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El terror llega a Líbano: “Estamos luchando por sobrevivir y aun así nos encontramos atrapados”

Farah Fahed

Líbano —

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“De repente nos encontramos en medio de una guerra, donde tuvimos que dejar todo atrás y mudarnos”, dice Amal Ahmad, una refugiada palestina de 61 años del campamento Burj El-Barajneh, Líbano. Amal ha escuchado innumerables historias de sus padres sobre cómo huyeron de Palestina durante la guerra, pero nunca imaginó que tendría que revivir esa misma experiencia. 

Tras los recientes bombardeos israelíes en Líbano, muchas familias de refugiados y refugiadas de Palestina de diversas zonas —especialmente del sur de Beirut y en la Beqaa— han huido de sus hogares en busca de refugio más seguro, lejos de las bombas. Aunque los bombardeos en el sur de Líbano han continuado desde el comienzo de la ofensiva en Gaza, lo que sucedió ese día fue algo que nunca habían experimentado antes. Según el Ministerio de Salud de Líbano 1.640 personas han sido asesinadas, 8.408 heridos. Además, 211.319 personas están desplazadas. 

“Este conflicto nunca termina y nuestro desplazamiento de un lugar a otro continúa”. Justo antes de que el sur de Beirut fuera bombardeado nuevamente, Amal y sus dos hijas comenzaron a buscar un coche para salir del área. Reunieron lo poco que pudieron y se apresuraron a escapar del campamento. “Al principio, no sabíamos a dónde ir; todo lo que podía pensar era que teníamos que irnos para proteger a los niños”. 

Aproximadamente la mitad de la población de refugiados y refugiadas de Palestina reside en áreas peligrosamente cercanas a los pueblos afectados. En el sur de Líbano, hay siete campamentos. Para muchos, quedarse en ellos supone un riesgo significativo para sus vidas, lo que ha llevado a las familias a dejar sus hogares y escapar de la pesadilla interminable. 

Amal se enteró de que las escuelas de UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina, se habían preparado para albergar a tantos palestinos desplazados como fuera posible. Ella y sus hijas consideraron dirigirse a las escuelas del norte, pero luego recibieron una llamada de su hermana Abeer invitándolas a quedarse en su casa en el campamento de Nahr El-Bared.  

Un viaje en coche a Nahr El-Bared, ubicado en el norte de Líbano, cerca de la frontera con Siria, debería tomar entre una hora y media y dos horas desde Beirut; sin embargo, a la familia de Amal le llevó aproximadamente cuatro horas llegar al campamento.  

Otros pasaron más de diez horas atrapados en el tráfico, tratando de huir del sur hacia áreas más seguras. “Nada fue normal. El tráfico era insoportable. No teníamos comida ni agua para los niños. No traje ropa, excepto la que llevaba puesta. Incluso olvidé la leche y el biberón de mi bebé. Mi madre olvidó sus medicinas”, dice Doaa, la hija de Amal.  

Doaa, su hermana y su madre se fueron sin sus esposos, impulsadas por el miedo a la seguridad de sus hijos, aferrándose a la esperanza de que regresarían pronto. “Vimos muchas familias quedándose en sus coches en medio de la noche, sin saber a dónde ir ni a quién llamar. Nosotras tuvimos la suerte de tener más de una opción”.  

Fatmeh Al-Hassan, una refugiada de Palestina de 56 años, que vivía en el sur de Líbano explica cómo mientras escuchaba caer las bombas comenzaron a empaquetar sus cosas. “Cogimos lo esencial por la noche para escapar del conflicto que se intensificaba”, recuerda. “Me fui con mi hijo y su familia del sur el 24 de septiembre, aterrorizada”. 

Fatmeh y su familia habían estado siguiendo de cerca las noticias sobre la ofensiva en Gaza y el conflicto en el sur, dándose cuenta de que ya no había un lugar seguro en su región. Le llevó más de cinco horas llegar al campamento de Nahr El-Bared, donde se abrieron dos escuelas para acomodar a los afectados por el desplazamiento.  

Unas 1.400 personas residen ahora en refugios de UNRWA esperando estar a salvo de los bombardeos. “Ningún lugar es seguro; ya no nos sentimos seguros en Líbano. Como si no fuera suficiente todo lo que hemos sufrido ya en este país, la crisis económica y ahora este conflicto. No estamos bien; estamos luchando por sobrevivir y aun así nos encontramos atrapados sin ningún otro lugar al que ir”, expresa la nuera de Fatmeh con impotencia. “No podemos soportar vivir en esa situación; nos fuimos para proteger nuestras vidas y las de los niños”, sentencia.  

A medida que el conflicto continúa intensificándose en el sur, más y más familias de refugiados y refugiadas de Palestina se encuentran sin hogar y bajo el peligro de enfrentarse a la muerte. 

Mientras la situación se recrudece, en UNRWA han abierto siete refugios, para atender a quienes están huyendo de los bombardeos israelíes y han finalizado los preparativos de otros 12, que se abrirán según sea necesario. Todas estas instalaciones están equipadas con alimentos, agua, medicamentos, baños, duchas, combustible y placas solares. Sus equipos de salud están preparados y las instalaciones sanitarias operativas. También han activado la respuesta de hospitalización para los civiles heridos.  

“De repente nos encontramos en medio de una guerra, donde tuvimos que dejar todo atrás y mudarnos”, dice Amal Ahmad, una refugiada palestina de 61 años del campamento Burj El-Barajneh, Líbano. Amal ha escuchado innumerables historias de sus padres sobre cómo huyeron de Palestina durante la guerra, pero nunca imaginó que tendría que revivir esa misma experiencia. 

Tras los recientes bombardeos israelíes en Líbano, muchas familias de refugiados y refugiadas de Palestina de diversas zonas —especialmente del sur de Beirut y en la Beqaa— han huido de sus hogares en busca de refugio más seguro, lejos de las bombas. Aunque los bombardeos en el sur de Líbano han continuado desde el comienzo de la ofensiva en Gaza, lo que sucedió ese día fue algo que nunca habían experimentado antes. Según el Ministerio de Salud de Líbano 1.640 personas han sido asesinadas, 8.408 heridos. Además, 211.319 personas están desplazadas.