Alcanzado cierto consenso sobre la necesidad improrrogable de una transición energética a fuentes renovables, asistimos a cómo se multiplican, día tras día, los debates sobre cómo llevar a cabo esta transición. Así, vemos como la potencialidad y límites económicos, políticos, materiales y ambientales de los distintos planteamientos para llevar a cabo esta transformación chocan entre sí de forma recurrente, generándose debates estériles en el que cada cual parte de un diagnóstico fabricado ad-hoc en base a las recetas que defiende. Todo esto no hace sino poner de manifiesto las tremendas implicaciones que tiene descarbonizar nuestros modos de vida, así como la actual falta de herramientas y referencias para poner en marcha un proyecto político que posibilite una transformación real de nuestra manera de entender la energía.
Con el objetivo de ayudar a desenquistar esta confrontación de relatos, comparto 15 tesis que, en mi forma de ver, resultan fundamentales para construir recetarios válidos con los que afrontar la crisis energética actual. Allá vamos:
- La disponibilidad cuantitativa y cualitativa de energía determina las sociedades. Las sociedades construidas en torno a la disponibilidad de energía fósil tienen rasgos eminentemente fósiles. La energía fósil, resultado de la concentración de energía solar durante cientos de millones de años, tiene como característica principal la concentración: concentración territorial, concentración de potencia, concentración de poder, concentración de beneficios, etc. tenemos pues, en esencia, concentración de tiempo natural.
- No es casualidad que la forma de explotación capitalista preponderante comparta estos rasgos, así como las relaciones económicas, sociales, culturales que ha dado lugar: instituciones, prácticas, herramientas y marcos culturales que han evolucionado dentro de él. Es por ello de gran practicidad hablar de régimen fósil. Una descarbonización efectiva nos habla de la necesidad de establecer hojas de ruta para desmantelar ese régimen y construir uno que lo sustituya.
- La transición energética que estamos viviendo no está siendo capaz de llevar a cabo este desmantelamiento. Existen diversas razones para explicar esta incapacidad. Entre ellas destacan: (i) la falta de consenso sobre la radicalidad de la transformación necesaria, en parte por una falta de visión sistemática del asunto, y (ii) la falta de herramientas para implementar los cambios necesarios.
- Ante esta incapacidad de desmantelar el régimen fósil con medidas profundas y radicales, la actual transición energética responde de forma limitada a la agenda de los poderes económicos. Esta agenda parte de un diagnóstico sesgado que toma solo la parte del problema que pueden abordar desde un planteamiento desarrollista. Es lo que ha venido a conocerse como una visión túnel de emisiones. En la práctica, esto se reduce únicamente al desarrollo de infraestructura industrial para el aprovechamiento de los flujos renovables. Ni siquiera podemos hablar de sustitución, el desarrollo es de naturaleza aditiva sobre la infraestructura existente.
- Los poderes económicos ven el desarrollo de infraestructura renovables como una herramienta financiera y viene acompañado del habitual compendio de prácticas especulativas. A diferencia del propósito social de una infraestructura, no es la utilidad la que define la pertinencia de un determinado desarrollo tecnológico, sino la capacidad de generar retornos económicos a una determinada inversión. Las herramientas para el desarrollo renovable responden de facto a este principio, a pesar de que de jure se estén generando en paralelo un espacio para implementar otras lógicas. La correlación de fuerzas de estos dos planteamientos es totalmente ventajosa para la visión de la infraestructura como generadora de valor de cambio.
- En el caso de la electricidad, podemos ver como la naturaleza material del sistema eléctrico (actual y en desarrollo) responde a este principio. Hasta ahora, la configuración de las redes ha respondido a las características de la infraestructura fósil. Los desarrollos actuales no cuestionan esto y siguen promoviendo un desarrollo idéntico para la nueva infraestructura renovable. En concreto, la característica central del desarrollo de red es su pivotaje en torno al papel rector de la alta tensión.
- La infraestructura de transporte eléctrico en alta tensión queda justificada cuando la energía que se conecta a las redes de transporte van a recorrer principalmente grandes distancias. La naturaleza concentrada de las fósiles lo requería, en cambio, la naturaleza de los flujos renovables en principio nos invitaría a plantearlo de otra manera, pues se trata de flujos distribuidos de baja densidad energética. Para la explotación de estos flujos sería necesario desarrollar y adaptar las redes locales de baja tensión o de distribución. Esta necesidad se encuentra con dos barreras: (i) los intereses de los grandes capitales en un modelo centralizado de grandes beneficios y menor competencia, y (ii) la falta de motivación por parte de las distribuidoras para adaptar las redes de baja tensión. No hay que olvidar que las distribuidoras son a su vez grandes capitales con grandes intereses en los desarrollos en alta tensión.
- Así, en ausencia de planteamientos alternativos, la transición energética actual se vertebra en torno al papel rector de las redes de alta tensión. Esto viene derivado del proyecto tecno político de construir una Unión de la Energía y el desarrollo de proyectos transfronterizos para la construcción de un gran mercado de la energía. Este planteamiento presuntamente busca la reducción de costes, aumentar la penetración renovable y asegurar el suministro. Esto solo puede entenderse como un eufemismo, pues lo que se facilita es la consolidación de zonas de sacrificio para el desarrollo de megaproyectos renovables y la subsiguiente maximización de beneficios por parte de los inversores.
