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TikTok, en el centro de la pugna EEUU-China: ¿es la red social de más éxito entre adolescentes un arma geopolítica?

TikTok es el último gran fenómeno mundial de la redes sociales. Es la app más descargada del mundo, ha superado los 700 millones de usuarios a la velocidad del rayo y encandila como ninguna otra a los más jóvenes porque se basa en el buen rollo. Es ajena al fenómeno de los ofendiditos que carcome otras plataformas y que expone a los usuarios a recibir furibundas críticas por compartir cualquier idea o contenido. Tampoco pregunta constantemente qué haces, dónde estás, con quién o cómo de bien lo has pasado (aunque succiona esos datos igual). Despegó brutalmente durante los confinamientos porque no se basa en la vida de sus usuarios sino en su creatividad editando vídeos musicales, lo que hace que tenga mucho más que ver con el entretenimiento que con las amistades, los contactos personales y el cotilleo. Todo esto sería suficiente para convertirse en un foco de atención, pero es otra cosa lo que la hace única: nació al calor de la dictadura china.

TikTok es el primer servicio digital chino que logra este tipo de relevancia mundial. Aunque Facebook sigue teniendo cuatro veces más usuarios y YouTube los multiplica por tres, TikTok ya ha superado a otras redes muy conocidas como Twitter o Linkedin. Es incuestionable que ya juega en la liga de los grandes actores, donde el resto de competidores son estadounidenses. De hecho, cuando una plataforma rival crece mucho, al resto les crecen los dientes. Este viernes, The New York Times se hacía eco del interés de Microsoft por comprar TikTok. Las conversaciones entre el gigante estadounidense y la compañía china estarían ya en marcha. Eso, en medio de una pugna geopolítica entre EEUU y China que tiene uno de sus puntos claves en la carrera tecnológica digital, ha provocado que TikTok se coloque en el punto de mira de forma similar a como unos meses antes estuvo Huawei.

Al igual que el fabricante de móviles y tecnología 5G, TikTok ha sido acusada de ser un arma de espionaje del Gobierno chino. No obstante, el proceso con la red social ha sido algo diferente. El señalamiento no ha venido de las autoridades estadounidenses, sino que el encargado de elevar esa alerta ha sido Anonymous. Titulares de medios de todo el mundo relataron a principios de julio que este “grupo”, “colectivo” o “asociación de hackers” había recomendado desinstalar la aplicación por la gran cantidad de datos personales que TikTok les succiona y transmite a servidores chinos. La información estaba basada en un análisis publicado por un usuario en el foro Reddit.

El problema es que Anonymous no es un “grupo”, un “colectivo” ni una “asociación de hackers” y a día de hoy el propósito de sus acciones debe ser tomado con extrema precaución. “Anonymous” es una identidad colectiva que cualquiera puede adoptar. Una máscara que se popularizó hace más de una década para llevar a cabo acciones políticas en Internet organizadas de abajo a arriba. Numerosas protestas contra multinacionales o gobiernos acusados de cometer injusticias o irregularidades o filtraciones de documentación secreta de interés público llevaron su firma. Su función como identidad colectiva era impedir que los objetivos de esas acciones pudieran seguir la pista de los hacktivistas que las llevaban a cabo. Pero como explicó en una entrevista con este medio Gabriella Coleman, una de las mayores expertas en Anonymous del mundo, esa época hace años que quedó atrás.

La constante evolución de las herramientas digitales, el cambio de legislación para endurecer las penas por este tipo de acciones, la creciente dificultad para mantener el anonimato a causa de la cibervigilancia y las detenciones de hacktivistas terminaron por desactivar el uso de la identidad colectiva Anonymous para llevar a cabo acciones políticas contra los poderosos en la red.

