Por qué Facebook e Instagram se han convertido en plataformas de tráfico sexual infantil
Advertencia sobre el contenido: el siguiente reportaje contiene descripciones de abusos sexuales, explotación y trata de menores.
Maya Jones* tenía sólo 13 años cuando entró por primera vez por la puerta de Courtney's House, un centro de acogida para víctimas de tráfico sexual de entre 12 y 21 años situado en la ciudad de Washington. “A pesar de su juventud, Maya estaba muy rota por lo que había pasado”, explica Tina Frundt, fundadora de Courtney's House. Frundt, una de las expertas en la lucha contra el tráfico sexual de menores de edad más destacadas en la capital de Estados Unidos, ha trabajado con cientos de jóvenes que han sido víctimas de horribles formas de explotación sexual por parte de adultos. A pesar de su amplia experiencia, cuando Maya se sinceró sobre lo que había vivido, Frundt se estremeció.
Maya le contó que, cuando tenía 12 años, empezó a recibir mensajes en su cuenta de Instagram por parte de un desconocido. Según su relato, el hombre, de 28 años, le había dicho que era muy guapa. Maya también le contó que después de empezar a chatear con el hombre, él le pidió que le enviara fotos desnuda. El hombre le dijo que le pagaría 40 dólares por cada una de las imágenes. Parecía amable y no paraba de hacerle cumplidos, lo que hizo que se sintiera especial. Maya decidió que quería conocerlo en persona. Entonces el hombre le hizo la siguiente petición: “¿Puedes ayudarme a ganar dinero?”. El hombre le pidió a Maya que posara desnuda para unas fotos y que le diera su contraseña de Instagram para poder subir las fotos a su perfil. Frundt afirma que Maya le dijo que el hombre, que ahora se hacía llamar proxeneta, utilizaba su perfil de Instagram para publicitarla con fines sexuales. Al poco tiempo, hombres que querían pagar por tener relaciones sexuales con ella empezaron a enviar mensajes directamente a su cuenta, pidiendo una cita. Maya contó a Frundt que había visto, aterrorizada, lo que ocurría en su cuenta, mientras el proxeneta negociaba los precios y la logística de los encuentros en moteles de la capital. No sabía cómo decir que no a este adulto que había sido tan amable con ella. Maya le dijo a Frundt que odiaba tener relaciones sexuales con esos desconocidos, pero que quería que su proxeneta estuviera contento.
Una mañana, tres meses después de conocer al hombre, un transeúnte encontró a Maya desplomada en una calle del sureste de Washington, semidesnuda y confusa. La noche anterior, según le contó Maya, un cliente la había llevado a un lugar en contra de su voluntad, y más tarde recordó que allí la habían violado en grupo durante horas antes de dejarla tirada en la calle. “Estaba traumatizada y se culpaba de lo ocurrido. Tuve que trabajar mucho con ella para que se diera cuenta de que no era culpa suya”, explicó Frundt cuando visitamos Courtney's House el verano pasado.
Frundt, que ha ayudado a más de 500 menores desde que fundó Courtney's House en 2008, explica que lo primero que hace ahora cuando llega un niño o niña que ha sido víctima de tráfico sexual de menores es pedirle su cuenta de Instagram. No es la única plataforma que utilizan los depredadores para explotar sexualmente a los menores que pasan por el centro de acogida. La experta indica que a pesar de no ser el único, Instagram sí es el más frecuente.
En los 20 años transcurridos desde la aparición de las redes sociales, la explotación sexual infantil se ha convertido en uno de los mayores retos a los que se enfrentan las empresas tecnológicas. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), los traficantes de seres humanos utilizan Internet como “coto de caza digital”, lo que les permite contactar tanto con clientes como con víctimas potenciales. Los traficantes utilizan las plataformas de las redes sociales para captar a menores de edad. La principal red social, Facebook, es propiedad de Meta, el gigante tecnológico con sede en California cuyas plataformas, que también incluyen Instagram y WhatsApp, son utilizadas por más de 3.000 millones de personas en todo el mundo.
En 2020, según un informe del Instituto contra la Trata (Human Trafficking Institute, HTI), una organización sin ánimo de lucro con sede en Estados Unidos, Facebook fue la plataforma más utilizada por los traficantes sexuales para captar y seducir a menores de edad (65%), según un análisis de 105 casos de trata sexual de menores. El análisis del HTI situó a Instagram en segundo lugar y a Snapchat, en tercero.
Las maniobras de captación a través de halagos (conocidas con el nombre de grooming) y el trafico sexual de menores son actos separados pero a menudo se investigan y analizan juntos. El “grooming” hace referencia al periodo de manipulación de una víctima antes de su explotación sexual o con otros fines. El “tráfico sexual de niños” es la explotación sexual de un niño específicamente como parte de una transacción comercial.
