Cómo Ciudad del Cabo se ha salvado de quedarse sin agua
A finales del año pasado, el Gobierno sudafricano se enfrentó a la posibilidad de que la mayor ciudad del país se quedara sin agua y apostó por una medida sin precedentes.
El Gobierno anunció el “día cero”. Decidió que cuando los niveles de la presa estuvieran bajo mínimos, cortaría el agua en Ciudad del Cabo y los residentes tendrían que desplazarse hasta puntos de recogida de agua.
Esta visión apocalíptica provocó el pánico y que empezara a aprovisionarse de agua. También provocó una caída en las reservas turísticas y volvió a aflorar el miedo a posibles disturbios.
Sin embargo, tuvo otro efecto: funcionó. Esta campaña consiguió que los ciudadanos reaccionaran, tras años de intentarse convencer sin éxito a los residentes de que ahorraran agua. Se limitó (límite que todavía está vigente) el consumo diario de agua a 50 litros por persona (en 2016, el consumo medio diario de agua por persona en California fue de 321 litros). Los hogares que superan el límite permitido se enfrentan a fuertes multas o a que les instalen en casa un medidor que corta el agua cuando llegan al tope máximo.
Los residentes de Ciudad del Cabo empezaron a ducharse dentro de cubos, con los que retienen el agua para reutilizarla más tarde. También empezaron a reciclar el agua de la lavadora y a tirar de la cadena del inodoro una sola vez al día.
“Durante meses, en un momento en el que era muy necesario que se hablara sobre la necesidad de ahorrar agua, no se habló de otra cosa en Ciudad del Cabo”, explica Priya Reddy, directora de comunicación de la ciudad. “No era una solución bonita, pero no era un problema bonito”.
El consumo de agua en Ciudad del Cabo descendió de 600 millones de litros diarios a mediados de 2017 a 507 millones de litros diarios a finales de abril. Si bien todavía no se ha alcanzado el objetivo de 450 millones de litros diarios, Reddy señala que se ha hecho de la única manera posible: “Fue necesario que cundiera el pánico, de lo contrario, el día cero habría sido una realidad”.
El agua no es ilimitada
“La campaña de día cero nos hizo reflexionar sobre el consumo de agua”, indica Sue Fox tras coger varios litros de agua potable para su hogar de un manantial natural de Newlands, una zona lujosa de la ciudad: “Nunca más volveremos a pensar que el agua es un recurso del que siempre dispondremos”.
En un contexto de calentamiento global, las ciudades tendrán que dilucidar cómo sacar el máximo partido del agua disponible. La provincia de Western Cape ha abordado el problema de la crisis del agua desde distintos frentes; desde impulsar innovaciones agrícolas a reducir el consumo de agua o diversificar las fuentes de suministro. Podría convertirse en un ejemplo a seguir por ciudades que, como Ciudad del Cabo, ven cómo sus presas se están quedando vacías.
“En nuestro caso, hemos sobrepasado los límites”, señala el teniente de alcalde Ian Neilson, que lidera la respuesta de la ciudad a la crisis: “Millones de personas han respondido a nuestra llamada de alerta, literalmente millones”.
Sin embargo, no todo son noticias positivas sobre novedosas iniciativas, responsabilidad y altruismo. Según algunas estimaciones, los agricultores de la zona afectada por la sequía han tenido que abandonar hasta una cuarta parte de sus cultivos, y se han perdido decenas de miles de puestos de trabajo del sector agrícola.
“Esto es lo que más me deprime”, lamenta Derick mientras señala con el dedo una larga hilera de árboles resecos en su huerto de manzanos. Estos árboles en la Granja de Esperanto producen manzanas Pink Lady, una variedad muy demandada que se exporta a miles de kilómetros, al Reino Unido y Europa. No se han regado desde hace meses.
La Granja de Esperanto es una de las cientos de granjas frutícolas de la provincia sudafricana de Western Cape que han tenido que superar la sequía con creatividad. A pesar de que en octubre pasado las presas de Esperanto solo tenían una capacidad del 28%, la mayoría de sus huertos han tenido más suerte que los manzanos gracias a los sistemas de riego nocturno, y a otro que permite crear una capa y concentrar agua alrededor de las raíces de los árboles.
La producción ha caído, pero todavía podría caer mucho más.
Van Zyl indica que encontrar la forma de gestionar las granjas con menos agua es lo habitual en estos momentos. Incluso si la próxima temporada de lluvias pusiera fin a la sequía, y esto está por ver, el cambio climático traerá consigo una subida de las temperaturas. “No vamos a tener más agua, nos tendremos que apañar con lo que hay”, afirma.
¿Llegará el día cero?
Las medidas que se han impulsado han evitado la hecatombe. Al menos por ahora. La ciudad ha postergado el día cero hasta 2019. El anuncio fue recibido con una mezcla de alivio y exasperación. La gente se preguntó si esta iniciativa no había sido más que un engaño o una estrategia para recabar dinero con multas por el consumo excesivo de agua.
También se ha criticado a la ciudad por haber permitido que los enfrentamientos políticos en el Ayuntamiento –la alcaldesa Patricia De Lille hace meses que recibe ataques– retrasaran su respuesta a la crisis del agua.
Neilson, el teniente de alcalde, señala que se decidió cancelar el día cero por una cuestión de transparencia. “Teníamos que ser honestos con los ciudadanos”, indica Neilson: “Si no dijéramos la verdad, la gente pediría que nos fuéramos. Perderíamos nuestra credibilidad”.
Ahora la ciudad tiene la responsabilidad de asegurarse de que los residentes no vuelven a caer en sus malas costumbres. Si bien no habrá un día cero en un futuro próximo, las principales presas que abastecen de agua a la provincia solo están llenas en un 20%. Si el invierno no llega acompañado de lluvias, el día cero podría convertirse en una realidad.
Sin embargo, para entonces la ciudad espera haber conseguido aumentar el suministro de agua a través de métodos que no dependen de la lluvia, como la reparación de la infraestructura de suministro de agua, la perforación de pozos para acceder a las aguas subterráneas, la desalinización y la reutilización del agua.
Neilson ha tenido sobre su escritorio muchas ideas de cómo conseguir más agua para la ciudad, entre ellas, la “siembra” de nubes, la recolección de agua del aire e incluso el remolque de un iceberg de la Antártida de 100 millones de toneladas.
“La primera vez que lo oyes piensas que es una locura”, indica Nick Sloane, un rescatador de barcos que ha estado defendiendo el plan del iceberg: “Pero cuanto más profundizas en la materia te preguntas, ¿por qué no? Decirle a toda una ciudad que nadie puede volver a bañarse, esa sí es la respuesta incorrecta”.
A otros les gustaría que la ciudad buscara soluciones más cerca de casa. Christine Colvin, experta en agua del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), ha estado presionando al Gobierno para que elimine especies invasoras como el pino, el eucalipto y el caracol, que agotan las reservas de las presas.
Colvin afirma que si la ciudad eliminara plantas no autóctonas que anualmente absorben 38 millones de metros cúbicos de agua, Ciudad del Cabo podría obtener un 7% más de agua al año.
De hecho, lo viene diciendo desde hace tiempo, pero mientras las presas estaban llenas, nadie la escuchó. “No tenían ninguna necesidad de hacerlo”, señala Colvin: “Ahora, las presas se están secando”.
Traducido por Emma Reverter