Madrid, 15 feb (EFE).- Con frecuencia, enfermedad vascular y demencia coinciden en las etapas más avanzadas de ambas patologías, pero la base de esta asociación no se había estudiado a fondo. Ahora, un estudio ha demostrado que ya a una mediana edad, muchos años antes de que surjan los síntomas clínicos de un problema cardiovascular, el poder cognitivo empieza a alterarse.
El estudio, realizado en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), en colaboración con el Banco de Santander y expertos en neuroimagen del centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, el Barcelonaßeta Brain Research Center (BBRC), se publica este lunes en el Journal of the American College of Cardiology (JACC).
El hallazgo es importante porque abre la posibilidad de intervenir sobre un trastorno modificable, como la enfermedad cardiovascular, para prevenir la evolución de una patología que no tiene tratamiento, como la demencia, algo que se puede hacer desde varios ámbitos, explica a Efe Valentín Fuster, director del CNIC y uno de los autores principales del trabajo.
El primero es la libertad individual porque “desde hace tiempo sabemos que se puede actuar sobre los siete factores de riesgo que dan lugar al infarto de miocardio y al cerebral: la obesidad y la presión arterial alta, la diabetes y el colesterol y el tabaco, una dieta alterada y la falta de ejercicio. Controlarlos depende de nosotros. Es una decisión individual”.
Pero, al mismo tiempo, desde el ámbito público es importante trabajar sobre la educación de las personas, con estrategias que promuevan hábitos de vida saludable -como evitar el tabaco o tener una alimentación correcta- pero también que se conciencie a las personas de que “con ello no solo van a prevenir un infarto, sino que también van a cuidar su poder cognitivo, y eso es un mensaje muy importante”, advierte el cardiólogo español.
“La sociedad tiene que empezar a entender que no se trata de morir o no morir, sino de envejecer con calidad de vida y sin merma de nuestra capacidad cognitiva”, insiste.
Para hacer el estudio, los investigadores emplearon técnicas de imagen avanzada de Tomografía por Emisión de Positrones (PET) para cuantificar el metabolismo cerebral en más de 500 participantes del Estudio PESA-CNIC-Santander con una edad media de 50 años y sin ningún síntoma, pero con placas de aterosclerosis en las arterias.
El PESA-CNIC-Santander incluye a más de 4.000 participantes asintomáticos de mediana edad en los que desde 2010 se vigila la presencia y desarrollo de aterosclerosis subclínica, una enfermedad inflamatoria crónica que favorece la acumulación de grasa en las paredes de los vasos sanguíneos y que genera coágulos, que son la principal causa del infarto agudo de miocardio.
El estudio -dirigido por la doctora Marta Cortés Cantelli, del CNIC- ha confirmado que, en edades tempranas y muchos años antes de cualquier manifestación clínica, cuando hay aterosclerosis u otros factores de riesgo cardiovascular, hay un menor metabolismo cerebral.
“Hemos visto que un mayor riesgo cardiovascular en individuos de mediana edad, aparentemente sanos, se asociaba a un menor metabolismo cerebral en zonas parieto-temporales implicadas en funciones como la memoria espacial y semántica y distintas formas de aprendizaje”, explica Cortés Cantelli, coprimera autora del estudio.
Entre los factores de riesgo cardiovascular más implicados con la reducción en el metabolismo cerebral, los investigadores determinaron que la hipertensión era el más relevante, aunque también observaron que una mayor cantidad de placa de aterosclerosis en las arterias carótidas que suministran sangre al cerebro estaba asociada a un menor metabolismo en áreas cerebrales íntimamente relacionadas con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Y, aunque de momento este trabajo solo demuestra la disminución metabólica del cerebro, “nuestra hipótesis es que los factores de riesgo alteran las arterias pequeñas del cerebro, lo que disminuye el flujo cerebral de sangre y el metabolismo de las neuronas y altera el poder cognitivo”, avanza Fuster.
Para validar este concepto, el próximo paso del estudio será investigar si los individuos del PESA, con aterosclerosis subclínica en las carótidas y un metabolismo cerebral reducido con 50 años, muestran deterioro cognitivo dentro de diez años.
No obstante, el grupo de estudio de Fuster en Nueva York, cuyos pacientes tienen entre 65 y 70 años, parece que ya está validando esta hipótesis.