Cuando el proxeneta halagaba a Maya y conversaba con ella, estaba preparando el camino para el plan que había urdido; cuando la vendía a otros adultos por sexo, estaba traficando.
Aunque la gente suele vincular la “trata” con un desplazamiento de las víctimas, interno o de un país a otro, según el derecho internacional el término se refiere al uso de la fuerza, el fraude o la coacción para obtener mano de obra, o en la compraventa de actos sexuales no consentidos, haya o no desplazamiento de por medio. Dado que, según el derecho internacional, los menores de edad no pueden dar su consentimiento legal a ningún tipo de acto sexual, cualquiera que se beneficie o pague por mantener relaciones sexuales con un menor de edad −incluido beneficiarse o pagar por fotografías que muestren explotación sexual− es considerado traficante de seres humanos.
Meta cuenta con muchas medidas para tratar de prevenir el tráfico sexual en sus plataformas. “Para mí es una prioridad que todo lo que construyamos sea seguro y beneficioso para los niños”, escribió Mark Zuckerberg, fundador de Meta, en un memorándum dirigido al personal en 2021.
En declaraciones en respuesta a una lista detallada de las acusaciones contra la compañía vertidas en este reportaje, un portavoz de Meta señaló: “La explotación de menores de edad es un crimen horrendo. No la permitimos y trabajamos enérgicamente para combatirla dentro y fuera de nuestras plataformas. Colaboramos activamente con las fuerzas del orden en la detención y persecución de los delincuentes que cometen estos atroces delitos. Cuando tenemos conocimiento de que una víctima está en peligro y disponemos de datos que podrían ayudar a salvar una vida, tramitamos inmediatamente una solicitud de emergencia”. El comunicado citaba al director del centro de inteligencia de Stop the Traffik, una organización sin ánimo de lucro con sede en Londres que trabaja conjuntamente con grandes tecnológicas para luchar contra la trata de personas. El responsable del centro de inteligencia, que con anterioridad trabajó como subdirector de la Agencia contra el Crimen Organizado Grave del Reino Unido, habría afirmado que “millones de personas están más seguras y los traficantes cada vez más frustrados” gracias a la colaboración de esta organización con Meta.
A pesar de esta afirmación, lo cierto es que en estos dos últimos años The Guardian ha tenido acceso a los relatos de víctimas, a entrevistas, a documentos de tribunales estadounidenses e información de denuncias de trata. Una y otra vez ha escuchado afirmaciones de que Facebook e Instagram se han convertido en importantes plataformas para la trata de menores. Se ha entrevistado a más de setenta fuentes, entre ellas víctimas y sus familias, fiscales, expertos en protección de menores y moderadores de contenidos de Estados Unidos, para entender cómo los grupos de trata utilizan Facebook y por qué Meta no se hace legalmente responsable de la trata que tiene lugar en sus plataformas.
Aunque Meta afirma que está haciendo todo lo que está en sus manos, The Guardian ha tenido acceso a pruebas que evidencian que no está informando de la amenaza y que de hecho ni siquiera es consciente de la magnitud de esta. Muchas de las personas a las que se entrevistó afirmaron sentirse impotentes y que no han conseguido que el gigante tecnológico actúe.
Las víctimas supervivientes
Courtney's House está ubicada en una tranquila calle residencial a las afueras de la capital. Frundt y su equipo han intentado que la modesta casa de dos plantas parezca un hogar familiar, con cómodos sofás y fotos en la repisa de la chimenea. Frundt, que fue víctima de trata de menores en los años ochenta y noventa, es ahora una de las defensoras más experimentadas y respetadas de la capital de Estados Unidos. Cariñosa y muy protectora con los menores de edad a su cargo, los servicios de protección de menores de la ciudad la contratan para identificar a los niños víctimas de trata que pasan por los tribunales, y asiste regularmente a las vistas judiciales relacionadas con los jóvenes que residen en el centro de acogida. También ayuda a formar al FBI y a las unidades de tráfico sexual de las fuerzas de seguridad locales sobre cómo detectar a los traficantes en plataformas online, como Instagram. “Hace mucho tiempo, cuando yo era víctima de trata, me anunciaban en las secciones de anuncios clasificados de los periódicos gratuitos”, nos cuenta Frundt: “Ahora los jóvenes con los que trabajamos han sido víctimas de trata en Instagram. Es exactamente el mismo modelo de negocio, solo que ya no hay que pagar por poner un anuncio”.