- En el caso del Estado español, hay que destacar el papel rector de REE, operadora de la red de transporte (alta tensión) y empresa cotizante en el IBEX 35, por lo tanto, con una clara necesidad de movilizar inversión en este tipo de infraestructura. Es difícil que, dado el compromiso con sus accionistas, se pueda garantizar una minimización de costes para los consumidores, sobre todos cuando es el consumo de estos el que garantiza sus fuentes de beneficios. Por si fuera poco, en la actualidad no existe ninguna auditoría independiente sobre los gastos anualmente declarados por la empresa.
- Las redes de alta y baja tensión se encuentran acopladas, con una gestión técnica y económica realizada “desde arriba”. Las subestaciones son los nodos de acople entre la las red de transporte y las redes de distribución locales. Existen importantes diferencias en torno al propósito, gobernanza, propiedad, gestión, etc. de cada una de estas redes por lo que su papel es determinante en el tipo de transición energética que se está poniendo en juego.
- La tipología de red condiciona el tamaño de los desarrollos y el objetivo de la energía así producida. La transición en torno a la alta tensión busca la deslocalización de la producción para permitir satisfacer el objetivo de los fondos de inversión, i.e., buscar aquellas ubicaciones que permitan reducir los costes y por lo tanto aumentar los beneficios. Pero no solo, también se busca acceder a aquellos lugares donde la oposición a sus desarrollos es menor.
- En resumidas cuentas, la transición energética dirigida por la alta tensión impone una visión extractivista del aprovisionamiento energético: (i) la construcción a escote entre los consumidores de una gran red que permita transportar la energía a mínimo coste para que (ii) el capital inversor pueda acceder a aquellas zonas donde la rentabilidad es menor. Una vez integrado en la red eléctrica se rompe la relación territorial y operan las reglas del mercado, gobernadas por la ley de la oferta y la demanda. Se rompe la relación territorial de la energía así generada y no permite hablar ni de soberanía ni de democracia energética.
- De hecho, con la actual infraestructura de transporte eléctrico, existiría suficiente capacidad para integrar en el Estado Español todas las necesidades de electricidad mediante fuentes renovables. Sin embargo, la red de transporte no para de crecer. Esto, lejos de consolidar una relocalización de la producción de los territorios, solo se explica desde la existencia de una motivación de incrementar esta deslocalización, aumentando la rotura territorial entre producción y consumo.
- La deslocalización auspiciada por el desarrollo de la alta tensión conlleva una consecuencia perversa, pues al alejar la producción de los puntos de consumo no refleja a los consumidores los impactos que tiene la producción de energía, especialmente elevada en el caso de los megaproyectos renovables. Como consecuencia, aumenta la presión sobre el rural para el suministro energético de los centros urbanos.
- Es preciso señalar que un proyecto de transición energética a fuentes renovables tendría que llevarnos a una mayor sencillez en el aprovisionamiento de nuestras necesidades energéticas. Termodinámicamente, existe una graduación de los modos energéticos de más a menos sencillo, que va del calor, al movimiento, la electricidad y otros vectores resultantes de esta, como el hidrógeno. Ante esta realidad física, el proyecto de electrificación del consumo es consecuencia de (i) la fuerza inercial que tiene el imaginario fósil en nuestra forma de ver el mundo y (ii) de las necesidades del capital, más que tratarse de requisitos impuestos por los flujos naturales.
Como cualquier lector puede apreciar, la integración de todas estas tesis en un proyecto político supone uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos como civilización. En tales circunstancias, la simplificación interesada del diagnóstico solo contribuye a perder un tiempo más necesario que nunca para ponernos a descarbonizar de manera efectiva nuestras vidas y nuestras sociedades. Este es el verdadero retardismo que tenemos que evitar cuando tratamos de formular soluciones a la altura del problema que tenemos delante.
Alcanzado cierto consenso sobre la necesidad improrrogable de una transición energética a fuentes renovables, asistimos a cómo se multiplican, día tras día, los debates sobre cómo llevar a cabo esta transición. Así, vemos como la potencialidad y límites económicos, políticos, materiales y ambientales de los distintos planteamientos para llevar a cabo esta transformación chocan entre sí de forma recurrente, generándose debates estériles en el que cada cual parte de un diagnóstico fabricado ad-hoc en base a las recetas que defiende. Todo esto no hace sino poner de manifiesto las tremendas implicaciones que tiene descarbonizar nuestros modos de vida, así como la actual falta de herramientas y referencias para poner en marcha un proyecto político que posibilite una transformación real de nuestra manera de entender la energía.
Con el objetivo de ayudar a desenquistar esta confrontación de relatos, comparto 15 tesis que, en mi forma de ver, resultan fundamentales para construir recetarios válidos con los que afrontar la crisis energética actual. Allá vamos: