Jacinda Ardern, firmeza y empatía al frente de una nación traumatizada
Unas horas después de que un tirador asesinara a 50 personas en dos mezquitas en la ciudad de Christchurch, la primera ministra Jacinda Ardern convocó una rueda de prensa que estableció las pautas del duelo en el país. Esa conferencia se ha convertido en un momento crucial de su historia como líder.
La primera ministra, de 38 años, ha sido puesta a prueba como a ningún otro líder neozelandés, guiando al país tras el peor ataque terrorista de su historia moderna. Cincuenta personas fueron asesinadas durante el salat de los viernes. Docenas de personas fueron heridas. El país donde antes reinaba la paz ha quedado profundamente consternado. A Ardern le temblaba la voz cuando se dirigió a la prensa, pero su mensaje transmitía una unidad y compasión inquebrantables.
“Puede que usted nos haya elegido a nosotros”, dijo Ardern dirigiéndose al terrorista, con furia en su tono. “Pero nosotros a usted lo rechazamos y lo condenamos”.
El mismo sábado por la mañana, Ardern acudió a Christchurch junto a la mayor parte de su gabinete y los líderes de la oposición. Con la cabeza cubierta por un pañuelo negro con el borde dorado, la dirigente se reunió con miembros de la comunidad musulmana afectada por la tragedia. Los abrazó mientras lloraban, susurrándoles palabras de consuelo y apretando su mejilla contra la de ellos. Las imágenes de esos abrazos dieron la vuelta al mundo.
Caminando tomada de la mano con las víctimas y sus familias, Ardern se centró en el duelo y en consolar a la comunidad afectada. Dijo que el supuesto asesino, Brenton Tarrant, no representaba los valores y las creencias de los neozelandeses. Simplemente, “no es uno de los nuestros”.
“Desde que ocurrió el ataque, el discurso público en Nueva Zelanda no ha estado cargado de odio ni furia. Ha sido más un 'podemos hacer esto, podemos sanar esta herida, podemos superarlo'”, afirma la profesora Jennifer Curtin, directora del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad de Auckland. “Ardern ha mostrado un liderazgo calmado y a la vez potente. Se ha enfocado enseguida en proteger a los más afectados. Al asesino casi no lo ha mencionado”.
Paul Buchanan, experto en seguridad de la consultoría no gubernamental 36th Parallel, dice que la fortaleza de Ardern es su empatía y que, en un momento de crisis, ha “sobresalido” en este tema. Buchanan dice que además la primera ministra es experta en delegar y encargó a sus funcionarios experimentados y de confianza las preguntas sobre seguridad y sobre por qué este terrorista no llamó la atención de los servicios de inteligencia. Así pudo ella concentrarse en sanar a un país traumatizado.
“Es como la madre de la nación. Cuando se trata de episodios como éste, su forma de actuar es casi perfecta”, afirma Buchanan. “La forma en que Trump y otros líderes hablan tras un ataque terrorista, ese lenguaje rudo, es todo una pose. A veces está pensado para enmascarar debilidad, otras veces es sed de venganza. Ardern no hace nada de eso”.
“Es un estilo de liderazgo que encaja perfectamente con Nueva Zelanda. Nueva Zelanda tiene un lado oscuro, tiene racismo. Pero lo que ella está haciendo es darnos un momento para enfrentarnos a esos demonios, a esa oscuridad y luego cambiar”, asegura.
“Claridad y firmeza”
Su calidez se equilibra con su firmeza. Cuando se le pidió que comentase sobre un senador australiano que buscaba culpar a los musulmanes por el ataque, Ardern simplemente lo llamó “una desgracia”. Tras el ataque, en repetidas ocasiones ha hablado de la necesidad de eliminar el discurso del odio y la violencia en las redes sociales. Dijo que los sitios web que permitían compartir el vídeo de la masacre eran “autores, no sólo mensajeros. No puede ser que sólo saquen beneficios sin asumir ninguna responsabilidad”.
El martes, hablando en el Parlamento, Ardern comenzó con un homenaje a las víctimas en árabe. “As-salaam-alaikum,” dijo. “Que la paz esté con vosotros”.
“Un papel que nunca anticipé ni esperé tener es el de ser la voz de una nación en duelo”, continuó. Negándose a pronunciar el nombre del sospechoso, habló de quitarle poder y en su lugar pronunciar los nombres de las víctimas. “Nunca me oiréis pronunciar su nombre”.
En Nueva Zelanda, incluso aquellos que suelen criticar duramente a Ardern se han quedado callados. Sam Sachdeva, de Newsroom, dijo que el episodio permitió que la “claridad y la firmeza” de la primera ministra quedara en evidencia, mientras que el New Zealand Herald describió su liderazgo como uno de “consuelo y fortaleza”.
En el resto del mundo, aquellos que quizás antes conocían a Ardern por ser la segunda mujer líder en tener un hijo estando en oficio, la han visto esta última semana guiar a su país con humanidad y resolución. Rápidamente, los medios internacionales recogieron la imagen de Ardern con la cabeza cubierta por el pañuelo negro, su rostro enmarcado por un vitral, y la foto se ha convertido en un símbolo de su liderazgo.
La revista Crisis, publicada por la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color en Estados Unidos, tuiteó sobre Ardern: “Elegancia. Dignidad. Valentía… Los líderes verdaderos sí existen”.
El periodista australiano Peter FitzSimons dijo que a los australianos les gustaría tener un líder como Ardern. “Vuestra primera ministra sobresale a nivel internacional por ser una líder que inspira a personas del mundo entero”, dijo Fitzsimons. “Su entereza, su resolución de acero y principalmente su lenguaje de inclusión y diversidad han sido admirables”.
El presentador de la televisión australiana Osher Günsberg escribió: “Australia tiene elecciones dentro de unos meses. Por favor, por favor, que podamos votar por alguien como Jacinda Ardern. Por favor”.
También ha sido elogiado el compromiso de Ardern por reformar las leyes de armas tras el ataque. David Hogg, un adolescente superviviente de la masacre en el instituto de Parkland y activista por un mayor control de armas, compartió la noticia de que Ardern prometió cambiar la ley de armas en un plazo de 10 días con el mensaje: “Imaginaos”.
El próximo miércoles, la primera ministra regresará a Christchurch para asegurarle a la comunidad que lo que sucedió no será olvidado. Ya ha anunciado que están redactando nuevas leyes que endurecerán el acceso a las armas semiautomáticas. También cubrirán los costes del entierro de las víctimas y ayudarán logísticamente, acelerando los visados para los familiares extranjeros que quieran asistir a los funerales. Pero la principal razón por la que estará en Christchurch es que su pueblo la necesita.
El martes, en el memorial improvisado en el Parque Hagley, donde cadenas de papel adornan los árboles, los vecinos de Christchurch elogiaron de forma unánime la respuesta “tranquila y compasiva” de Ardern ante la masacre. Los líderes musulmanes afirman que el liderazgo de la primera ministra ha aunado a la comunidad y les ha hecho sentir que Nueva Zelanda es y siempre será su hogar.
“Para mí, como vecino de Christchurch, esto es peor que los terremotos”, dice un hombre. “Y creo que ella lo sabe. Se nota que ella lo siente así, profundamente”.
Traducido por Lucía Balducci