Las menores que son remitidas a Frundt, normalmente por la policía o los servicios sociales, han sido explotadas sexualmente y controladas: por un novio, un proxeneta, un familiar. Algunas tienen sólo nueve años. Casi sin excepción, tienen una infancia marcada por los abusos sexuales, la pobreza y la violencia. Esto las convierte en el blanco perfecto de los depredadores sexuales. “Todas buscan amor y aprobación, y quieren sentirse importantes”, afirma Frundt.
Casi todos los jóvenes que acuden a Courtney's House son niños y niñas negros. Están, dijo Frundt, luchando contra estereotipos que los presionan a sexualizarse demasiado pronto y los hacen vulnerables a los traficantes. Un estudio de 2017 del Centro Jurídico de Georgetown sobre Pobreza y Desigualdad descubrió que los adultos suelen considerar a las niñas negras menos inocentes y más versadas en cuestiones sexuales que sus pares blancas. El mismo estudio mostró que las niñas negras a menudo son percibidas como mayores de lo que son.
Según Frundt, la mayoría de las veces las menores que llegan a Courtney's House siguen siendo víctimas de trata cuando entran por la puerta. Incluso en los casos en que han escapado de sus explotadores, explica, a menudo siguen circulando por Internet vídeos y fotos explícitas de ellas. Los traficantes bloquean las cuentas de las víctimas y les impiden retirar las imágenes publicadas en sus perfiles.
Cuando le preguntamos a Frundt si podía mostrarnos ejemplos de jóvenes a su cargo que, según ella, están siendo víctimas de trata en Instagram, sacó su teléfono y pasó de una publicación a otra con imágenes y vídeos explícitos de chicas de tan solo 14 o 15 años. La mayoría de las fotos y vídeos parecían haber sido tomados por otra persona. Frundt dijo que estas publicaciones se utilizaban como forma de mostrar a las chicas a posibles clientes, que envían un mensaje directo para comprar contenido explícito o para concertar una cita.
En un momento dado, nuestra conversación se vio interrumpida por la llegada de cinco chicas adolescentes. Habían vuelto del colegio, y se reunieron alrededor de la mesa de la cocina, charlando y escuchando música en sus teléfonos mientras Frundt les servía un guiso. Después de comer, les preguntamos si podíamos hablar con ellas sobre sus experiencias: ¿alguna de ellas había sido explotada sexualmente en las redes sociales o se habían publicado vídeos o fotos explícitas suyas? Se miraron y se echaron a reír. Sí, dijeron, por supuesto. Continuamente. Una chica dijo que sentía que “a nadie en Instagram le importa, no les importa lo que se publica. No les importamos una mierda”.
Frundt asegura que no para de pedir a Instagram que cierre cuentas y retire contenidos de explotación de menores a su cargo. “Incluso me llaman las fuerzas del orden preguntándome: 'Tina, ¿puedes conseguir que Instagram haga algo? Si yo no consigo que Instagram actúe, ¿cómo lo conseguirán personas que no son expertas y no tienen mis conocimientos?”.
Cuando compartimos estas preocupaciones con Meta, un portavoz dijo: “Nos tomamos muy en serio todas las acusaciones e informes de contenidos que implican a menores y hemos respondido diligentemente a las peticiones de Courtney's House. Para poder eliminar contenido o borrar cuentas necesitamos contar con información que demuestre que el contenido o el usuario infringen nuestras normas”.
Frundt afirma que en 2020 y 2021 mantuvo conversaciones con Instagram para que ella pudiera formar al personal de la compañía y mostrarles cómo pueden prevenir la trata de menores en sus plataformas. La experta señala que la formación no se llevó a cabo ya que tras muchas idas y venidas en una videollamada los ejecutivos de Instagram se negaron a pagar los honorarios de la experta: 3.000 dólares. Frundt afirma que le ofrecieron 300 dólares. Meta no ha negado esta versión.
Los documentos judiciales y los fiscales
Lo que convierte a las plataformas de redes sociales en una herramienta tan poderosa para los traficantes −mucho más poderosa que las últimas páginas de un periódico en el que se anunciaba Frundt cuando era adolescente− es la forma en que permiten identificar y cultivar relaciones tanto con las víctimas como con los posibles clientes. Los traficantes pueden subir anuncios y negociar a través de distintas funciones de la misma plataforma: los vendedores a veces publican información sobre las chicas que tienen disponibles, y luego cambian a mensajes privados directos para acordar el precio y proporcionar la ubicación del encuentro al cliente.
