- Texto originalmente publicado en el número 20 de la revista de eldiario.es: Internet, el futuro y la libertadInternet, el futuro y la libertad
A finales del siglo XIX, con la invención del telégrafo, comenzó una nueva etapa para la medicina: la telemedicina. Esta tosca aunque innovadora forma de comunicación fue el primer embate contra la tiranía de la distancia, el primer recurso para derribar las barreras físicas en la atención sanitaria de pacientes localizados a kilómetros y kilómetros de distancia. A partir de ese momento, cada avance en las tecnologías de la información y de las comunicaciones ha servido para acercar poco a poco la medicina más a los pacientes, independientemente de dónde estuvieran. En este sentido, el teléfono fue un paso intermedio imprescindible para la interacción más fluida entre el personal sanitario y los pacientes.
No obstante, ha sido la llegada y generalización de Internet en todo el mundo la que ha supuesto un progreso sin precedentes para la interconexión de personas en el mundo sanitario, recortando virtualmente las distancias entre ellos hasta límites extremos. Y, pese a todo, como se suele decir, lo mejor está aún por llegar…
El futuro de la telemedicina está íntimamente ligado al futuro de Internet y, por tanto, la forma en que esta tecnología evolucione influirá en cómo la atención sanitaria llegará a nosotros a través de la distancia. Eso sí, siempre con cierto retraso. Que una tecnología esté preparada y lista para que podamos hacer uso de ella no significa que inmediatamente podamos recurrir a ella en el área sanitaria.
Evaluaciones previas, costes, trabas legales o, simplemente, la prudencia ante lo nuevo pueden retrasar la implementación de herramientas innovadoras. Un claro ejemplo de lo anterior son las cirugías a distancia realizadas por robots conectados a Internet. Desde los años 70, y con la futurística visión de humanos viviendo en el espacio, la NASA ya se planteaba cómo operar a astronautas a través de robots conectados por control remoto a la Tierra. A pesar de los esfuerzos conjuntos de la agencia espacial americana y del ejército americano, las limitaciones tecnológicas retrasaron la cristalización de esta idea.
Sin embargo, desde hace décadas, los cirujanos ya llevaban realizando ciertas operaciones de precisión con robots a sus mandos, disminuyendo los riesgos quirúrgicos. Por otro lado, las velocidades de conexión a Internet en todo el mundo se han incrementado sustancialmente en los últimos años. Era cuestión de tiempo que ambas tecnologías se unieran desde el momento en que el acceso a Internet fuera lo suficientemente rápido como para controlar a robots quirúrgicos de forma fluida.
Robots que operan a distancia
Tuvimos que esperar hasta el año 2003, cuando se estableció el primer servicio en el mundo de cirugía por robots controlados de forma remota entre dos hospitales en Estados Unidos separados por 400 km. A través de dispositivos conectados a Internet, los cirujanos han realizado decenas de diferentes cirugías laparoscópicas (mínimamente invasivas) robóticas a distancia sin serias complicaciones durante las operaciones y con un tiempo de recuperación de los pacientes similar a cirugías equivalentes. Además, se han tenido experiencias parecidas con cirugías remotas transcontinentales (más de 14.000 km de distancia).
Las potenciales aplicaciones de esta futurística cirugía son diversas y se centran en la gran ventaja de contar con la habilidad de un cirujano experto en áreas remotas que cuenten con dichos robots: áreas rurales, zonas de guerra, el espacio… También podría favorecer el turismo médico virtual, al poder recurrir a cirujanos con honorarios más asequibles sin la necesidad de viajar. Por otra parte, también tiene un gran potencial para la enseñanza y colaboración entre cirujanos ya que ayudaría a que médicos expertos de cualquier parte del mundo mostraran, al instante e in situ, cómo realizar determinadas cirugías complejas.
Por tanto, la tecnología necesaria para realizar cirugías robóticas a distancia no sólo existe sino que también sabemos que es realista y segura. Y, aun así, ¿por qué su uso no se ha expandido. ¿Qué es lo que frena su implantación y expansión? Por un lado, los robots quirúrgicos que pueden controlarse remotamente son bastante caros, pero esto no es, ahora mismo, el principal freno.
En la actualidad, lo que más frena esta tecnología es la falta de legislación al respecto: es decir, la ley (siempre a rebufo del avance de la ciencia) y los problemas éticos derivados. Por ejemplo, si un cirujano, presente en Grecia, operase mediante un robot a un paciente en un quirófano en suelo ruso y algo saliera mal, ¿qué leyes se aplicarían? ¿Las rusas o las griegas? Hasta que cuestiones así no se resuelvan, no será posible la expansión de esta tecnología.
