En 2011, en los días que siguieron al terremoto y tsunami que sufrió Japón y al posterior accidente nuclear de Fukushima, la diseñadora japonesa Maki Tanaka, igual que otros muchos usuarios, desarrolló una intensa actividad en Twitter compartiendo informaciones y fotografías sobre la última hora del desastre. Ante la difusión global que alcanzaron muchos de esos mensajes, la diseñadora advirtió:
Ya no se trataba de corregir o completar los mensajes de un periodismo obsoleto, sino de sortearlo.
El caso de Fukushima y las mediciones alternativas de los índices de radiación realizadas por una serie de ciudadanos expertos, y compartidas en la Red, y que desmentían las informaciones oficiales de gobierno y empresas, es uno de los ejemplos de los que se sirve Víctor Sampedro en su último ensayo, “El Cuarto Poder en red”, para explicar el periodismo colaborativo y de código abierto que defiende.
También para ilustrar, como dijo durante la presentación del libro en Madrid, el “abismo que existe entre el kiosco y la Red”. Una brecha cuyo último episodio sería, a su juicio, la cobertura de la coronación de Felipe VI.
Y es que Sampedro, catedrático de opinión pública en la madrileña Universidad Rey Juan Carlos, marca una frontera en “El Cuarto Poder en red”:
De un lado, los periodistas que “usan un lenguaje, un código para relacionarse con la sociedad, que ha quedado caduco. Incomprensible para entender el mundo. E irrelevante para quienes quieren cambiarlo”.
Tal vez, no es solo que el periodismo convencional haya perdido calidad, sino que ahora es más visible:
En el viejo modelo comunicativo, la “audiencia” queda reducida a mero receptor (“nos quieren sentados, anclados en el papel de espectadores”, dice Sampedro). Una pasividad que se alimenta de “noticias teñidas de espectáculo e intereses espurios, en gran medida inconfesables”.
Son críticas que remiten a la idea de “periodismo sin información”, que diría Félix Ortega, y al concepto de infotainment (neologismo formado por la unión de las expresiones “información” y “entretenimiento”), alimento de una “política pop” basada en mensajes de usar y tirar y una participación esporádica y de baja intensidad.
Por eso, es también el territorio de los que pretenden, según Sampedro, que resolvamos los problemas de fondo “votando de forma intermitente o yendo de rebajas”, o “clicando compulsivamente y firmando campañas digitales”. En definitiva, a ese lado, sitúa Sampedro el periodismo de “código cerrado, de lenguajes y procedimientos que dejan fuera al ciudadano” y que “en lugar de nutrir el debate público, lo intoxica hasta ahogarnos”.
Hackers, democracia y comunicación como bien común
Al otro lado de la frontera, los hackers, que nos convocan, según el autor, “a formar juntos el Cuarto Poder en red y nos llaman a movilizar cuerpos, algoritmos y ordenadores para controlar a quienes gobiernas, legislan y juzgan”.
Sin embargo, “El Cuarto Poder en red” no es un libro solo de periodismo, sino de ciudadanía y acción política: “los hacktivistas cuestionaron de raíz el sistema político e informativo…Nos proponen participar en una esfera pública acorde con nuestra capacidad para actuar como sujetos comunicativos y políticos de pleno derecho”.
Sampedro usa como hilo conductor de su libro los casos de Wikileaks, Manning (“sin el paso que dio nada de lo que vino después habría ocurrido”, recuerda) y Snowden, porque considera que “nos han brindado un prototipo del Cuarto Poder en Red”, entendido éste como un “contrapoder de la Sociedad Civil Transnacional”.
Desde las primeras páginas, el autor deja claro dónde apunta: “La viabilidad del periodismo como oficio y negocio está en juego; pero, en realidad, hablamos del futuro de la democracia”, dice.
“El Cuatro Poder en Red ejerce de contrapoder: controla a los otros tres. Su expresión informativa de mayor transcendencia, hasta el momento, fue Wikileaks. Y su manifestación política, las revueltas o (re)voluciones en red que surgen en todo el mundo”, plantea el catedrático.
Es un libro de estructura circular, que insiste en argumentos y remezcla materiales diversos (el autor “muestra el código” y lo explica en el epílogo: “El que escribe, plagia y agradece”) para, a lo largo de cinco capítulos, plantear una tesis central sobre la vuelve en distintos momentos del ensayo:
“El periodismo ha de refundarse como bien común, con código abierto y libre. El resultado será un flujo de poder mancomunado y colaborativo; mantenido por muchos actores, no todos periodistas”.
Aunque rechazó el término como posible título, por su uso frívolo e indiscriminado, Sampedro explica qué entiende por hackear el periodismo: Sería “radicalizarlo, regresarlo a sus raíces”.
Hackear el periodismo “es una invitación a recuperar la ética y retomar las prácticas que lo convirtieron en profesión. Para que recupere su función de impulso democrático y plataforma de contrapoder. Wikileaks intentó desarrollar en los medios una nueva forma de trabajo: abierta a la colaboración con el público y entre empresas competidoras, con informaciones sometidas al contraste empírico. Pretendía instalar un nuevo sistema operativo. Nuevo en cuanto a las técnicas, pero no a los valores”.
Y cita como precendente a los “muckraders” del periodismo norteamericano de los años treinta, que serían, para Sampedro, “los hackers de ahora”.
“El hacker se ha convertido en un modelo para el reportero de investigación. Y el hacktivista, en ejemplo del militante o el político”, afirma.
Flitraciones y periodismo de datos
En este nuevo periodismo de investigación, las filtraciones jugarían un papel clave.