Los documentos de tribunales de Estados Unidos muestran con claridad cómo se utilizan estas plataformas. En un caso juzgado en Arizona en 2019, Mauro Veliz, un hombre de 31 años que fue condenado por conspiración para cometer tráfico sexual de una menor, intercambió mensajes en Facebook Messenger con Miesha Tolliver, quien también fue condenada a una pena de cárcel por tráfico sexual. Tolliver le dijo a Veliz que podía proporcionarle una niña con la que mantener relaciones sexuales, y le mostró fotografías de dos más, antes de decir que las niñas tenían 17, 16 y 14 años.
—Veliz: “¿Cuánto cuesta tenerlas a todas?”
—Tolliver: “La de 14 [años] será la más cara... unos 200 dólares, Las otras, unos 150 ”
Tolliver le dijo a Veliz que la niña de 14 años era “nueva en el mundo del sexo”.
—Tolliver: “La de la derecha ... tiene 16 años con un culo gordo ... la otra [tiene] 15 años con unas tetas enormes”
Las transcripciones del tribunal afirman que Veliz recibió varias imágenes sexuales explícitas de las chicas.
—Tolliver: “¿quieres que traiga a una de las chicas conmigo para que podáis follar?”
[ ... ]
—Veliz: “¿está nerviosa tu chica? ¿O ya se lo has dicho?”
—Tolliver: “... ella todavía es joven y no entiende cómo le gusta a la gente”
Tolliver y Veliz intercambiaron más mensajes, quedando en que Veliz se reuniría con la chica en un hotel de California dos días después.
El último mensaje presentado ante el tribunal era de Veliz a Tolliver. “Hemos terminado, está en el baño”, decía.
Luke Goldworm, exasistente del fiscal de distrito en Boston (Massachusetts), que ha investigado y procesado casos de trata durante años, afirma que se ha encontrado con numerosos intercambios como este. Señala que desde 2019 hasta que dejó el trabajo en octubre de 2022, la cifra de casos de delitos de trata de menores en redes sociales que investigaba su departamento aumentó en torno a un ritmo anual del 30%. “Estamos viendo que cada vez más personas con antecedentes penales se mueven en esta área. Es increíblemente lucrativo”, subraya. Un traficante puede ganar hasta 1.000 dólares por noche. Muchas de las víctimas de los casos que investigó tenían sólo 11 o 12 años y la mayoría eran negras, latinas o LGBTQI+.
Según Goldworm, aunque sus investigaciones afectaron a todas las plataformas de redes sociales, las plataformas de Meta son las que se encontró con más frecuencia. Otros seis fiscales de distintos estados nos dijeron que, según su experiencia, Facebook e Instagram se utilizan de forma generalizada para captar y traficar con menores. Cinco de estos fiscales compartieron su indignación por lo que consideran retrasos innecesarios de Meta en el cumplimiento de las órdenes y citaciones firmadas por los jueces, necesarias para recabar pruebas en casos de trata sexual. “Recibimos un mayor número de órdenes judiciales rechazadas de Facebook que de cualquier otro proveedor de servicios electrónicos”, afirmó Gary Ernsdorff, fiscal adjunto superior del condado de King, en el estado de Washington. “Lo que me parece frustrante es que el intercambio puede retrasar un mes el rescate de una víctima”.
Tres de estos fiscales describieron experiencias en las que, según ellos, la empresa alegaba tecnicismos, señalaba fallos de redacción y formato, y ralentizaba las investigaciones. En respuesta, la empresa dijo que estas afirmaciones eran “falsas”, y añadió que entre enero y junio del año pasado “proporcionó datos en casi el 88% de las solicitudes del gobierno estadounidense”.
La responsabilidad de informar
Meta es consciente de que los traficantes de seres humanos utilizan sus plataformas, pero insiste en que hace todo lo que está en sus manos para impedirlo. Por ley, la empresa está obligada a informar de cualquier imagen de abuso sexual infantil que se comparta en sus plataformas al Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Explotados (NCMEC), que recibe financiación federal para actuar como centro nacional de intercambio de información sobre abusos a menores. Meta es uno de los principales financiadores del NCMEC y ocupa un puesto en su consejo de administración.
De enero a septiembre de 2022, Facebook informó de más de 73,3 millones de contenidos sobre “desnudez infantil y abuso físico” y “explotación sexual infantil”, e Instagram informó de 6,1 millones. “Meta lidera la industria en el uso de la tecnología más sofisticada para detectar contenido de explotación infantil tanto conocido como desconocido”, dijo un portavoz de la compañía. De los 34 millones de contenidos de explotación sexual infantil retirados de Facebook e Instagram en los últimos tres meses de 2022, el 98% fue detectado directamente por Meta.