En cambio, en los últimos años sí se ha documentado el uso de Anonymous para firmar acciones organizadas desde arriba. La fama que ganó la identidad colectiva en sus años de esplendor se ha utilizado para lanzar campañas de desinformación e incluso en “operaciones militares” a las que “sus miembros originales se habrían opuesto con vehemencia”, recuerda en uno de sus últimos informes Coleman, la única académica que pudo ganarse la confianza de aquellos ciberactivistas y observar desde dentro cómo planeaban y desarrollaban sus acciones. La experta se ha mostrado muy escéptica con las últimas apariciones de Anonymous y con el “renacimiento” anunciado por algunos medios, que se apoyan en la última proliferación de mensajes enviados por cuentas de nombre “Anonymous” en redes sociales.

Es imposible saber si el aviso de Anonymous sobre TikTok proviene realmente de hackers que desean permanecer en el anonimato o, al contrario, es un ataque organizado por uno de los competidores a los que la red social china pisa los talones o un estado receloso de su creciente poder. El Gobierno de la India, por ejemplo, prohibió TikTok y otras 50 apps chinas más justo después de una escaramuza entre sus tropas y el ejército chino en la zona del Himalaya, que se saldó con al menos 20 muertos. TikTok ha negado que transfiera datos de sus usuarios al Gobierno chino, una práctica que sería ilegal tanto en EEUU como en la UE.

TikTok extrae muchos datos personales. Y lo hace mejor que su competencia

¿Significa esto que TikTok no succiona los datos de sus usuarios? Ni mucho menos. Lo hace además de forma mucho más avanzada tecnológicamente que muchos de sus competidores, porque no requiere la colaboración del usuario para ello. Apenas incluye campos para introducir esa información, pero porque es capaz de inferir una ingente cantidad de datos analizando todos los comportamientos del usuario tanto en la plataforma como fuera de ella. Además, pide un gran número de permisos para acceder a datos del dispositivo como los detalles de la conexión Wifi, la lista de contactos o el GPS, datos que no son necesarios para dar su servicio (los vídeos musicales que elaboran los usuarios no informan al resto de ellos de su localización).

Esta mercantilización del usuario no es secreta, sino que está detallada en la política de privacidad de TikTok: “Inferimos sus intereses, su sexo y su edad con el fin de personalizar el contenido. También inferimos los intereses de nuestros usuarios para optimizar mejor la publicidad en nuestra plataforma”. Este uso de los datos personales para el envío de publicidad segmentada es el modelo de negocio de todas las redes sociales y de un gran número de servicios digitales gratuitos.

TikTok es un nuevo actor en la salvaje competición por hacerse con los datos personales de los ciudadanos y ha demostrado que puede tomar un trozo de un pastel que hasta ahora solo se comían las empresas americanas. Además, lo ha hecho apuntando a un público objetivo extremadamente joven. Según un informe de Qustodio, tiene un gran nicho en los niños de 4 a 15 años, en el que ha superado a Netflix y ya rivaliza con YouTube como plataforma más usada. “TikTok se ha convertido en la reina indiscutible de las redes sociales. Impulsó el crecimiento del uso de aplicaciones sociales en un 100% en 2019 y en un 200% en 2020. De media, los niños pasan ahora 80 minutos al día en TikTok”, refleja el estudio de esta la empresa especializada en las soluciones de control parental. La tendencia se acentuó sobremanera durante el confinamiento, cuando el entretenimiento que podía ofrecer TikTok a los menores fue más demandado que nunca.

No hay datos que apunten a que la recopilación de datos que hace TikTok sea más profunda que la de sus competidoras estadounidenses, aunque sí ha desarrollado un método para hacerlo mejor que ellas en pleno conflicto entre superpotencias.

También se la acusa de utilizar algoritmos muy adictivos, pero esa es una estrategia que también intentan emplear Facebook, Instagram y el resto de redes. La diferencia es que mientras los algoritmos de algunas de ellas no han temido explotar sentimientos como la indignación o el odio en sus usuarios para atrapar su atención y pegarles a la pantalla, el lema de TikTok es “alégrate el día”. Recibir cortas pero constantes píldoras de emociones positivas, como ocurre en esta red social china, ha demostrado ser una potente estrategia para enganchar a los más pequeños y es ampliamente explotada por los videojuegos gratuitos, por ejemplo.

