Hace casi un siglo orondos caballeros en camiseta de polainas y damas en enaguas se sometían a la máquina Mueller, una banda vibratoria que según su inventor haría que la grasa que les sobraba se derritiera.
Así nos gustaría a todos que funcionara la pérdida de peso. Ni ejercicio intenso ni dieta, una máquina hace el trabajo por nosotros. Este concepto absurdo tuvo un renacer en los años 80 con las máquinas de gimnasia pasiva (gran oximoron) y los electroestimuladores que prometían abdominales como tablas de lavar con tan solo electrocutar los músculos unos minutos mientras ves la televisión.
Ninguna de estas cosas funciona para perder peso o fortalecer los músculos apreciablemente. Pero entonces llegaron las plataformas vibradoras, unas máquinas que puedes encontrar en muchos gimnasios y que incluso tienen versiones domésticas. En lugar de aplicar vibraciones a una parte del cuerpo, hay que subirse a una plataforma que vibra.
El principio teórico que hay tras estas plataformas es que las potentes vibraciones obligan a que nuestros músculos se contraigan y relajen constantemente, ya que producen una sensación de inestabilidad que nuestro cuerpo trata de compensar.
Aquí viene el gran error. Estas contracciones involuntarias de los músculos son útiles para tratar ciertas dolencias y mejorar mínimamente el estado de los músculos, pero no sirven para adelgazar.
La NASA emplea estas plataformas vibradoras para evitar la pérdida de masa ósea experimentada por los astronautas en ingravidez. Es de sobra conocido que el mejor remedio para la osteoporosis no es tomar calcio (los resultados son escasos), sino levantar pesas, algo que ha demostrado su eficacia a cualquier edad. Las contracciones de los músculos estimulan los osteoblastos, las células encargadas de fabricar hueso nuevo.
¿Son las contracciones producidas por las plataformas vibradoras suficientes para estimular este mecanismo? Los estudios recientes han comprobado que las vibraciones no funcionan por sí solas, aunque mejoran los resultados de los tratamientos con fármacos en personas ancianas.
Estos resultados no indican que te vas a poner como el increíble Hulk con unos minutos de plataforma. Funcione o no, en el mejor de los casos estamos hablando de incrementos mínimos, del orden del 3%. En ningún momento estas mejoras musculares tienen efecto apreciable sobre la acumulación de grasa.
Además, puede que sea necesaria cierta prudencia. En un estudio con ratas, al aplicar vibraciones durante un tiempo largo se produjo el efecto contrario y los roedores perdieron densidad ósea.
Aun así las plataformas vibradoras tienen otras aplicaciones terapéuticas interesantes. Por un lado parece que hacen más efecto a aquellas personas de mayor edad o más débiles, es decir, los efectos son lógicamente más notables en estos casos.
También se han aplicado con éxito para tratar a adolescentes con parálisis cerebral, que después de las sesiones consiguieron caminar distancias más largas, y en pacientes con Parkinson, que vieron reducidos sus temblores.
Por último, las plataformas vibradoras pueden ayudar con las agujetas en atletas profesionales. Como ocurre con muchas otras técnicas y terapias, son un complemento (caro) del deporte de verdad, la dieta adecuada y la vida saludable, que pueden aportar pequeños beneficios, pero que nunca sustituyen a esos tres componentes fundamentales.
NOTA: este artículo es en respuesta a un lector de Consumo Claro