De enero a septiembre de 2022, Facebook informó de más de 73,3 millones de contenidos sobre "desnudez infantil y abuso físico" y "explotación sexual infantil", e Instagram informó de 6,1 millones
Sin embargo, la gran mayoría de los contenidos que Meta denuncia corresponden a material de abuso sexual infantil (CSAM, por sus siglas en inglés) —que incluye fotos y vídeos de contenido pornográfico— y no a explotación sexual. A diferencia de lo que ocurre con las imágenes de abusos sexuales a menores, no existe obligación legal de denunciar el tráfico sexual de menores, por lo que el NCMEC debe confiar en que todas las empresas de redes sociales sean proactivas a la hora de buscarlo y denunciarlo. Según Staca Shehan, vicepresidenta de la división de servicios analíticos del NCMEC, esta incoherencia jurídica —el hecho de que las imágenes de abusos sexuales a menores deban denunciarse, pero no sea obligatorio denunciar el tráfico sexual de menores— es un problema grave.
“Es preocupante lo poco que se denuncia la trata”, afirma Shehan. Los responsables de las redes sociales “priorizan a lo que es [legalmente] obligatorio”. “Creo que todas las partes podrían hacer un mayor esfuerzo”, afirma Shehan. “El volumen de material de abuso sexual infantil (CSAM) y el volumen de trata [que se denuncia] están a años luz el uno del otro”. Según Shehan, otro motivo de esta disparidad, más allá de los distintos requisitos legales, es tecnológico. “El material de abuso sexual infantil es mucho más fácil de detectar. Se han desarrollado muchas herramientas tecnológicas que permiten detectar este delito de forma automática”.
Un portavoz del NCMEC explicó a The Guardian que si las grandes tecnológicas no denuncian la trata de menores con fines sexuales, se permite que este delito avance en la red. Señalan que denunciar la trata es crucial para salvar a las víctimas y castigar a los delincuentes. Según los registros obtenidos a través de una solicitud de comparecencia vista por The Guardian, entre 2009 y 2019, Meta solo denunció tres casos de presunto tráfico sexual de menores en Estados Unidos ante el NCMEC. Un portavoz del NCMEC confirmó esta cifra, pero aclaró que varios casos de trata de menores durante el mismo período de tiempo fueron reportados por Meta bajo otros “tipos de incidentes”, como pornografía infantil o incitación. “Creo que una de las cosas que hay que tener en cuenta es que se utiliza un protocolo determinado para comunicar estas situaciones”, subrayó Antigone Davis, responsable de seguridad global de Meta, en una entrevista reciente. “Y el hecho de que algo no esté clasificado como tráfico sexual no significa que no se esté denunciando”.
Un portavoz de Meta afirmó que, en la última década, la empresa había denunciado ante el NCMEC “decenas de miles de cuentas que infringían nuestras políticas contra el tráfico sexual de menores y el material de abuso sexual infantil con fines comerciales”. Cuando planteamos estas afirmaciones al NCMEC, este organismo dijo que no había recibido “decenas de miles” de denuncias de tráfico de menores por parte de Meta, sino que había recibido ese número relacionadas con imágenes de abusos a menores.
Hany Farid es un profesor de la Universidad de California en Berkeley que ayudó a inventar la tecnología PhotoDNA que Meta utiliza para identificar contenidos delictivos. Cree que Meta, valorada actualmente en más de 500.000 millones de dólares, podría hacer más esfuerzos para luchar contra el tráfico de menores. Por ejemplo, podría invertir más en el desarrollo de mejores herramientas para “señalar palabras y frases sospechosas en partes no codificadas de la plataforma, incluido el lenguaje codificado en torno a la captación de menores”. “No se trata, fundamentalmente, de un problema tecnológico, sino de prioridades corporativas”. (Hay un debate aparte sobre cómo gestionar la encriptación. Los planes de Meta de cifrar los mensajes directos en Facebook Messenger e Instagram han suscitado recientemente las críticas de varias agencias, incluidos el FBI y la Interpol).
En respuesta a las afirmaciones de Farid y a otras preguntas de The Guardian, Meta no especificó cuánto dinero ha invertido en tecnologías para detectar el tráfico sexual de menores, pero dijo que se había “centrado en el uso de la inteligencia artificial y el aprendizaje automático en las partes no privadas y no encriptadas de sus plataformas para identificar contenidos y cuentas delictivas y facilitar a las personas la denuncia de mensajes a la empresa para que podamos tomar medidas, incluida la remisión a las fuerzas del orden”. Davis también hizo hincapié en que Meta trabaja constantemente con sus socios para mejorar sus salvaguardias contra la trata de personas. Por ejemplo, mencionó que “hemos sido capaces de identificar el tipo de búsquedas que hacen los usuarios cuando quieren contenidos vinculados con el tráfico sexual de menores, de modo que cuando los usuarios hagan esta búsqueda, apareceremos con información para desviarles o hacerles saber que lo que están haciendo es una actividad ilegal”.
