Vayamos con la verdad por delante: he visto Becoming Karl Lagerfeld sin tener mucho interés por la moda y desconociendo casi por completo al famosísimo diseñador alemán, lo cual es una desventaja a la hora de analizar si la nueva serie de Disney+ es fiel a la realidad. Dicho esto, no es menos cierto que es una serie hecha para todos los públicos, así que no hay que ser un experto en la materia para poder disfrutar de este desfile de alta costura.
La biografía sobre el modisto, convertida en una miniserie de seis capítulos que se basa en el perfil elaborado por la periodista Raphaëlle Bacqué (Kaiser Karl), se estrena este viernes 7 de junio en la plataforma que hace pocos meses desenrolló la alfombra roja para recibir a otro gigante de la costura, el español Cristóbal Balenciaga.
La pasarela de Lagerfeld nos conduce hasta el París de los años 70, la ciudad a la que se trasladó procedente de Alemania para triunfar entre las máquinas de coser. Le costó abrirse paso entre los gigantes de la moda, pero lo acabó logrando incluso cuando parecía destinado a caer en el ostracismo.
La serie refleja los esfuerzos del diseñador (fallecido en 2019) por llegar hasta lo más alto dentro y fuera del prêt-à-porter. Se obsesionó con el éxito, fue un esclavo de sus ambiciones y se volvió hermético, quizá para no dar pasos en falso, quizá para evitar emociones inoportunas que le desviaran de su objetivo. El actor Daniel Brühl se hace de piedra para protagonizar esta historia llena de momentos apasionantes, cargada de comentarios ingeniosos y frases lapidarias.
Parece que hubo dos personas que consiguieron asaltar la fortaleza sentimental de Lagerfeld: Yves Saint Laurent (interpretado por Arnaud Valois) y Jacques de Bascher (Théodore Pellerin). El primero fue su amigo, su rival y su obsesión; al segundo lo conoció de casualidad y llegó a ser el gran amor de su vida.
Los tres tejieron una relación insana basada en la admiración, la envidia, el chantaje, la traición y la compra de voluntades. El poder del dinero ante el poder de la seducción. Comprar con un gesto, con una mirada bien calculada, lo que no se puede comprar con dinero; y ganarse a golpe de talonario lo que no se puede tener de otro modo. Personas que ocultan su fragilidad hasta que ya no pueden cargar con más mentiras. El éxito y la soledad, esa pareja tan desgraciada.
La serie intenta no entrar en camisas de once varas
Creada por Isaure Pisani-Ferry, Jennifer Have y Raphaëlle Bacqué, Becoming Karl Lagerfeld nos cuenta todo esto sin ponerse intensa. La serie es precisa porque se condensa en seis capítulos de 40 minutos, aunque se toma su tiempo para moverse con delicadeza por esta amalgama de sentimientos. Pero en ocasiones peca de frívola, tiene saltos emocionales difíciles de digerir y carece de un contexto imprescindible que, aunque se intuye gracias a la presencia de la figura materna, parece insuficiente dada la complejísima personalidad del protagonista.
Es un auténtico drama (estos genios vivían en una completa agonía) al que no le faltan momentos de comedia y diversión, por lo que tiene un discurrir bastante entretenido. De hecho, el guion incluso ofrece pequeñas dosis de thriller para quienes desconocíamos la historia de Lagerfeld, pues su extrema rivalidad con Pierre Bergé (socio de Yves Saint Laurent) tuvo momentos realmente oscuros que le aportan suspense a la trama.
Becoming Karl Lagerfeld es una serie refrescante, un vistazo rápido y bonito a la historia reciente de la moda europea. Algunos de los que han estudiado su trayectoria dicen que es un retrato superficial y un tanto edulcorado, demasiado benevolente con quien hiciera determinadas declaraciones polémicas sobre las mujeres, los inmigrantes, el peso y el matrimonio homosexual.
Algo de todo esto asoma con sutileza en Becoming Karl Lagerfeld, que posiblemente sea percibida como un simple homenaje al genio que se hizo a sí mismo. Es verdad que la serie no profundiza lo suficiente, no desenreda la compleja personalidad del artista, pero el guion está lleno de pequeños detalles que sugieren quién era este ambicioso diseñador que prefería el anonimato pero vestía tan pomposo como el Rey Sol.