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The Guardian en español

Gela, el paraíso siciliano del petróleo, causa un infierno de niños con defectos congénitos

La semana pasada, la fiscalía presentó cargos por contaminación medioambiental contra cinco directivos de Eni

Lorenzo Tondo

Gela —

En la ciudad siciliana de Gela, todo el mundo conoce a alguien afectado por la crisis sanitaria que carcome la ciudad desde hace décadas. Las tasas de mortalidad son más altas que en cualquier otro lugar de la isla, y la ciudad tiene una tasa inusualmente alta de defectos congénitos, entre los que se incluye la mayor tasa del mundo de un raro trastorno en la uretra.

“Todos los días se produce una tragedia en esta ciudad”, comenta Luigi Fontanella, un abogado italiano que empezó a recopilar testimonios en torno a la salud de los 70.000 residentes de la ciudad de Gela en 2007. “Todo el mundo en Gela tiene un familiar, un amigo y, a menudo, un hijo que está sufriendo una enfermedad grave”.

Fontanell halló que cientos de niños habían nacido con anomalías congénitas, entre las que se incluyen la hipospadia –una anomalía en la uretra–, paladares hendidos o fisurados, y espina bífida.

Durante mucho tiempo, la gente de la zona ha echado la culpa a la contaminación. Un estudio de 2011, llevado a cabo por el servicio de salud italiano, llegó a una conclusión similar: docenas de bebés estaban muriendo en el útero o una semana después de haber nacido por complicaciones causadas por la contaminación medioambiental.

Ahora, tras diez años de lucha pidiendo responsabilidades penales por los problemas de salud, los ciudadanos de esta ciudad italiana sienten que es posible que estén un paso más cerca de obtener justicia.

La semana pasada, la fiscalía presentó cargos por contaminación medioambiental contra cinco directivos de Eni, la compañía petrolera más grande de Italia, que ha dirigido una refinería de petróleo en Gela durante 54 años.

Vertidos en un basurero submarino

La Fiscalía dijo que Eni había estado enterrando ilegalmente durante años toneladas de vertidos tóxicos en un basurero submarino de tres millas de largo frente a Sicilia. Si son condenados, los directivos de Eni podrían enfrentarse a seis años de prisión. La empresa ha respondido a the Guardian que está “esperando la decisión judicial” y que confía en el trabajo realizado por sus gestores en Gela.

Eni asegura que no hay pruebas de que las malformaciones fueran causadas por las emisiones de su refinería en lugar de otros factores tales como el humo u otras sustancias tóxicas presentes en el aire.

En 2007, Fontanella pidió a un tribunal local que investigase la correlación entre las altas tasas de defectos congénitos y la contaminación procedente de la refinería, a las que los vecinos llaman “el Monstruo de Gela”.

El juzgado aceptó su propuesta en 2012 y encargó a expertos en medioambiente, médicos y expertos en genética que estudiasen los vínculos. El estudio concluyó en 2015 que el mar que rodea Gela estaba tan contaminado que era “técnicamente incorrecto hablar sobre contaminación tóxica del agua”.

“El contaminante debería ser menor que, en este caso, el agua”, escribieron. “En Gela parece que ocurre lo contrario: el agua es el contaminante de la sustancia tóxica”.

Entre las supuestas víctimas se encuentra Kimberly Scudera, de 20 años, que padece de espina bífida –una afección grave por la cual la columna vertebral y la médula espinal no se desarrollan correctamente en el útero– y utiliza silla de ruedas.

“La comisión técnica cree de manera unánime que la posibilidad de que la espina bífida de Kimberly Scudera haya sido causada por la presencia de químicos en el medioambiente (aire, agua, comida), emitidos por la planta industrial, es absolutamente real”, dijeron sobre su enfermedad los médicos nombrados por el juzgado.

Necesitan un ascensor

Scudera es una deportista italiana que practica tiro con arco y que va a participar en los Juegos Paralímpicos de 2020. Su familia ha solicitado, pero no recibido, el pago por parte de Eni de sus cuidados. Ella vive en un apartamento en la segunda planta de la casa familiar. Su familia no tiene dinero para construir un ascensor. Para llevarla a sus entrenamientos diarios, su madre tiene que subir y bajar las escaleras con ella a la espalda.

“Aquí creemos que es casi lo normal, algo que hacemos sin más”, explica Scudera. “Estoy furiosa, por supuesto”.

Eni afirma que el estudio “no ha alcanzado resultados apreciables” y “en ese contexto, no se está considerando ninguna compensación”. Eni llegó a la misma conclusión sobre Nicolo Pace, de 15 años, que nació con un caso severo de paladar hendido. Para poder pagar los cuidados de Nicolo, su padre Antonio ha acumulado un montón de deudas.

“Esto es de locos”, protesta Antonio. “Si alguna vez recibimos un cheque con una indemnización, el dinero irá a parar a mi hijo, será para su futuro, para que pueda hacer lo que quiera en esta vida después de años de sufrimiento”.

Piden 20 millones de euros para 100 familias

En marzo, Fontanella pidió al tribunal local que incautase los terrenos de cultivo que rodean la refinería, para impedir que la gente consuma productos vinculados con los defectos congénitos. Fontanella también pidió 20 millones de euros en compensación por las 100 familias afectadas. El tribunal no se ha pronunciado por el momento.

“Por un lado, la planta petroquímica ha dado trabajo a muchísimas familias de aquí”, explica el fiscal general de Gela, Fernando Asaro, que ha dirigido la investigación junto a la división local de la guardia costera italiana. “Por otra, su presencia contamina en gran medida el aire, el agua y el subsuelo de la zona, provocando tumores y malformaciones genéticas entre la población. Era nuestro deber, especialmente en lo que se refiere a estas personas, intervenir”.

A principios de 1998, el Estado italiano –que tiene participaciones en Eni– reconoció el posible vínculo entre la refinería y los problemas de salud de la ciudad. Ese año, el ministro de Medio Ambiente incluyó a Gela en una lista de zonas altamente contaminadas. El gobierno recomendó que Eni llevase a cabo lo que denominó como trabajos de rehabilitación –para descontaminar la zona– con un coste estimado de 127 millones de euros. Los trabajos nunca llegaron a terminarse.

Fontanella dice que pasará mucho tiempo hasta que la lucha por conseguir justicia termine. “No me siento como un abogado en un juicio. Me siento como un capitán de barco, navegando en un mar en medio de la tormenta. Lucharé contra las olas hasta el final, hasta que mis clientes reciban lo que Eni les ha quitado”.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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