Estos esfuerzos no han satisfecho a algunos de los propios inversores de Meta. En marzo, varios fondos de pensiones y de inversión que poseen acciones de Meta iniciaron acciones legales contra la empresa en Delaware por su supuesta falta de actuación ante las “pruebas sistémicas” de que sus plataformas están facilitando el tráfico sexual y la explotación sexual infantil. Según la demanda, al ofrecer explicaciones insuficientes sobre cómo está abordando estos delitos, el patronato no ha protegido los intereses de la empresa. Meta ha rechazado la base de la demanda. “Nuestro objetivo es evitar que personas que buscan explotar a otros utilicen nuestra plataforma”, ha declarado la empresa.
Varios fondos, que han invertido en Meta, iniciaron acciones legales contra la empresa en Delaware por su supuesta falta de actuación ante las "pruebas sistémicas" de que sus plataformas facilitan la explotación sexual infantil
Los moderadores
Meta cuenta con programas informáticos pero también dispone de equipos humanos para moderar e identificar casos de captación de menores y tráfico sexual. Hasta hace poco, Anna Walker* trabajaba en el turno de noche en una oficina de un subcontratista de Meta. Empezaba cada turno con miedo. “Nos metían en un cuarto oscuro para ver el material”, cuenta. El trabajo de Walker consistía en revisar las interacciones entre adultos y niños en Facebook Messenger e Instagram direct messenger que habían sido marcadas como sospechosas por el software de inteligencia artificial de Meta. Walker afirma que a ella y a su equipo les costaba seguir el ritmo debido a la sobrecarga de trabajo. Afirma que vio casos de adultos que seducían a niños y luego planeaban encontrarse con ellos para mantener relaciones sexuales, así como conversaciones sobre pagos a cambio de sexo. Los responsables de Walker pasaban estos casos a Meta para que decidiera si había que tomar medidas contra el usuario. En algunos casos, afirma Walker: “Pasaban meses y entonces el bot automático me enviaba un correo electrónico diciendo que cerraba este caso, porque nadie había tomado medidas al respecto”. Y añade: “Iba a mi jefe para mostrarle mi desazón por los casos que había elevado y le indicaba que quería ayudar. Sentía que nadie prestaba atención a estas situaciones tan horribles”.
Hablamos con otros seis moderadores que trabajaron para empresas subcontratadas por Meta entre 2016 y 2022. Su relato coincide con el de Walker. Sus esfuerzos por elevar casos de posible tráfico de menores a menudo caían en saco roto. “En un post que revisé, había una foto de una niña que parecía de unos 12 años, vistiendo la lencería más pequeña que puedas imaginar”, explicó un exmoderador: “Enumeraba explícitamente los precios de diferentes cosas, como por ejemplo, el precio de una mamada. Era obvio que se trataba de trata”, dijo. Afirma que su supervisor le dijo más tarde que no se había tomado ninguna medida en este caso.
Cuando trasladamos estos relatos a Meta, un portavoz dijo que los moderadores como Walker no suelen recibir información sobre si los contenidos que han denunciado están siendo investigados. Subrayaron que si un moderador no recibe respuesta sobre un caso, eso no significa que no se haya tomado ninguna medida.
Cinco de los moderadores afirmaron que era más difícil conseguir que se revisaran los casos o se retirara el contenido si se publicaba en grupos cerrados de Facebook o en Facebook Messenger. Meta “sería menos estricto con algo que tuviera lugar a 'puerta cerrada'”, afirmó un jefe de equipo. “Con Messenger, realmente no podíamos hacer ningún movimiento a menos que el lenguaje y el contenido fueran muy obvios. Si eran cuatro tíos que confiaban los unos en los otros y estaba en un grupo cerrado, esta situación podía convertirse en eterna”. Meta afirmó que estas acusaciones “parecen ser engañosas e inexactas” y dijo que utiliza tecnología para encontrar contenido de sexualización infantil en grupos privados de Facebook y en Messenger.
En 2021, Frances Haugen, una extrabajadora de Facebook que denunció a la compañía, filtró documentos internos que parecen respaldar las afirmaciones de los moderadores. Estos documentos, de miles de páginas, detallaban cómo gestionaba la empresa el contenido supuestamente delictivo. En un memorando de la filtración de Haugen, la compañía afirma que “los grupos de Messenger con menos de 32 personas deben ser tratados con plena garantía de privacidad”.
Matías Cruz*, que trabajó como moderador de contenido de 2018 a 2020, revisando publicaciones en español en Facebook, cree que los criterios que Meta estaba utilizando para reconocer la trata eran demasiado acotados para seguir el ritmo de los traficantes, que cambiaban constantemente de palabras clave para evitar ser detectados. Según Cruz, los traficantes decían: “Tengo esta cabra en venta”, y ponían un precio ridículo. A veces decían directamente [el precio] por una noche o dos, o 'una hora'“. Según Cruz, era obvio lo que ocurría, pero ”los administradores decían que el mensaje era demasiado vago, así que al final optaban por no hacer nada“.
Cruz y otros tres moderadores afirmaron que en ejemplos como este, en los que sus jefes consideraban que no había pruebas suficientes para elevar el caso, el trabajo de los moderadores se puntuaba peor, por considerar que habían sido poco precisos, lo que a su vez afectaba a sus evaluaciones de desempeño. “Cuando intentábamos ayudar a personas y alertar de los peligros, si estas situaciones no se investigaban se consideraba que habíamos sido poco precisos y no habíamos sido capaces de valorar la amenaza”, explicó Cruz.
Los límites de la ley
Aunque la ley obliga a Meta a denunciar cualquier imagen de explotación infantil detectada en sus plataformas, la empresa no es legalmente responsable de los delitos que se cometan en su plataforma, debido a una ley creada hace casi tres décadas, en los inicios de Internet. En 1996, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley de Decencia en las Comunicaciones (Communications Decency Act), cuyo principal objetivo era garantizar la regulación de los contenidos pornográficos en Internet. Sin embargo, el artículo 230 de la ley establece que los proveedores de “servicios informáticos interactivos” -entre los que se incluyen los propietarios de plataformas de redes sociales y de sitios web- no deben ser tratados como editores del material publicado por los usuarios. Esta sección se incluyó en la ley para garantizar la libre circulación de la información, protegiendo al mismo tiempo a la creciente industria tecnológica de ser objeto de litigios constantes.
Mientras que un periódico, por ejemplo, tiene la obligación legal de demostrar la veracidad de lo que publica, la sección 230 excluye la responsabilidad de una empresa como Meta, que aloja el contenido de otros, por lo que aparezca en sus plataformas. Por lo tanto, la sección 230 sitúa a los proveedores de servicios de Internet como fundamentalmente neutrales: ofrecen foros en los que pueden publicarse y divulgar contenidos ilegales, perjudiciales o falsos, pero en última instancia no son responsables de esos contenidos. Desde la aprobación de la ley, empresas tecnológicas como Meta han argumentado con éxito ante tribunales de Estados Unidos que la sección 230 les otorga inmunidad frente a la persecución de cualquier contenido ilegal publicado en sus plataformas, siempre y cuando desconozcan la existencia de dicho contenido.
Mientras que un periódico, por ejemplo, tiene la obligación legal de demostrar la veracidad de lo que publica, la sección 230 excluye la responsabilidad de una empresa como Meta, que aloja el contenido de otros, por lo que aparezca en sus plataformas
El debate en torno al artículo 230 se ha polarizado enormemente. Los que quieren que se modifique afirman que el refugio legal que ha proporcionado a las empresas de Internet significa que no tienen ningún incentivo para erradicar los contenidos ilegales de sus sitios. En un artículo de opinión publicado en The Wall Street Journal en enero, el Presidente Biden se pronunció a favor de la reforma de la sección. “Llevo mucho tiempo diciendo que debemos reformar a fondo la sección 230”, escribió, pidiendo “una acción bipartidista del Congreso para que las grandes tecnológicas rindan cuentas”.
Sin embargo, las empresas tecnológicas, junto con grupos defensores de la libertad en Internet, argumentan que los cambios en la sección 230 podrían conducir a la censura y a una erosión de la privacidad, en particular de los contenidos privados y cifrados. Estos argumentos sobre la sección 230 se están poniendo a prueba en un caso histórico que ha llegado al Tribunal Supremo de Estados Unidos y que se centra en hasta qué punto se puede considerar culpable a YouTube por los vídeos que recomienda a sus usuarios. Se espera una sentencia para finales de junio.
Las consecuencias
Kyle Robinson lleva un año cumpliendo una condena de 10 años en una prisión federal de Massachusetts por tráfico sexual de dos adolescentes, una de ellas de sólo 14 años. Hablamos con él en enero a través de una línea telefónica de la prisión controlada por el personal penitenciario. Nuestra conversación se vio interrumpida en varias ocasiones. Refiriéndose a sí mismo como un proxeneta, Robinson describió cómo buscaba niñas dañadas en hogares de acogida y en las redes sociales como una forma de ganar dinero.
