y juntos protegeremos nuestras victorias de derechos civiles ganadas con tanto esfuerzo”.
La multinacional ha mostrado su agradecimiento por la decisión. “Google ha marchado en el desfile del orgullo de San Francisco durante más de una década y estamos entusiasmados por continuar con la tradición este fin de semana”, ha aseverado un portavoz, que recalca que el posicionamiento entre los trabajadores LGTBi no es unánime y hay muchos que desean la presencia de la compañía en los actos.
Las tan rentables posturas extremistas
No es la primera vez que los trabajadores de Google se alzan contra una decisión de la compañía. En 2018 fueron sonoras sus protestas por la colaboración con el Pentágono en un programa que empleaba su inteligencia artificial aplicada a la tecnología militar. Tras las denuncias públicas y dimisiones, Google abandonó el proyecto (que fue asumido ipso facto por Amazon).
Sin embargo, esta vez es diferente. Los empleados han cargado directamente contra una de las vías de monetización de los vídeos de YouTube (y de todos los contenidos de las redes sociales): los discursos extremos.
“YouTube se beneficia del discurso del odio”, recuerda Carlos Maza, el periodista insultado por su condición homosexual que dio origen a la polémica, en su cuenta de Twitter.
“Polarizar, crispar y extremar pega a los usuarios a la pantalla”, recordaba Víctor Sampedro, catedrático de Opinión Pública, en una información de eldiario.es. Este tipo de contenidos extremos generan atención e interacciones, la materia prima que YouTube, Facebook y el resto de redes sociales utilizan para extraer datos personales de sus usuarios. Esta información les sirve para perfilarlos como consumidores y vender espacios publicitarios a las empresas que deseen mostrarles sus anuncios.
Las críticas por los contenidos tóxicos e insultantes provocaron que YouTube anunciara recientemente que endurecería sus políticas. Aplicó los endurecimientos especialmente al racismo y al supremacismo, pero muchos vídeos sobre teorías de la conspiración, terraplanismo o con “lenguaje claramente hiriente”, como reconoció la propia compañía, siguen pasando su filtro.