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Trump planea lanzar su propia red social pagada por donantes republicanos: “Volverá en dos o tres meses”

Donald Trump se resiste a quedarse fuera de la actualidad, pero para ello necesita un nuevo altavoz. El expresidente está suspendido permanentemente de su red social favorita, Twitter, desde el 8 enero. La compañía lo expulsó por “glorificar la violencia” del asalto al Capitolio sucedido dos días antes y pedir más “protestas armadas”. Sus cuentas, Facebook, Instagram y YouTube corrieron la misma suerte, aunque Trump las utilizaba sobre todo como eco de su actividad en Twitter. Antes de eso ya había quemado la baza de TikTok y sus 100 millones de usuarios activos en EEUU, a la que denunció por ser un arma de espionaje del Gobierno chino para intentar forzar su venta a una empresa “muy americana” (una maniobra de la que la nueva administración se ha desentendido).

A Trump le queda la opción de las redes sociales minoritarias como Parler o Gab, que han pescado a buena parte de sus seguidores y los activistas de extrema derecha expulsados de otras redes gracias a ser mucho más laxas en sus normas contra los llamamientos a la violencia y el discurso del odio. Sin embargo, uno de los principales asesores del expresidente avisó recientemente en Fox News que la intención de Trump iba por otro camino. “Vamos a ver al presidente Trump volver a las redes sociales de aquí a dos o tres meses, con su propia plataforma”, dijo Jason Miller: “Será lo más caliente de las redes, va a redefinir completamente el juego, todo el mundo va a estar esperando y observando para ver qué hace exactamente el presidente Trump”.

Las declaraciones de Miller desataron la rumorología sobre las intenciones de Trump. También los análisis que avanzan que esas declaraciones solo son un intento del expresidente para dirigir la agenda pública de nuevo, ya que hacerle la competencia a los gigantes digitales desde cero parece una batalla perdida. No obstante, esta semana se han acumulado las filtraciones que han expuesto más detalles sobre los planes de Trump para volver a hackear la atención pública. Una de ellas ha aparecido en Axios, un medio especializado en negocios, tecnología y política, que publicó que Trump está negociando con varias startups que han desarrollado plataformas que podrían servir a sus objetivos. Su estrategia sería comprar una de estas pequeñas empresas y utilizar su tirón mediático para llenarla de usuarios mientras le da forma a su antojo.

Una de las apps con cuyos representantes ya se habría reunido el magnate es FreeSpace. Se trata de un servicio prácticamente desconocido lanzado el 1 de febrero y que apenas suma unas 20.000 descargas. La empresa que lo ha puesto en marcha es Skylab Apps, especializada en diseñar plataformas para que entrenadores personales, coaches motivacionales y otros negocios que necesiten crear su propia comunidad online y conectar con sus clientes de forma más personalizada que a través de las redes sociales tradicionales.

Paradójicamente, la imagen de marca que FreeSpace ha usado en su lanzamiento es la de ser una plataforma “centrada en el poder de la positividad” y cuyo objetivo es “incentivar, resaltar y recompensar los buenos hábitos y las interacciones saludables online”. Parece todo lo contrario a la trayectoria de Trump en las redes sociales, aunque el acuerdo aún estaría lejos de cerrarse. “Podría ser cualquiera entre varias empresas, habrá más reuniones esta semana”, han avanzado fuentes de la negociación.

Axios no ha sido el único en detallar parte de los planes de Trump para su red social en las últimas horas. Maggie Haberman, corresponsal en Washington del New York Times, ha apuntado detalles sobre la estrategia financiera de la red social trumpista: reclutar a importantes donantes de su campaña para la presidencia para que paguen una alta cuota de membresía anual con la que financiar los primeros pasos de la plataforma. El compromiso sería a cuatro años, poniendo entre 15 y 20 millones de dólares como mínimo durante los dos primeros.

Los representantes del expresidente ya habría contactado con varios de estos donantes para convencerlos de la necesidad de crear una red social con la que “exponer y reformar el sistema electoral roto” —principal bulo esparcido por Trump durante la campaña electoral, que terminó motivando el asalto al Capitolio que acabó con varios manifestantes muertos— y reclutar a nuevos candidatos republicanos que “preserven” el estilo del expresidente.

Esta jugada encajaría con las preferencias de Trump a la hora de hacer negocios. El magnate es conocido por preferir usar su nombre o la 'marca Trump' en sus nuevas inversiones o empresas y financiarlas con capital de terceros en vez de con su propia fortuna.

Nadie oye gritar a los trols en las redes de la extrema derecha

La iniciativa de Trump ha sido recibida con escepticismo en el sector. Pese a su tirón mediático, el magnate tendría que enfrentar uno de los problemas con los que se encuentran Gab y Parler: la unidireccionalidad en el debate. Son redes que se publicitan recurriendo a un mayor respecto por la libertad de expresión por encima de la “censura” de la que acusan a los Facebook, Twitter o Youtube, pero la realidad es que han terminado siendo nidos de comunidades supremacistas, xenófobas, antifeministas y conspiranoicas.

Aunque estas redes amparan su discurso, también les alejan del grueso de la opinión pública. “Siempre hay otro lugar al que estas personas pueden ir porque Internet en sí sigue siendo un espacio libre. Podrán crear su propio rincón de Internet y decir lo que quieran en él. Pero parte de lo que quieren estas personas es tener un alcance universal. Quieren estar en la misma habitación con todos los demás, entremezclarse e infectar el discurso global dominante. Eso no funciona tan bien si estás separado de todos”, exponía en una reciente entrevista con elDiario.es Andrew Marantz, periodista de The New Yorker que pasó varios años infiltrado en la comunidad de trols de extrema derecha que formaron la guerrilla digital de Trump.

En cualquier caso, ¿podría Trump hacer lo que quisiera con su red social? Las protestas del Capitolio han mostrado hasta dónde pueden llegar las soflamas digitales basadas en bulos como el de la manipulación electoral alentado por su campaña. Este jueves, el Congreso de EEUU ha recriminado a Mark Zuckerberg (Facebook, Instagram y WhatsApp), Sundar Pichai (Google y YouTube) y Jack Dorsey (Twitter) el rol que sus plataformas desempeñaron en los hechos. Congresistas demócratas los han acusado de cobijar “el nacimiento y crecimiento” del movimiento que desembocó en la protesta, mientras que los republicanos los acusaban de “censura” por bloquear al presidente.

Los mandamases de los gigantes tecnológicos, vía teleconferencia, han rehusado asumir su responsabilidad directa en los hechos. Zuckerberg, el más combativo, ha asegurado que su empresa hizo “todo lo posible” por controlar los bulos y los llamamientos a la violencia, pero que todo se descontroló cuando Trump se negó a aceptar los resultados de las elecciones y pidió a sus seguidores que “lucharan” para proteger la democracia estadounidense. La actuación respecto a estas multinacionales, obligadas a explicarse casi cuatro meses después, contrasta con lo ocurrido con Parler, vetada por todas ellas —lo que supuso su desaparición de Internet durante un mes— apenas unas horas después de que se confirmara que fue usada para organizar los disturbios.

La hipotética vuelta de Trump al ring digital también reabre el debate sobre si las plataformas deben intervenir el discurso de los líderes políticos, y si es así, cómo han de hacerlo. En este sentido, Twitter ha lanzado una encuesta preguntando a sus usuarios sobre esta cuestión. “Queremos escuchar si creen o no que los líderes mundiales deberían estar sujetos a las mismas reglas que otras personas en Twitter. Y, si un líder mundial viola una regla, qué tipo de acción para su aplicación es adecuada”, explican desde la plataforma.