Instagram, dijo, era su plataforma preferida. “Encuentro a chicas que están orgullosas de sí mismas, pero que tal vez no tienen confianza ni autoestima”, afirmó. “Las hago sentir especiales. Le doy el reconocimiento que buscan, habilidades sociales, su potencial sexual, ya sabes a lo que me refiero”.
Tras identificar a sus víctimas, Robinson las “formaba” y las anunciaba en las cuentas de Instagram de las menores y en la suya propia. Hablaba con los potenciales clientes a través de mensajes directos, ofreciéndoles enviar fragmentos de vídeo de las chicas a cambio de “un pequeño depósito” −unos 20 dólares− para que los clientes pudieran ver lo que obtendrían. Si un cliente decidía quedar con una chica, le pagaba el resto del dinero más tarde, a través de CashApp, según explicó. Robinson se quedaba con la mayor parte de ese dinero.
Para acabar con estos casos de explotación sexual infantil, el pasado mes de junio Meta anunció nuevas políticas que incluyen un programa de verificación de la edad que exigirá a los usuarios menores de 18 años demostrar la edad con un documento de identidad, grabando un vídeo selfie o pidiendo a amigos que también sean usuarios de Facebook que confirmen su edad. Cuando preguntamos a Tina Frundt por estas nuevas medidas, se mostró escéptica. Los niños con los que trabaja ya han encontrado soluciones; una niña de 14 años, por ejemplo, puede utilizar un vídeo selfie hecho por una amiga de 18 años y fingir que es suyo.
Incluso después de haber sido remitidos a Courtney's House, los menores siguen expuestos a los traficantes.
Una noche de junio de 2021, Frundt recibió una llamada de Maya, diciéndole que había llegado a casa sana y salva. Frundt se sintió aliviada: sabía que Maya había pasado la tarde con un hombre de 43 años que se había puesto en contacto con ella a través de Instagram.
Según el relato de Frundt, Maya había cumplido 15 años y estaba inestable: en los últimos meses, su salud mental había empeorado considerablemente y le había dicho a Frundt que había tenido tendencias suicidas. Un proxeneta le había hecho fotos y vídeos explícitos en los que aparecía manteniendo relaciones sexuales, que promovía y vendían en Instagram. Los potenciales clientes contactaban con ella sin parar a través de mensajes directos. “No sabía cómo parar ni cómo decir que no”, recuerda Frundt.
Esa noche, Frundt habló con Maya por teléfono, le dijo que la quería y que hablarían por la mañana. “Fue la última vez que hablé con ella”, dice Frundt. El hombre con el que había quedado le había dado drogas. Cuando la madre de Maya fue a despertar a su hija a la mañana siguiente, la encontró muerta.
Una foto de Maya que aún cuelga de la pared de Courtney's House muestra a una adolescente con cara de bebé, rizos castaños y una enorme sonrisa. Dos años después de su muerte, Frundt sigue llorando la muerte de su cariñosa “chica muy femenina” a la que le encantaba el maquillaje, los juegos de mesa y bailar sus canciones favoritas de Megan Thee Stallion. “Perder a uno de nuestros jóvenes te cambia para siempre. Nunca te lo puedes perdonar”, afirma.
Antes de que Maya muriera, Frundt afirma que habló con Instagram por videollamada para pedirles que eliminaran el contenido que su traficante estaba difundiendo. Frundt afirma que cuando Maya murió, los vídeos en los que aparecía siendo explotada seguían en la plataforma.
En julio de 2021, un representante de una organización de lucha contra la trata envió un correo electrónico a la responsable de política juvenil de Instagram para informarle de la muerte de Maya. Frundt recibió copia del correo electrónico. En él se preguntaba por qué las herramientas de Meta diseñadas para detectar la captación de menores no habían detectado a un hombre de 43 años que contactaba con una niña. Cuatro días después, la empresa envió una breve respuesta. Si Instagram recibía detalles sobre la cuenta del presunto traficante, investigaría.
Pero Frundt dice que ya era demasiado tarde. “Ya estaba muerta”, dice. “Podían haber hecho algo para ayudarla, pero no lo hicieron. Maya ya no está”.
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Los nombres marcados con un asterisco * han sido modificados para preservar el anonimato.
En España, este es el contacto para pedir ayuda o denunciar un caso: https://childhelplineinternational.org/spain-telefono-anar-de-ayuda-a-ninos-y-adolescentes/. Puede consultar las líneas de ayuda de otros países aquí: Child Helplines International.
Traducción de Emma Reverter
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