'La casa del dragón' 1x10: Un final “profético” que piensa más en el futuro que en su presente
La casa del dragón, la serie precuela de Juego de Tronos que ha logrado estar a la altura de sus expectativas como una de las más esperadas del año, y además ha conseguido un impacto que le ha hecho ganar la “superbatalla” de series frente a El Señor de los Anillos: Los anillos de poder; ha cerrado su primera temporada. Y lo ha hecho demostrando que piensa más en el futuro que en su presente.
HBO Max ha lanzado su última entrega, la 1x10, a las 3 de la madrugada de este lunes 24 de octubre. Aunque la piratería ya había provocado que unos pocos (o muchos, ya se reflejará en las audiencias de este final) ya lo hubiesen visto durante el fin de semana al filtrarse el capítulo. Tras dejar en alto la acción en su 1x09, con la muerte del rey Viserys que provocó la coronación ilegítima de Aegon y el icónico levantamiento y amenaza de Rhaenys, La casa del dragón llegaba a su desenlace con las espadas en alto y todos los honores. Pero ha pecado de conservadora y estratega en su adiós.
En verTele hemos madrugado para poder ver este último capítulo -que descubre que la estrategia de HBO Max de anunciar su renovación tras su estreno de récord no era más que márketing, como se esperaba- y resumirlo contándote qué puedes esperar de él. O más bien qué no puedes esperar. Eso sí, ten en cuenta que lo hacemos con spoilers, por lo que si quieres puedes leer esta crítica después de verlo por tus propios ojos, y así comprobar si estás de acuerdo con nuestro punto de vista.
(Aviso: Spoilers) Así se despide 'La casa del dragón'
No hablaremos del “cómo ha llegado” la serie hasta aquí, ni de su impacto y audiencias, porque ya lo habíamos hecho como previa. Aunque para hablar de su último capítulo, que es lo que haremos en esta crítica, sí conviene echar la vista atrás para recordar una primera profecía que el rey Viserys hizo en el capítulo 1 a su joven hija Rhaenyra: “La idea de que controlamos los dragones es una ilusión”.
El episodio final arranca con una puesta en escena muy familiar y que enlaza directamente con el desenlace de la anterior entrega. Mientras Rhaenyra, embarazada, habla con sus hijos preparándoles para su futuro, Rhaenys recién bajada de su dragón se presenta para anunciarle que su padre el rey Viserys ha muerto. Y eso no es lo peor: que los Hightower han maniobrado para coronar a Aegon ante todo el pueblo de Desembarco del Rey, dándole así legitimidad frente a su verdadero derecho de sucesión. El impacto hace que Daemon parezca olvidarse de su faceta familiar y humana, más aún cuando Rhaenyra se pone de parto prematuro.
La reina sin corona sufre para dar a luz y se niega a ser ayudada, en una escena cruda y muy complicada en la que se compara su padecimiento con el de un dragón enjaulado. Sin escatimar en sangre, y empatizando con el sufrimiento de Rhaenyra, el bebé nace muerto. Para entonces, ella ya ha ordenado a su hijo Jacaerys que no se haga nada sin su permiso, a sabiendas de que Daemon sólo piensa en la venganza y prepara Rocadragón para su defensa. El dolor de Rhaenyra se representa en una escena en la que arropa y acuna al bebé muerto antes de amortajarlo ella misma. El de Daemon, más comedido y solitario, mostrándole en la playa mirando al infinito. Cuando incineran su pequeño cadáver, uno de los gemelos Cargyll, que ya tuvieron protagonismo en el 1x09 sin dejarse llevar por la rebelión de los Hightower, aparece para darle la corona de Viserys y jurar lealtad a la reina. Daemon corona a Rhaenyra y se arrodilla ante ella: “Mi reina”. Todos se arrodillan, menos Rhaenys.
El sufrimiento familiar y personal queda olvidado, de momento, para centrarse en preparar la guerra. Rhaenyra encabeza su primer Consejo ya como reina, en el que repasan sus posibles apoyos. Además de las casas que le juraron lealtad y no saben si cumplirán, ponen sobre la mesa la importancia de los dragones. Daemon hace cuentas, y recalca que disponen de más dragones que “los verdes” (el bando de los Hightower, frente a “los negros” que es el de Rhaenyra), enfatizando en que hay más dragones sin jinete y que también tiene huevos que eclosionarán. Los dragones empiezan a presentarse como claves en el futuro de la contienda.
