Crítica

'Jaguar' y la diversión de cazar nazis

'Jaguar', la nueva serie de Netflix

Marcos Méndez

La II Guerra Mundial. Campos de concentración, de tortura y de muerte. Y años después, vidas marcadas por ese sufrimiento que jamás vuelven a ser las mismas, dando gracias por al menos seguir viviendo. Y enfrente, la tranquilidad de los nazis que provocaron ese horror en España. Son importantes, poderosos, marcan el ritmo de las reuniones de la dictadura franquista en la Madrid de los 60. Drama, drama y más drama. Y justo por eso se agradece que una serie apueste por la acción para jugar con ese contexto.

Jaguar es la nueva serie española de Netflix que llega a la plataforma este miércoles 22 de septiembre. Una ficción compuesta por seis capítulos de unos 50 minutos a cargo de Bambú Producciones y creada por Ramón Campos y Gema R. Neira, que hacen valer su experiencia en otros de sus productos como Fariña, La embajada, Tiempos de guerra, Velvet o Las chicas del cable. Una experiencia que por momentos “suena” en su nueva creación.

Blanca Suárez protagoniza la serie como Isabel Garrido, una joven superviviente de Mauthausen que se ha propuesto cazar y matar al nazi responsable de su niñez perdida, Otto Bachmann (encarnado por Stefan Weinert, al que ya vimos como nazi en Dime quién soy de Movistar+). Pero cuando su misión personal está cerca de llegar al punto culmen, acaba integrándose en un extraño grupo de “cazanazis justicieros” encabezado por Iván Marcos como Lucena, que se encarga de dirigir a Francesc Garrido como Marsé, Adrián Lastra como Sordo y Óscar Casas como Castro.

Jaguar parte, por lo tanto, de una premisa indudablemente atractiva: un grupo de “cazanazis” que actúa en la España de los 60, con epicentro inicial en Madrid, no para saciar su sed de venganza sino para lograr que se haga justicia. Para conseguir que los altos dirigentes del nazismo que viven cómodamente entre los oligarcas del franquismo acaben respondiendo por sus delitos.

Su idea puede recordar a Hunters de Al Pacino en Amazon Prime Video, pero sus creadores nos explicaron que en Jaguar no caen “en esa superficialidad del Holocausto” y además no crean una distopía, sino que se ambienta en la realidad de la España de los 60. Y lo cierto es que su mayor acierto es apostar por el entretenimiento y la acción sobre una base histórica real.

Antifascismo y memoria histórica

La misma ingente documentación a la que se puede acceder y consultar sobre la II Guerra Mundial, que sus protagonistas utilizaron para crear sus personajes, actúa en todos los proyectos literarios o audiovisuales sobre este período como un freno. Parece que “ya está todo escrito”, que “ya está todo visto”, que “ya está todo contado”. Por eso Jaguar, en su planteamiento, atina al dejar la historia como base y centrarse en crear su propia historia ficcionada sobre ese grupo de “cazanazis justicieros”, aunque también esos personajes tengan un trabajado e importante fondo documental.

Jaguar es una serie, y como tal busca entretener. Y lo consigue con tintes de thriller, con mucha acción y con intriga. Son sus elementos principales, que se imponen a otros más típicos en dramas sobre la II Guerra Mundial como la emoción, el dolor o el sufrimiento; que también están presentes pero sólo afloran en momentos más íntimos de sus personajes. Momentos en los que la serie aprovecha para apuntar, sin profundizar, a nombres propios de la historia de España que sirven como alegato antifascista y por la memoria histórica.

Pero no es la tónica de su desarrollo. La ficción demuestra que Madrid es un plató perfecto para trasladarnos a los años 60, y combina con buena resolución cambios de ritmo entre las escenas más introspectivas de los personajes, otras en las que la acción empieza a aflorar mediante la planificación o el conflicto verbal, y las últimas en las que la acción se adueña por completo de la escena y exige a sus personajes una preparación que cumplen sin mayor problema.

La impulsividad del personaje de Óscar Casas, la firmeza del de Iván Marcos, la convicción del de Blanca Suárez, y la extrema dificultad de Adrián Lastra para interpretar su papel (se llama 'Sordo' por algo) se compenetran con la oscuridad del de Francesc Garrido, que borda un personaje tranquilo, silencioso, reflexivo y culto que sólo a base de miradas es capaz de helar la sangre o de inspirar más confianza en el grupo que ningún otro.

Si su planteamiento es novedoso y atinado, su desarrollo es efectivo, aunque revisita muchos sitios conocidos y habituales en historias de intriga y espías. Entregarse a la acción es agradable visualmente para el espectador, pero también hace que Jaguar recuerde a otras tantas producciones audiovisuales “similares”, bien sea al ver un espectacular tiroteo en el que un personaje “vuela” sobre sofás para esquivar balas, o una larga y tensa persecución por las calles hasta huir sobre la cabeza del mismo perseguidor. Entretenimiento y espectacularidad, al fin y al cabo, que están bien insertados en la historia, pero que en algún momento no transmite la credibilidad que el trasfondo histórico de la serie sí logra.

En esos cambios de ritmo, el desarrollo de las escenas más introspectivas y de diálogo suponen otro estilo bien diferenciado. Jaguar recurre a muchos planos y momentos para generar un simbolismo intenso (que a veces no es necesario) como una manera de conocer más a sus personajes, y al mismo tiempo para ahondar en la tragedia de los campos de concentración nazis. De nuevo, entretenimiento con base histórica.

Acción made in Netflix, trasfondo typical spanish

Jaguar no es una serie histórica, ni lo pretende. Es un thriller de acción bien resuelto y que encaja con los contenidos que suelen funcionar en Netflix (con recuerdo a Tarantino en sus rótulos incluido), que quién sabe si en un futuro podría incluso adaptarse como procedimental, con el mismo grupo de protagonistas persiguiendo a distintos nazis.

Un thriller de acción que, entre medias, aprovecha para recordar la historia de los españoles que murieron en campos de concentración nazis como los de Mauthausen, Dachau o Auschwitz. Y sobre todo la historia de los que sobrevivieron, marcados para siempre por ese drama, mientras sus verdugos y torturadores disfrutaban de una exitosa y tranquila existencia en la España franquista. Por eso no duda en hablar de España, con homenajes a iconos apátridas a nivel sonoro (como 'El emigrante' de Juanito Valderrama o 'Adiós mi España querida' de Antonio Molina) o visual (a Luis Buñuel). Pequeños guiños que forman parte del homenaje “oculto” de la serie a tantos españoles olvidados.

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