Medicina Zuckerberg

Cuando no puedes con tu enemigo, cópiale. Es el recurso que Mark Zuckerberg, creador de Facebook, ha utilizado cuando sus competidores amenazaron con colocarse en el lugar al que ha escalado ahora TikTok, como en el famoso caso de Snapchat y el formato stories. También es la que ha intentado lanzar contra su nuevo rival chino.

Una de las principales funciones de TikTok es hacer pequeños videoclips con la música de moda en la zona de procedencia del usuario, al que proporciona novedosas herramientas de edición para personalizarlos. Ademas de música también están disponibles clips de películas, permitiendo hacer doblajes de los principales blockbusters. El resultado son vídeos cortos que han dado forma a un lenguaje y unos códigos característicos de este formato, cada vez más unidos al lenguaje y códigos comunes de la generación Z.

De momento, los intentos de Facebook por lanzar formatos similares no han tenido éxito. Sí han provocado la queja de los responsables de la red social china, que acusan a Zuckerberg de lanzar “malignos ataques disfrazados de patriotismo y diseñados para poner fin a nuestra presencia en los Estados Unidos”. Se trata de un comunicado emitido esta semana por su nuevo consejero delegado, Kevin Mayer.

Mayer es estadounidense y ex alumno de Harvard y del Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT). TikTok lo fichó en mayo, cuando era uno de los máximos responsables de Disney, un peso pesado de la industria audiovisual estadounidense. La red social china ha ampliado su plantilla en EEUU de 50 a 1.400 trabajadores y ha anunciado que contratará otros 10.000 más. “TikTok no es el enemigo”, recalcó Mayer: “No somos políticos, no aceptamos publicidad política y no tenemos una agenda: nuestro único objetivo es seguir siendo una plataforma dinámica”.

Prohibiciones cruzadas

“Al final, la guerra es por el acceso a los datos de millones de personas. El gancho es un producto de apariencia inofensiva y al que no tienes que darle datos, simplemente aceptar que él los vaya recopilando sobre tu actividad en el terminal. En ese sentido, yo diría que se mezclan los conflictos entre los estados y entre las compañías, y que tienden a retroalimentarse mutuamente”, expone Ángel Gómez de Ágreda, analista geopolítico y autor de Mundo Orwell.

En esa pugna por los datos, EEUU prohibió a sus militares usar TikTok por el riesgo de fuga de datos hacia China. Su secretario de Estado, Mike Pompeo, ha advertido a los estadounidenses que si usan la app sus datos podrían acabar “en manos del Partido Comunista Chino”. La dictadura, por su parte, nunca ha permitido el uso de Google, YouTube, Facebook, Instagram o WhatsApp en su territorio al considerarlas agentes imperialistas estadounidenses que amenazan su soberanía tecnológica.

La irrupción de un gran actor de procedencia china entre los servicios digitales con más usuarios altera un escenario que había permanecido inmutable desde que Internet dejó de ser un universo de pequeñas comunidades y pasó a ser una red dominada por un puñado de multinacionales estadounidenses. No obstante, cabe destacar que, aunque el sistema de vigilancia chino basado en el crédito social está ampliamente documentado, la única vez que se ha probado de forma independiente la existencia de una trama de ciberespionaje hacia el exterior apoyada en los servicios digitales de empresas privadas fue el que afectó a EEUU en 2013, destapado por Edward Snowden. Este exanalista de la Agencia Nacional de Inteligencia estadounidense (NSA) reveló que multinacionales como Google, Apple, Facebook o Microsoft dejaban agujeros en sus sistemas para que él y sus compañeros se colaran por ellos e interceptaran las comunicaciones de personas ubicadas en cualquier lugar del mundo. De esta forma el Gobierno estadounidense espío a líderes políticos, empresarios y cumbres diplomáticas durante años.

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