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The Guardian en español

El modelo estadounidense de cría intensiva invade el mundo

Imagen obtenida por the Guardian para su especial sobre la cría intensiva en Reino Unido

Fiona Harvey, Andrew Wasley, Madlen Davies y David Child

Desde los días de los pioneros del salvaje oeste, la imagen más popularizada de los granjeros estadounidenses ha sido la de los vaqueros arreando el ganado en grandes ranchos, con hurras, latigazos y gritos. En la actualidad, aquellos vaqueros y ranchos bajo el amplio cielo han sido reemplazados por grandes cobertizos, imponentes sobre la llanura, donde viven miles de animales cuyos ruidos y olores se propagan más allá del cercado.

EEUU ha liderado la agricultura a gran escala en el mundo, siendo el primero en implementar la cría intensiva para cerdos, vacas y ovejas. Hoy hay en EEUU más de 50.000 establecimientos bajo la clasificación Operaciones de Alimentación de Animales Concentrados (CAFO, por sus siglas en inglés), además de otras 250.000 instalaciones de escala industrial por debajo de esa categoría.

En el resto del mundo, los países desarrollados fueron los primeros en ponerse al día. La cría intensiva de ganado ofrece muchas ventajas sobre la crianza tradicional en campo abierto, por el abaratamiento de costes de las economías de escala, por la más eficiente atención sanitaria para aves y ganado y, en última instancia, por los alimentos más baratos. Según los datos de la ONU para todo el mundo, las CAFO representan el 72% de la producción de aves de corral, el 42% de la producción ovícola y el 55% de la producción de carne porcina.

De acuerdo con el Worldwatch Institute, en el año 2000 había unos 15.000 millones de animales de granja en todo el mundo. El año pasado, esa cifra llegó a casi a 24.000 millones, con la mayor parte de los huevos, la carne de pollo y la carne de cerdo producida en granjas de cría intensiva.

Las granjas tradicionales nunca fueron una opción para Reino Unido, pero la mayoría de la gente todavía imagina la producción en campos verdes en lugar de en grandes cobertizos de escala industrial. La realidad es que hay una cantidad cada vez mayor de animales de granja. Es decir, que pasan toda o casi toda su vida encerrados, en instalaciones parecidas a grandes depósitos.

Como reveló el lunes una investigación conjunta del periódico the Guardian y The Bureau of Investigative Journalism, en el Reino Unido operan hoy al menos 789 megagranjas que entrarían en la clasificación CAFO de EEUU. Cada región del país tiene varias de estas instalaciones, muchas de ellas propiedad de multinacionales extranjeras, las mayores dentro del auge general de granjas de cría intensiva (aumentaron 25% en los últimos seis años).

El Brexit favorecerá la cría intensiva

Debido al Brexit, los activistas temen que la presión del mercado internacional pueda traer consigo aún más prácticas estadounidenses a Reino Unido. En el pasado, los estándares de bienestar animal en las granjas británicas han sido más altos en Reino Unido que en el resto de los países de la UE. En el futuro podría haber presiones para bajar esos estándares con el objetivo de competir frente a las importaciones.

Según Emma Slawinski, directora de campañas de la ONG Compassion in World Farming, uno de los problemas de las megagranjas de todo el mundo es la sobremedicación: dar a los animales antibióticos que no necesitan. “A los animales criados de manera industrial se les dan antibióticos de manera frecuente con la comida o con el agua porque corren más riesgo de sufrir enfermedades debido a que los crían en grandes números en instalaciones superpobladas. Hay pruebas sólidas de que el abuso de antibióticos en la cría intensiva contribuye a generar la resistencia a los antibióticos de las personas. Si los animales no pueden mantenerse sanos en las condiciones en las que son criados, es hora de que analicemos seriamente nuestro sistema de explotación ganadera”.

El departamento de Medioambiente, Alimentación y Asuntos Rurales del Reino Unido (DEFRA, por sus siglas en inglés) prometió que resistirá las presiones para bajar los estándares que puedan llegar con el Brexit. “Separarnos de la UE nos da la oportunidad única de moldear nuestra industria ganadera de manera que sea beneficiosa para el Reino Unido y ayude a nuestros granjeros a producir más alimentos de primera calidad. Estamos decididos a hacer que sea todo un éxito, pero no renunciaremos a nuestros altos estándares en medioambiente y bienestar animal, y siempre protegeremos nuestra orgullosa y variada tradición agropecuaria”.

El Gobierno británico se ha comprometido a no bajar los estándares medioambientales y de bienestar animal en las granjas y ha dicho que mantener la seguridad y la confianza de la población en los alimentos será “una de sus mayores prioridades”, a la vez que aseguraba que las reformas o rebajas a los subsidios en el sector agropecuario significarán una oportunidad para vender productos de alta calidad en el extranjero. “Esta no debería ser una carrera hacia abajo”, dijeron desde el DEFRA.