La planificación se detiene porque Otto Hightower, la Mano del rey, está a las puertas de Rocadragón. En la misma localización en la que al principio de la serie Rhaenyra llegó con su dragón para reclamar a su entonces solo tío Daemon que le devolviese el huevo de dragón (que representa la pasarela de San Juan de Gaztelugatxe, que La casa del dragón recrea por ordenador sin acudir a grabar como sí hizo Juego de Tronos), se ponen cara a cara. Y del mismo modo, pero esta vez con la corona sobre su cabeza, Rhaenyra llega a lomos de su dragón. En un intercambio de palabras calculado al milímetro, Otto Hightower se dirige a ella diciéndole “princesa Rhaenyra”, a lo que ésta responde: “Ahora soy la Reina Rhaenyra, y vosotros sois traidores del reino”. La Mano del rey expone su oferta para evitar la guerra, pero Rhaenyra enfadada acaba arrancándole el emblema de la Mano del pecho. Es cuando Otto Hightower trata de entrar desde un lado más personal: le da un papel que resulta ser la hoja del cuento que Alicent le hacía aprenderse cuando eran niñas, e intenta ablandarla por esa profunda amistad infantil. Cuando Daemon se dispone a pelear, Rhaenyra le ordena no hacerlo y aplaza su respuesta al día siguiente.
Vuelven a reunir a su Consejo para preparar la guerra, pero la tensión no decrece. Rhaenyra se plantea aceptar la oferta de Otto Hightower para evitar gobernar un reino arrasado por la guerra y quemado por el fuego de dragón, y Daemon se cabrea y se enfrenta a ella delante de todos. La reina pide que les dejen solos, y ya con la sala vacía se produce un enfrentamiento importante por lo que sucede, pero sobre todo por lo que se dice: él la coge del cuello porque ella reconoce que quiere mantener la unión del reino basándose en la segunda profecía, que no es otra que la Canción de hielo y fuego que conecta con lo que siglos más tarde narra Juego de Tronos. Daemon, decidido a luchar por el Trono de Hierro, le responde con una frase que será importante en el desenlace: “Las profecías no nos hicieron reyes, lo hicieron los dragones”.
Rhaenyra y Rhaenys, sororidad e inteligencia
Tras mucho tiempo fuera peleando contra la Triarquía y estar al borde de la muerte, Corlys Velaryon vuelve y aparece postrado en una cama en Rocadragón. Su mujer, Rhaenys, le echa en cara que la abandonase cuando más falta le hacía. Y sin más esperas, le desvela que Daemon cortó la cabeza a su hermano después de que éste reclamase su trono y llamase “bastardos” a los hijos de Rhaenyra. Cansado y dolido, Corlys le explica que ha aprendido y ya no aspira al trono, que sólo quiere retirarse y permanecer apartado de la guerra viendo crecer a sus nietos. Pero Rhaenys vuelve a dar otro giro de guion: le dice que no pueden mantenerse al margen porque los niños no estarán a salvo mientras Aegon sea el Rey, y que deben apoyar a Rhaenyra. Lo expresa además con una reflexión que, entre tanta testosterona masculina que ya prepara la guerra, sólo hace ella: “Está salvando al reino del desastre. Todos los hombres alrededor de la mesa la empujan a que lleve al reino a la guerra. Rhaenyra es la única que demuestra moderación”. Recordando que Rhaenyra fue cómplice de la muerte de su hijo (aunque en realidad escapó en una balsa, y seguro que en el futuro será muy importante porque su reaparición supondría la invalidez del matrimonio de Rhaenyra con Daemon), Corlys se opone a apoyarla.
Pero todo cambia al sumarse a la mesa del Consejo. Corlys Velaryon aparece imponente, recibido por la propia reina, y dejando en segundo plano a Rhaenys. Tras dejar claro que deben pasar a la acción, la reconoce como reina y le presta su apoyo con toda su flota, además de anunciar que tras su victoria en el Mar Angosto pueden bloquear el comercio de Desembarco del Rey. En una escena en la que la cámara busca las caras y miradas de Rhaenyra y de Rhaenys, poniendo de relevancia un verdadero ejemplo de sororidad y de estrategia y situando a Rhaenys como uno de los personajes estrella y clave en los giros de su trama, ella misma se ofrece a capitanear esa operación a lomos de su dragón.
Espoleados por el apoyo de la Serpiente Marina, refuerzan su plan para conseguir apoyos. El príncipe Jacaerys propone que ellos mismos entreguen los mensajes de la reina volando en sus dragones. La reina lo aprueba, encomendando a su hijo mayor Jacaerys y a su hijo menor Lucerys que vuelen a distintos puntos para reclamar la lealtad que le juraron. Anticipando lo que se venía, Rhaenyra despide a sus hijos pidiéndoles ser mensajeros, no guerreros.
