Un vehículo capaz de resistir las condiciones del Polo Sur lunar (unos 100º durante el día y -173º durante la noche, cada uno de los cuales dura 29 días terrestres), ayudar a dos astronautas a transportar una tonelada de material de investigación y operarlo con un brazo robótico, autonomía de 12 kilómetros y ocho horas de uso ininterrumpido por cada carga, velocidad máxima de 15 kilómetros por hora y manejables desde la Tierra, para que el vehículo pueda seguir con la misión cuando los astronautas regresen.
Estas serán las características del vehículo lunar que la misión Artemis, que volverá a poner a una persona en la superficie de la Luna a partir de 2026 y cuyo objetivo es establecer una presencia permanente en el satélite. La NASA ha anunciado esta semana los tres proyectos finalistas para desarrollar el vehículo de terreno lunar (LTV, por sus siglas en inglés). A partir de ahora trabajará codo con codo con ellas para seguir perfilando el diseño durante un año, tras el cual seleccionará a uno de ellos para construir el prototipo.
Como en el resto de la misión Artemis, el enfoque de la NASA con el coche que los astronautas conducirán en la Luna es diferente al de las misiones Apolo. Entonces el organismo seleccionaba una empresa para desarrollar los vehículos, que luego adquiría en propiedad. En esta nueva etapa de exploración espacial la NASA firma contratos de servicios según las necesidades de la misión.
En el caso del LTV, la Agencia firmará un contrato de alquiler de 10 años de un vehículo lunar que tendrá que estar disponible cuando lo requieran los astronautas. “Fuera de ese horario, el proveedor tendrá la posibilidad de utilizar su LTV para actividades comerciales en la superficie lunar no relacionadas con las misiones de la NASA”, explica el organismo.
Este nuevo enfoque ha demostrado ser más barato y está propiciando el desarrollo de una industria privada de la exploración cuyo máximo exponente es SpaceX. A grandes rasgos, la compañía de Elon Musk ha sido contratada para llevar astronautas a la Luna con una serie de requisitos y un precio prefijado, como si vendiera billetes de avión. La compañía podrá utilizar luego las naves para sus propios fines. El primero y más inmediato está siendo turismo espacial, pero Musk ya ha explicado que tiene la mirada puesta en la explotación minera de Marte.
Con los vehículos lunares ocurre lo mismo. Serán sus desarrolladores, por ejemplo, los que se preocupen de cómo llevarlo al satélite para ponerlo a disposición de los astronautas. “Queremos impulsar el valor en la economía cislunar proporcionando un vehículo fiable, seguro y capaz que se utilizará para proporcionar movilidad a los astronautas de Artemis y realizar misiones críticas de forma autónoma en la Luna para empresas comerciales”, ha afirmado el consejero delegado de Lunar Outpost, una de las empresas seleccionadas por la NASA.
Lunar Outpost está formada por Lockheed Martin, General Motors o el fabricante de neumáticos Goodyear. Las otras dos escogidas son Intuitive Machines (Boeing, Northrop Grumman y Michelin) y Astrolab, una iniciativa promovida por el fabricante de vehículos eléctricos Venturi, con sede en Mónaco. Todas ellas tienen ya experiencia en el envío de vehículos a la luna u operación de vehículos no tripulados.
Astrolab, por ejemplo, ya ha llegado a un acuerdo privado con SpaceX para enviar uno de sus vehículos lunares al satélite en 2026, independientemente de si su proyecto resulta elegido para ser el oficial de la misión Artemis. “Después de 20 años de innovación y récords mundiales en el campo de los vehículos eléctricos terrestres, ahora estamos inmersos en una aventura que pasará a los libros de historia: ¡el hombre regresando a la Luna! Cuando vea este rover, equipado con nuestras ruedas y baterías, funcionando allí arriba, habré hecho realidad mi mayor sueño”, ha celebrado Gildo Pastor, presidente de Venturi.
El grupo monegasco es de hecho el único que no ha firmado una colaboración con una firma especializada en neumáticos, uno de los elementos más críticos para que el vehículo pueda resistir los dramáticos cambios de temperatura de la superficie marciana. También es el único que tiene ya el prototipo de su rover, que ha presentado en varias ferias de tecnología desde 2022.
El contrato de la NASA por el LTV tendrá un valor de hasta 4.600 millones de dólares y tiene un calendario de 15 años. Los primeros cinco serán de desarrollo y la siguiente década, la de operaciones. No se espera que el vehículo esté disponible cuando los primeros astronautas vuelvan a la Luna en 2026, sino para la siguiente fase de la misión Artemis. Se espera que esta comience en 2030 y su objetivo es consolidar una estación espacial en la órbita de la Luna.
“Las misiones Artemis permiten el crecimiento de la economía lunar al impulsar nuevas industrias, apoyar el crecimiento del empleo y fomentar la demanda de mano de obra cualificada”, explica la NASA. España participó en la primera parte de la misión, cuyo objetivo era transportar sensores y dispositivos hacia la Luna. Una parte de ellos, como los sistemas de control de temperatura y de suministro de aire y agua de Orion (una de las naves tripuladas que se usarán en las siguientes fases) se desarrolló en Tres Cantos (Madrid) por Airbus Crisa.
Problemas con las fechas y la posibilidad china
En última instancia, Artemis servirá de antesala preparatoria para para la exploración del espacio profundo y la llegada de la llegada de seres humanos a Marte, algo que la NASA espera que ocurra en la década de 2030. Una fecha que podría ser demasiado optimista teniendo en cuenta el informe de la GAO (la oficina oficial de auditoría de EEUU) sobre Artemis, que advierte que la fecha más realista para que los astronautas puedan volver a la Luna es 2027.
“La NASA y sus contratistas han logrado avances, incluido el cumplimiento de varios hitos importantes, pero aún enfrentan múltiples desafíos con el desarrollo del sistema de aterrizaje humano y los trajes espaciales”, recordaba la GAO.
La Agencia espacial estadounidense ya tuvo que retrasar la fecha oficial de la misión que debe alunizar con personas a bordo, y podría tener que volver a hacerlo si los plazos que SpaceX ha previsto para el desarrollo de sus naves no se cumplen. Esto daría una oportunidad a China para que sus taikonautas llegaran antes que los estadounidenses al satélite.
El gigante asiático tiene también una misión en marcha para llegar a la Luna “antes de 2030”, pero es más opaca respecto a sus avances que la estadounidense. Su agencia espacial también está preparando un rover para acompañar a los taikonautas, pero será más similar al que utilizaron los astronautas de la misión Apolo, con una masa de alrededor de 200 kilos.