Otra de las innovaciones en el terreno de la salud que van de la mano de Internet es la monitorización de constantes vitales y otros parámetros del cuerpo humano a través de dispositivos conectados en pacientes. Desde la generalización de los teléfonos móviles inteligentes, un acceso permanente a Internet forma parte de la rutina de un gran porcentaje de la población mundial. Esto, en combinación con el uso de dispositivos con sensores que se pueden llevar como una prenda o complemento más y apps (programas) conectadas a estos dispositivos e Internet permiten el registro continuo o periódico de multitud de datos diferentes: Frecuencia cardíaca, temperatura corporal, ejercicio físico, calidad del sueño, tensión arterial…
La actual generación de esos dispositivos que monitorizan ciertos parámetros del cuerpo humano se centra principalmente en mantener o adquirir hábitos saludables diarios: andar un mínimo de pasos al día, dormir las horas recomendadas, limitar la intensidad del ejercicio físico a un nivel razonable según la frecuencia cardíaca… Es decir, hasta ahora, prácticamente casi todos los dispositivos se han centrado en el fitness y son los que se han popularizado en los últimos años.
Sin embargo, este es sólo el primer paso de lo que está por llegar. En la actualidad, diversos dispositivos están en desarrollo, investigación o expansión para registrar parámetros más relacionados con el control de enfermedades y detección de accidentes o eventos críticos junto con una potencial supervisión médica. Es el caso, por ejemplo, de dispositivos comercializados que pueden registrar electrocardiogramas, estudiando la actividad eléctrica del corazón en cualquier lugar y momento. Así, ante cualquier sospecha de una actividad anormal del corazón (como una fibrilación auricular), pueden enviarse los resultados a un cardiólogo para que los revise en cuestión de minutos y actuar rápidamente.
¿Salvan vidas?
Con el envejecimiento de la población y el incremento del porcentaje de personas viviendo solas, determinados dispositivos se presentan como una forma no invasiva de tenerlas monitorizadas. Un ejemplo, en este sentido, son los dispositivos especialmente diseñados para detectar caídas en personas ancianas o con problemas de movilidad que viven solas. Ante un suceso así, pueden notificar inmediatamente al personal sanitario, mostrando la localización de la persona por GPS, para acudir y atenderla rápidamente.
Entre los dispositivos más experimentales de monitorización remota que podrían ser una realidad en los próximos años encontramos a los sensores de glucosa en sangre, sin pinchazos, a través de la piel. Esta forma no invasiva de registrar los niveles de glucosa permitiría un control constante o muy frecuente de personas diabéticas. De esta forma, se facilitaría pautar tratamientos más personalizados, se podrían evitar crisis y se obtendrían registros fiables de la glucosa en sangre del paciente para saber con más detalle qué control lleva. Además, ante peligrosas crisis hipoglucémicas (bajo nivel de glucosa en sangre) se podría notificar directamente a familiares o personal sanitario para resolverlas rápidamente.
Es innegable, la vida diaria inunda las redes en una especie de Gran Hermano masivo, virtual y voluntario. Una de las consecuencias de nuestra hiperconexión a Internet y de la gran cantidad de datos que registramos y aportamos constantemente a la red de redes es la aparición del conocido como big data o datos masivos. El análisis coherente y racional de este mastodóntico volumen de datos aportado por miles o millones de personas puede ayudarnos a predecir con más o menos exactitud determinados eventos o situaciones inimaginables hace apenas 10 años.
Históricamente, los epidemiólogos siempre han ido con cierto retraso para detectar a las personas afectadas por enfermedades infecciosas. Éstas tienen que acudir al médico y, a su vez, el médico, tras el diagnóstico, tiene que notificar a los servicios de vigilancia epidemiológica correspondientes sin conocer muy bien los movimientos que estas personas han realizado o realizarán, contagiando potencialmente a otras personas.
Con el uso de redes sociales, el registro del movimiento de los móviles en una zona, los parámetros registrados por ciertos sensores y el análisis del big data producido se podría conseguir una inmediatez en la predicción y el seguimiento global en tiempo real de epidemias nunca antes vista. Haciendo posible, a su vez, una actuación rápida y más certera para combatir estas epidemias.
Enfermedades generales, las más complicadas
Epidemias de enfermedades infecciosas leves, como la gripe, que son más difíciles de cuantificar de forma tradicional porque no suponen la visita obligatoria al médico, están siendo las más utilizadas para mejorar y refinar los análisis de datos masivos publicados por usuarios de Internet. Sin embargo, no resulta, para nada, una tarea sencilla. De hecho, en 2015, Google cerró su aplicación para predecir epidemias de gripe tras 7 años de fracaso. Aun así, los expertos en la materia afirman que el potencial para sacar información relevante del big data está ahí, es cuestión de tiempo saber distinguir los datos valiosos del ruido y sacar conclusiones coherentes y realistas. El principal problema, en este sentido, es el mayor o menor grado de impredecibilidad del comportamiento humano.
Además de las epidemias, a nivel colectivo, el big data producido por los usuarios de Internet también podría resultar útil para gestionar mejor los hospitales o determinar a qué medidas sanitarias se debería prestar más atención y dinero. Individualmente, si un usuario tuviera un registro constante de diferentes parámetros de salud, también podría ayudar al médico a pautar mejor determinados tratamientos o estilos de vida. Así, en un mundo hiperconectado por Internet, con masivas cantidades de datos creándose a cada segundo, la información y su correcto análisis son, más que nunca, poder pero también salud.