Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Desacoplamiento de la realidad

La palabra “desacoplamiento” intuitivamente nos sugiere la desconexión entre dos cosas que previamente estaban muy estrechamente relacionadas y evolucionaban conjuntamente. El desacoplamiento requeriría así de un cambio profundo, endógeno o inducido externamente, que altere su relación.

Aunque no sea de uso corriente, este concepto de desacoplamiento es, de hecho, la piedra angular sobre la que se basa el plan de transición a la sostenibilidad propuesto por el establishment y que está progresivamente sustituyendo a la propuesta de “desarrollo sostenible”, que parece haberse quedado desfasada: el Crecimiento (o Economía) Verde. Éste consistiría básicamente en la continuación del crecimiento económico, pero rompiendo la sólida relación histórica entre éste y el creciente agotamiento de recursos e impactos ambientales. Desacoplándolos. La idea es que se reduzca el uso de recursos e impactos ambientales en paralelo a un mayor consumo de bienes y servicio. Desmaterializando la economía. Pongamos un ejemplo sencillo: que se incremente el número de coches producidos y adquiridos por la sociedad, pero extrayendo una menor cantidad de materias primas y requiriendo menos energía tanto para su construcción como para su funcionamiento. Todo ello en un proceso continuo, de forma que esa divergencia iría aumentando progresivamente. De hecho, dado el gran nivel de insostenibilidad actual, la reducción de impactos debería de producirse a un ritmo muy elevado.

Organismos como la OECD, la Comisión Europea, el Banco Mundial o el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) han publicado en la última década numerosos informes y recomendaciones políticas para animar a los estados a caminar en la dirección del desacoplamiento entre el crecimiento económico y el uso de recursos e impactos ambientales. En la misma línea, el Objetivo de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas nº8 incluye “Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible”. En España, lo promueven las grandes empresas, agrupadas en el “Grupo Español para el Crecimiento Verde”, y se encontraba en el programa electoral de las últimas elecciones generales de partidos políticos tan aparentemente diferentes como PSOE y PP.

¿Cómo se podría promover ese desacoplamiento entre crecimiento económico y agotamiento de recursos e impactos ambientales? El abanico de opciones propuestas es muy amplio, basándose en una diversidad de políticas para promover mejoras de eficiencia (aislamientos, renovación de equipos, etc.), sustitución tecnológica (coche eléctrico, renovables para la generación de electricidad y calor, etc.), aumento del reciclado (economía circular), etc. En principio la propuesta puede parecer atractiva, especialmente si dejamos a un lado la problemática social que acarrea el sistema basado en el crecimiento económico (desigualdad intra-estados e internacional Norte-Sur, valores productivistas, consumismo, etc.). Sin embargo, tras décadas de relación directa entre crecimiento económico y agotamiento de recursos e impactos ambientales, surge la pregunta: ¿es realmente posible alcanzar ese desacoplamiento? ¿Es realmente viable producir mucho más con mucho menos, de forma que ese “menos” tienda a una magnitud tan pequeña en las próximas décadas que nuestra injerencia en la biosfera prácticamente desaparezca y podamos vivir de nuevo en un “mundo vacío”?

Un informe publicado hoy mismo indaga en esta cuestión crucial sobre la que reposa el edificio del Crecimiento Verde. Se trata de un informe riguroso, elaborado por un equipo de científicos durante meses tras aceptar el reto de profundizar en el tema tras la Conferencia sobre Post-Crecimiento en el Parlamento Europeo en septiembre del año pasado. En esta conferencia se constató que la “hipótesis del desacoplamiento” es la mayor discrepancia entre los defensores y los críticos del mantenimiento del crecimiento económico como principal objetivo macroeconómico, político, social y ambiental de la UE. Esta conferencia, masiva, constituyó una tremenda demostración de fuerza de una parte creciente de la comunidad científica que identifica el crecimiento económico más como un problema que como parte de la solución, y que concluyó con una carta abierta firmada por centenares de científicos y con gran repercusión mediática en muchos países de la Unión Europea.

El informe original es muy detallado y está escrito en inglés; aquí se pueden encontrar sus principales conclusiones traducidas al castellano. El informe está estructurado en 3 partes: “¿Qué es desacoplamiento?”, “¿Está ocurriendo el desacoplamiento?”, y “¿Es esperable que se produzca el desacoplamiento en el futuro?”