Ya lo decía Txarlie, del colectivo “Hacktivistas”, en el libro de Margarita Padilla “El Kit de la lucha en Internet”:
“La contrainformación hoy es publicar aquello que van a querer ocultar y poder analizarlo para que la ciudadanía lo entienda. Los colectivos no necesitan de un Indymedia para decir lo que hacen…Esta es la contrainformación del siglo XXI: o revelas mensajes o los analizas”.
Modelos como la nueva herramienta de filtraciones anónimas filtrala.org, de la que elDiario.es es medio colaborador, marcan el camino y tienen, para Sampedro, un fin: “devolvernos el control”.
El autor reivindica el papel de los filtradores (“whistleblowers”)whistleblowers, tanto los actuales, como Snowden o Manning, como anteriores: “La nueva libertad de expresión nace de la desobediencia de ciudadanos valientes, custodios de datos cuya ocultación repudian. No los filtrarán por motivos crematísticos o personales, sino altruistas y colectivos”.
Sin embargo, las filtraciones y el acceso a datos masivos no serían una alternativa por sí sola: “no debemos admitir que el único legado aprovechable de los hackers sea el Periodismo de Grandes Datos…Importan los datos, no su número ni su visualización”, recalca.
La relevancia política de las filtraciones fue rebatida por César Rendueles durante la presentación del libro en Madrid: “Se sobreestima el secreto. La opresión es pública. Nadie esconde gran cosa”, dijo el sociólogo, y recordó cómo Hobsbawn ya estableció que el papel de las agencias de inteligencia en la historia del siglo XX había sido periférico.
Utopía digital o ciberpesimismo
En “El Cuatro Poder en Red”, Sampedro se aleja tanto de los pesimistas digitales como de los ciberutópicos. “Los hackers no traen ninguna solución final ni única. Tal cosa no existe”, afirma.
Para entender esta equidistancia, o equilibrio, según se mire, viene bien tener en cuenta cómo resume César Rendueles el libro de Sampedro: “Un puente entre los movimientos de conocimiento libre y los movimientos de izquierda tradicionales, que es lo que he echado de menos en los primeros”, dijo.
O también la analogía de la que hechó mano Juan Carlos Monedero, de “Podemos”, durante el acto de presentación: “Víctor es como San Manuel Bueno (el cura agnóstico de Unamuno), que no cree, pero quiere creer”, bromeó. El propio autor reconoció que “Yo me debato entre el ciberoptimismo y el ciberrealismo que propugna César en Sociofobia”.
En el libro recoge las contradicciones y errores de estrategia del modelo de Wikileaks y también presenta lo que entiende serían los déficits del pensamiento hacker:
“El Cuarto Poder en Red que hasta ahora hemos conocido tiene capacidad para cuestionar la credibilidad de los centros de poder. Pero le falta un largo recorrido para erigirse en contrapoder, con capacidad generativa”, dice Sampedro.
Y enumera lo que, a su jucio, serían las “carencias del pensamiento hacker”: “(1) visibilizar la injusticia no basta para que las denuncias tengan un efecto de higiene democrática. Para ello se necesita (2) un contexto que las presente como inaceptables, (3) mecanismos de sanción bien engrasados, (4) nuevas plataformas de representación y (5) una ciudadanía con nuevos valores”.
Sampedro reconoce la decadencia del sistema de representación (“como siempre ocurrió durante los cambios culturales profundos, el sistema de representación está en crisis”) pero reclama su vigencia y urge a construir “nuevas instituciones”.
Si tardan en llegar, advierte, “la degeneración de las actuales degradará aún más la democracia. Si no llegan nunca, la antipolítica logrará su objetivo de que desaparezcan los mecanismos de representación”.
Junto a las propuestas y las críticas, “El Cuarto Poder en Red” también previene frente a las falsas soluciones: “No basta la tecnología ni los negocios digitales, de nada sirven nuevos formatos si no es para decidir en pie de igualdad con los poderosos”.
Y lo explica en otro momento: “Los medios con menos escrúpulos hacen un uso de la tecnología digital que contradice los principios del bien común. Su discurso sobre la participación del público y la transparencia es promocional. Se asemeja a las instituciones políticas. Unos y otros (…) invocan utopías digitales a efectos publicitarios”.
No olvida Sampedro, recogiendo algunas de las tesis de “Sociofobia”, el libro de Rendueles, alertar frente a las posibilidades de control que permiten las herramientas digitales: desde captar tendencias para su mercadeo comercial o político, hasta las posibilidades para identificar la disidencia, como han puesto de manifiesto los papeles de Snowden.
Una mirada al futuro: el Buen Conocer
En el libro, en distintas ocasiones, se menciona y explica el caso de FLOK Society y el “Buen Conocer”. Un proyecto del gobierno de Ecuador impulsado por hacktivistas españoles como Daniel Vázquez, Antonio Pardo y Xabier Barandarian que pretende “dejar atrás el capitalismo competitivo y adentrarse en una economía colaborativa orientada al bien común”.
Para Sampedro, FLOK representaría la “unión de dos generaciones y modelos de militancia en uno de los laboratorios más interesantes de experimentación democrática que hoy existen”.
Para leer más
Primer capítulo e índice de “El Cuarto Poder en Red”.
Otros libros de Víctor Sampedro:
Cibercampaña. Cauces y diques para la participación. Las elecciones generales de 2008 y su proyección tecnopolítica. Editorial Complutense, Madrid, 2011.
Del 0,7 a la desobediencia civil: política e información del movimiento y las ONG de Desarrollo (1994-2000) Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 2008
13M: Multitudes Online. Asociación de los libros de La Catarata, 2005
Más en: victorsampedro.com
Imagen: mack reed (factoid)