El Gobierno destina su mayor plan de ayudas con fondos europeos a la multimillonaria industria de los chips

El Gobierno ha aprobado hasta ahora nueve Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) a los que destinará los fondos europeos habilitados para acelerar la recuperación tras la crisis del coronavirus. El Ejecutivo ya ha anunciado cuál será el décimo, que estará dotado con más fondos que cualquiera de los anteriores: un PERTE para impulsar la industria de los semiconductores y microchips. Según avanzó el lunes el presidente, Pedro Sánchez, el plan tendrá una inversión de 11.000 millones de euros, más de la mitad de lo invertido en los nueve anteriores.

El Gobierno no ha revelado aún las medidas a las que se destinarán los fondos del PERTE de los microchips. Fuentes del Ministerio de Asuntos Económicos que dirige Nadia Calviño explican a elDiario.es que los 11.000 millones serán “una inversión pública en línea con la estrategia de la Comisión Europea” para conseguir que en 2030 el 20% de los chips que se fabrican en el mundo se produzcan en Europa: “Ese plan está dotado de más de 43.000 millones de euros y es ahí donde se enmarca este PERTE”, detallan. Esa cifra supondría cuadruplicar los niveles de producción actuales.

El plan de la UE, lanzado en febrero, es una reacción a la crisis de suministro de microchips que se desató en 2020 y provocó un colapso del stock de productos electrónicos que aún perdura. No solo las fábricas de móviles, ordenadores o tabletas han tenido que ralentizar su producción debido a la falta de componentes, sino que también se ha visto afectada la disponibilidad de todo tipo de electrodomésticos o la de automóviles, cuyas listas de espera para recibir modelos nuevos superan los seis meses. Todos los fabricantes con plantas en España han anunciado ERTE debido a la escasez de chips. La previsión del Banco Central Europeo es que la crisis no se solucione por completo antes de 2023.

Para evitar que esto pueda repetirse en el futuro, o al menos para mitigarlo, Bruselas ha preparado una estrategia para que todas las etapas de la fase de producción de chips se puedan llevar a cabo en el continente. El paquete de 43.000 millones de euros, en los que se encuadran los 11.000 que plantea destinar España, se compone de ayudas para estimular la inversión privada en el continente. “La colaboración público-privada es una parte esencial de todos los PERTE y este no será menos”, afirman desde el equipo de Nadia Calviño.

Una industria que habla en cifras de miles de millones

Pese a la cuantía de la cifra de ayudas del plan europeo y del español, estas palidecen cuando se comparan con las que se mueven en esta industria: Intel, uno de los gigantes del sector, anunció recientemente que invertirá unos 17.000 millones de euros en construir dos plantas de producción de microchips en Alemania y otros 12.000 en ampliar sus instalaciones en Irlanda. La multinacional estadounidense ha avanzado que su inversión en Europa llegará hasta los 80.000 millones de euros, el doble de lo presupuestado por Europa.

Una parte de la suma que Intel destinará a aumentar su presencia en la UE se irá a financiar “laboratorios de investigación” en Barcelona, donde se ubica el Centro Nacional de Supercomputación. La institución mantiene el superordenador español MareNostrum y lidera un proyecto de desarrollo europeo para crear el estándar de un chip abierto. Como explicaba su director en una entrevista con este medio, el objetivo es diseñar “un juego de instrucciones que sea de todos y para todos, que sirva para que cualquiera pueda hacer sus chips y que no dependamos de empresas que cobran más de 50 veces lo que vale desarrollarlos”.

Intel es una de esas empresas, aunque “el mercado de los sistemas abiertos está creciendo tanto que estas compañías también están tomando la decisión de abrirse”, avanza a elDiario.es Danny Moreno, presidente de la Asociación Española de la Industria de Semiconductores (Aesemi). Esta organización, la primera patronal de empresas de microchips españolas (formada a finales de 2021), celebra el paso del Ejecutivo con el nuevo PERTE: “El impulso que está dando el Gobierno es muy positivo”.

“¿El monto? El monto nunca es suficiente, pero el plan ayudará a que la sociedad tome consciencia de que esta es una industria estratégica y que sin chips no hay industria automotriz, de diagnóstico médico, energías renovables...”, dice en conversación telefónica. Moreno es el fundador de Wiyo, un empresa dedicada al diseño de chips. Para dar una referencia sobre las cifras de costes que se mueven en esta industria, expone que una licencia para utilizar el programa informático necesario para manejar la maquinaria de una fábrica de chips y diseñar el molde necesario cuesta unos 400.000 euros al año.

“Nosotros contratamos seis licencias de esa herramienta y utilizamos cuatro herramientas más para los 20 ingenieros que tenemos. Calcula la suma de inversión solo para empezar a diseñar un chip”, expone.

15 etapas para poner un chip en el mercado

Estas cifras son una consecuencia del extremo grado de tecnificación al que ha llegado la industria de los microchips. Las “salas blancas” donde se investigan y producen se filtran más concienzudamente que los quirófanos, puesto que los microchips más avanzados bajan ya de los tres nanómetros, son más pequeños que la inmensa mayoría de los virus y cualquier partícula que se pose sobre ellos puede estropear su funcionamiento. En los chips de cinco nanómetros último modelo de Apple hay 15.000 millones de transistores, la clave del código binario de ceros y unos que rige la vida digital. “Es como construir una ciudad en miniatura mirando por un telescopio espacial”, ejemplifica Moreno.

Las empresas de la UE, también las españolas, están posicionadas sobre todo en la parte de diseño de los chips. Pero tras el diseño vienen otras 14 etapas que se distribuyen en el prototipado, la fabricación y el ensamblaje para convertir esos microchips en productos de consumo. En las fases de prototipado es completamente dependiente del exterior. Solo las grandes multinacionales especializadas como Intel o Samsung tienen el músculo económico para tener sus propias instalaciones de todas las etapas. El resto dependen de factorías como las de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), que domina entre el 60 y el 90% de la producción global de chips.

El cuello de botella provocado por la digitalización pandémica, sumado a la crisis en el transporte de mercancías, llevó a que empresas como la TSMC tuvieran listas de espera de hasta 14 meses para acceder a cargamentos de chips, aunque los científicos señalan que detrás de ese cuello de botella también se encuentra un agotamiento de materiales y materias primas.

El plan de la UE, al que ahora se suma España con el nuevo PERTE de microchips, aspira a importar todas las etapas de fabricación de chips al continente europeo y promover los estándares abiertos para impedir que un puñado de compañías pueda controlar la producción. “Su negocio es hacer millones de obleas para poder venderlas. Cuando vamos de una empresa pequeña e intentamos contratar sus máquinas para hacer una prueba, nos dicen que volvamos en seis meses o nueve meses, y lo hacen casi como un favor. Es fundamental crear un ecosistema para poder dar oportunidades a que cualquier pequeña empresa participe”, pide el presidente de Aesemi.