La primera sección es muy pertinente para evitar caer en un diálogo de sordos, ayudando a clarificar qué es necesario desacoplar, a qué ritmo y con qué indicadores se puede y suele medir. Constituye una sólida base para la revisión de la literatura de la sección siguiente, en la que se revisan decenas de artículos científicos publicados revisados por pares que han indagado en la existencia o no de desacoplamiento entre el crecimiento económico y el uso de diferentes tipos de recursos (materiales, energía y agua) e impactos ambientales (emisiones de efecto invernadero, tierra, contaminación acuática y pérdida de biodiversidad) a diferentes escalas geográficas. La conclusión es rotunda: hasta la fecha los únicos desacoplamientos absolutos han sido observados durante cortos periodos de tiempo, ateniendo a ciertos recursos o impactos, en países concretos y con muy pequeños índices de mitigación.

La siguiente sección es la más extensa e indaga en qué posibilidades hay de que esta situación cambie en el futuro y se pueda efectivamente alcanzar el tan deseado desacoplamiento. Las conclusiones de esta sección son aún más rotundas, encontrando al menos 7 razones que previsiblemente tenderán a neutralizar eventuales reducciones en el consumo de recursos e impactos asociados en el futuro: progresivo encarecimiento energético (la transición energética requerirá de inversiones energéticas en un contexto de peor calidad de las energías no renovables como atestigua la expansión internacional del fracking), efecto rebote (las mejoras de eficiencia promueven el consumo de ese mismo producto o de otros vía efecto dominó en la economía), reemplazar un problema por otro (por ejemplo reducir emisiones de efecto invernadero incrementando presiones sobre la tierra o la extracción de minerales), el infravalorado impacto del sector servicios (con una alta huella ambiental, como es el caso de “la nube”), el potencial limitado del reciclaje (de altos requerimientos energéticos, sujeto a límites termodinámicos y que sólo podrá compensar parcialmente la extracción de materias primas en un sistema en expansión permanente), un cambio tecnológico insuficiente e inapropiado (persiguiendo habitualmente objetivos de reducción de costes y mejora del servicio y no de sostenibilidad) y el intercambio de costes (exportación de impactos y residuos de países del Norte al Sur mediante el comercio internacional).

En conclusión, la validez de la narrativa del crecimiento verde queda muy tocada tras este detallado y riguroso informe científico. Si queremos evitar los mayores trastornos de la crisis ambiental, debemos reaccionar rápido y a nivel global. El tiempo se agota y la piedra angular de la propuesta del establishment no se ha demostrado como viable en ninguna circunstancia de forma relevante, ni se la espera, como demuestra este informe. De hecho, los análisis que recomiendan el desacoplamiento no consideran las 7 razones expuestas en el informe que hacen dudar de su viabilidad a futuro. La carga de la prueba queda por lo tanto del lado de sus proponentes, que deberían de acreditar la validez de su propuesta. O quizá explicar mejor por qué consideran el crecimiento económico como innegociable. Mientras no lo hagan, permanecerán de hecho desacoplados de la realidad. Y mientras no se demuestre lo contrario y aplicando el principio de precaución y el sentido común, la solución seguirá siendo que, mientras el crecimiento y sus impactos ambientales estén acoplados, la única manera de reducir éstos últimos será mediante un decrecimiento material ordenado y justo a nivel mundial que se podrá realizar sin menoscabar el bienestar si se producen cambios políticos, éticos, filosóficos en aquellas sociedades, como la nuestra, más depredadoras del planeta.

La palabra “desacoplamiento” intuitivamente nos sugiere la desconexión entre dos cosas que previamente estaban muy estrechamente relacionadas y evolucionaban conjuntamente. El desacoplamiento requeriría así de un cambio profundo, endógeno o inducido externamente, que altere su relación.

Aunque no sea de uso corriente, este concepto de desacoplamiento es, de hecho, la piedra angular sobre la que se basa el plan de transición a la sostenibilidad propuesto por el establishment y que está progresivamente sustituyendo a la propuesta de “desarrollo sostenible”, que parece haberse quedado desfasada: el Crecimiento (o Economía) Verde. Éste consistiría básicamente en la continuación del crecimiento económico, pero rompiendo la sólida relación histórica entre éste y el creciente agotamiento de recursos e impactos ambientales. Desacoplándolos. La idea es que se reduzca el uso de recursos e impactos ambientales en paralelo a un mayor consumo de bienes y servicio. Desmaterializando la economía. Pongamos un ejemplo sencillo: que se incremente el número de coches producidos y adquiridos por la sociedad, pero extrayendo una menor cantidad de materias primas y requiriendo menos energía tanto para su construcción como para su funcionamiento. Todo ello en un proceso continuo, de forma que esa divergencia iría aumentando progresivamente. De hecho, dado el gran nivel de insostenibilidad actual, la reducción de impactos debería de producirse a un ritmo muy elevado.