Google saca pecho con el Nobel mientras intenta esquivar ser troceada por su monopolio ilegal

Se acaba una semana de contrastes para Google. El miércoles la Real Academia Sueca de Ciencias seleccionó a dos de sus científicos como ganadores del Nobel de Química. Son Demis Hassabis, responsable del principal laboratorio de inteligencia artificial de Google, y John Jumper, uno de los miembros de su equipo. Han sido galardonados por diseñar los algoritmos que lograron resolver un problema que la humanidad había estado intentando solucionar durante 50 años: predecir las estructuras complejas de las proteínas.

El reconocimiento premia también la enorme inversión de Google para diseñar tecnologías que se aplican fuera de la publicidad digital, la mina de oro que sustenta toda su estructura. Uno de los mayores hitos en los casi 30 años de historia de una empresa que empezó siendo el proyecto de clase de dos universitarios y se convirtió en corporación global. Una corporación que puede tener los días contados.

Solo unas horas antes de recibir la noticia del Nobel, el Departamento de Justicia de EEUU planteaba la posibilidad de trocearla para romper su monopolio ilegal. El pasado agosto, un juez federal declaró que Google había violado las leyes de competencia del país por sus maniobras para dominar el mercado de las búsquedas y generar un embudo que atrapara todo el negocio de la publicidad digital.

El tribunal dictaminó que Google había gastado miles de millones durante años para llegar a acuerdos secretos con otras empresas, como los fabricantes de móviles, para que configuraran su buscador como el predeterminado en todos sus productos. “Después de haber considerado y sopesado cuidadosamente el testimonio de los testigos y las pruebas, el tribunal llega a la siguiente conclusión: Google es un monopolista y ha actuado como tal para mantener su monopolio”, señaló la sentencia. La empresa ha recurrido.

El fallo es una de las mayores decisiones antimonopolio de las últimas décadas. La solución que ha puesto sobre la mesa el Gobierno de Joe Biden es igual de tajante. En un documento de 32 páginas enviado al juez, el Departamento de Justicia dice que son necesarias “soluciones estructurales” para corregir la situación: dividir los diferentes negocios de Google, recortando así su capacidad de dominio de todas las patas de la industria digital.

“Durante más de una década, Google ha controlado los canales de distribución más populares, lo que ha dejado a sus rivales con poco o ningún incentivo para competir por los usuarios. Para remediar por completo estos perjuicios es necesario no solo poner fin al control de la distribución por parte de Google hoy, sino también garantizar que Google no pueda controlar la distribución del mañana”, señala la demanda.

Google tacha la propuesta de “radical”

“Las propuestas radicales y de amplio alcance del Departamento de Justicia corren el riesgo de perjudicar a los consumidores, las empresas y los desarrolladores”, ha contestado Google, que dice que la Administración Biden se está extralimitando.

“Este caso se refiere a un conjunto de contratos de distribución de búsquedas. En lugar de centrarse en eso, el gobierno parece estar siguiendo una agenda de gran alcance que afectará a numerosas industrias y productos”, tacha la multinacional. “El borrador del Departamento de Justicia también llega en un momento en que la competencia en la forma en que las personas encuentran información está en auge, con todo tipo de nuevos participantes que surgen y nuevas tecnologías como la inteligencia artificial que transforman la industria”.

Google recurre a dos de los argumentos clásicos de los gigantes digitales estadounidenses para avisar sobre el peligro de su posible desmembramiento: la innovación y la seguridad. Por un lado dice que el movimiento puede “poner trabas a las herramientas de inteligencia artificial de Google puede frenar la innovación estadounidense en un momento crítico”, cuando el mercado aún no está regulado. Cuando dos de sus principales expertos acaban de ganar el nobel.

Por el otro, afirma que “obligar a Google a compartir tus consultas de búsqueda, clics y resultados con competidores pone en riesgo tu privacidad y seguridad”. La multinacional asegura que las consultas que se hacen en su buscador “suelen ser” confidenciales, pero “que en manos de una empresa diferente sin prácticas de seguridad sólidas” podrían convertirse en un riesgo de seguridad.

Estas declaraciones de Google contrastan con la realidad que han arrojado diversas investigaciones sobre la brecha de seguridad que supone su rastreo publicitario. Esto no solo ha ocurrido con usuarios corrientes, sino que se ha llegado a ser un método de espionaje de los servicios de inteligencia de Rusia o China para hacerse con datos sensibles de políticos y militares occidentales. Además su buscador también se ha visto asolado por estafas y anuncios falsos que se han colado en sus resultados patrocinados.

El caso se dirimirá en los tribunales a lo largo de 2025. Una condena contra la multinacional, en cualquier caso, no sería una sentencia de desmembramiento definitiva. Así lo atestigua el único caso de esta envergadura en el territorio digital que las autoridades estadounidenses han llevado a juicio. En el año 2000, un juez ordenó dividir Microsoft en dos empresas separadas: una para Windows y otra para el resto de su software, tras señalar que la compañía estaba llevando a cabo prácticas monopolísticas con el sistema operativo.

Un año después, la Corte de Apelaciones revirtió esta decisión y permitió que Microsoft evitara su división en una polémica decisión. Los magistrados le impusieron restricciones sobre su conducta con Windows y obligaciones de dar espacio a su competencia, pero esas medidas no tuvieron un impacto significativo a largo plazo. Con el tiempo, muchas de las restricciones expiraron o se relajaron, y Microsoft pudo mantener su posición dominante en el mercado de sistemas operativos sin un cambio radical en su modelo de negocio.

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