Los dragones deciden
La poca acción del capítulo se concentra en los últimos 10 minutos, y en el personaje del pequeño Lucerys. Llega a su destino en el sur para reclamar el apoyo de los Baratheon, pero cuando su aún joven dragón toma tierra, el enorme Vhagar que monta Aemond -al que le dejó sin un ojo- se vislumbra en segundo plano. La “negociación” con Borros Baratheon dura poco porque el bando de “los verdes”, con Aemond como mensajero, les promete una boda con una de sus hijas para mejorar la posición de su casa, mientras que Rhaenyra sólo le recuerda que su padre le juró lealtad como heredera al Trono de Hierro, y Lucerys añade que ya está comprometido con su prima Velaryon.
Cuando, sin haberlo conseguido, se dispone a marcharse, Aemond le detiene y le pide que se corte un ojo para ofrecérselo como recompensa. Lucerys se niega a luchar, repitiendo las palabras de su madre de que ha ido como mensajero y no como guerrero. Borros Baratheon le apoya, obliga a que no se derrame sangre en su salón, y Lucerys se va a lomos de su dragón Arrax y en medio de una fuerte tormenta. Como era de esperar, Aemond le persigue sobre Vhagar, el dragón más grande de los Siete Reinos, que multiplica el tamaño de Arrax.
En un principio parece ser una persecución sólo para asustar y atemorizar a Lucerys, y de hecho cuando éste aprovecha el menor tamaño de su dragón para despistar a Aemond, todo parece haberse acabado. Pero los dragones deciden: Arrax no obedece a Lucerys, y suelta una llamarada a la cara de Vhagar. Y cuando ya parece a salvo, Vhagar no obedece a Aemond pese a que le grita “¡no, no Vhagar!” y de un solo bocado destroza a Arrax y mata al pequeño, cuyos restos caen desde las nubes. Aemond se da cuenta de lo que acaba de provocar. En la última escena del capítulo, y de la temporada, Daemon se lo comunica a Rhaenyra, que cambia por completo su cara y parece dispuesta a lanzarse a la guerra, dejando de lado la estrategia moderada que le había alabado Rhaenys.
Las profecías marcan el futuro... y su presente
La casa del dragón cierra su primera temporada, por lo tanto, con un capítulo en el que sucede más bien poco. Como ha dicho el actor Tom Glynn-Carney (Aegon en la serie), La casa del dragón es más bien como “Succession con espadas y dragones”, sin que esto suponga que es todo negativo. Si el 1x09 presentó la propuesta de los Hightower, dejó claros los bandos y que habría guerra; este último 1x10 responde con la propuesta de Rhaenyra y alarga esa misma expectativa sin ir más allá, centrándose en explicar por qué seguramente cambie la forma de ser de la reina: de la moderación y sus deseos de paz incluso después de enterarse de la muerte de su padre, de que le han usurpado el trono, y de que su bebé nazca muerta; a lanzarse a la guerra por el asesinato de su hijo a manos de Aemond.
Pero en realidad no ha sido por Aemond, sino por Vhagar, su dragón. Ese es el mensaje más importante, que viene a confirmar la primera profecía que marca el capítulo, la que el rey Viserys dijo en el primer episodio a la ahora reina: “La idea de que controlamos los dragones es una ilusión”. Ni la llamarada de Arrax a Vhagar, ni la venganza de éste destrozando al dragón y a Lucerys, fueron ordenados por sus jinetes. Dos decisiones de dos dragones, y no de sus jinetes ni de las familias dominantes, marcarán el futuro de los Siete Reinos. “Las profecías no nos hicieron reyes, lo hicieron los dragones”, le dijo Daemon a Rhaenyra; y es cierto, pero la frase obvia que también esos tronos han estado determinados por las guerras, la muerte y la destrucción que han sido impulsadas y decididas por los dragones, sin importar las órdenes de sus jinetes. ¿Quién controla a quién?
Ahí es donde entra en juego la segunda profecía, la Danza de dragones, que aunque muchos fans pensaban que podría empezar a desarrollarse ya en este último capítulo de la primera temporada, finalmente habrá que esperar a la segunda tanda de episodios. La casa del dragón ha pensado más en su futuro, que se prevé largo, que en ofrecer un cierre de importancia a su primera temporada.