Sin embargo, Reino Unido no solamente ha importado los métodos estadounidenses. Las inversiones también han venido de fuera. El gigante agroalimentario estadounidense Cargill es hoy uno de los principales actores del mercado agropecuario británico, con una red de más de 100 granjas de propiedad independiente. En su planta de Grandstand Road, la empresa procesa hoy al menos 1,6 millones de pollos por semana. El año pasado, Cargill obtuvo en Reino Unido ganancias por más de 19 millones de libras (más de 21 millones de euros).

Moy Park, la empresa más importante en Irlanda del Norte, es propiedad de JBS, una multinacional brasileña. Tiene cuatro centros de producción primarios en Reino Unido, además de plantas de procesamiento avanzado y una variedad de granjas afines. En 2015, las ganancias operativas de la empresa superaron los 50 millones de libras (56 millones de euros).

Las granjas industriales en el Reino Unido son los principales pilares de las grandes cadenas de supermercados y minoristas de alimentos. A Tesco, Sainsbury’s, Morrisons y Asda, entre otros, los abastecen empresas que manejan operaciones CAFO y granjas de cría intensiva. El proveedor avícola Hook 2 Sisters, por ejemplo, vende sus productos a Tesco, Morrisons, Sainsbury’s, M&S y Asda, entre otros, desde al menos 37 establecimientos CAFO en todo el Reino Unido.

Muchos beneficios terminan en EEUU

Según Pippa Woods, de la Asociación de Agricultores Familiares, “los agricultores locales contribuyen a la economía, a la localidad y a las comunidades locales”: “En las grandes granjas, la mayor parte de las ganancias es para las empresas estadounidenses”.

Para los defensores de las grandes instalaciones de cría de ganado, el modelo presenta ventajas en términos de cuidado animal. La intensidad del calor, la humedad y los niveles de luz solar, por ejemplo, pueden ser controlados centralmente; los depredadores y posibles vectores de enfermedades, como los tejones, no tienen lugar allí; y constantemente hay veterinarios expertos en el lugar.

Los principales defensores evalúan los costos y el consumo. Nuestro apetito por el pollo, en particular, parece no saciarse: hoy representa más de la mitad de la carne vendida en el Reino Unido. Enfrentados a los costes de alimentación, los precios de la luz y la presión de los grandes supermercados, los granjeros han abandonado progresivamente el modelo de la ganadería de pequeña escala.

Según los datos del DEFRA, hay unos 173 millones de pollos creciendo en este momento en el Reino Unido. Si todas esas aves fueran criadas de manera tradicional al aire libre, ocuparían un área del tamaño de la ciudad de Copenhague. Para una crianza orgánica haría falta un área aún mayor, del tamaño de la isla de Anglesey (similar al de La Palma, en las Islas Canarias).

El precio de los alimentos se ha incrementado en los últimos años, mientras que los salarios se han estancado. Eso significa que una mayor parte del presupuesto familiar debe ser gastado en comida, y la gente con bajos recursos tiene la difícil tarea de tener que elegir entre comer u obtener otros servicios esenciales, como calefacción y vivienda. Bajo estas circunstancias, las medidas para mantener bajos los precios de los alimentos tienen un alcance político que va más allá de las comunidades agropecuarias.

Con el Brexit generando aún más incertidumbre en todos los frentes, las inversiones de las grandes multinacionales son una fuente de seguridad para los presionados granjeros del Reino Unido.

Como dijo el exministro y diputado de North Norfolk por el Partido Liberal Demócrata Norman Lamb, hacen falta “nuevas y firmes reglamentaciones nacionales que se acoplen al panorama incipiente y reemplacen a la legislación de la UE post Brexit”. Pero Lamb también habló de tener en cuenta las necesidades y el poder adquisitivo de la población. “Es fácil condenar a los productores, pero la gran mayoría de la gente [en Reino Unido] come carne. Necesitamos un debate nacional para decidir si son justificables los métodos utilizados para cumplir con esa demanda. Yo puedo elegir entre comer carne orgánica o carne barata, pero la gente de bajos recursos tal vez tenga más dificultades para este tipo de elección teniendo en cuenta su presupuesto semanal”.

Traducido por Francisco de Zárate

Andrew Wasley es periodista de alimentos y agricultura de The Bureau of Investigative Journalism.The Bureau of Investigative Journalism

Madlen Davies es periodista de ciencia y salud de The Bureau of Investigative Journalism.

David Child es periodista independiente.

Fiona Harvey es corresponsal de medioambiente para the Guardian.

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