Netflix arranca Mano de hierro ubicando al puerto de Barcelona como uno de los más importantes del mundo. La serie, que llega este viernes 15 de marzo a la plataforma de pago con Eduard Fernández como gran protagonista, explica en el inicio de su primer episodio que por él pasan 70 millones de toneladas de mercancía cada año. También que sólo se revisa un 2% de los 6.000 contenedores que se mueven diariamente y que, aún así, en 2023 se incautaron allí 10.000 kilogramos de cocaína; la cifra, sin embargo, no representa ni un 10% de la droga que entra a través del muelle.
Con solo cuatro datos, Netflix da cuenta enseguida de la espectacular magnitud del singular entorno en el que se va a desarrollar esta nueva serie que se une a su ya amplia cartera de ficciones sobre narcotraficantes; un catálogo que muy pronto añadirá otro título más en el apartado patrio con los esperados Clanes gallegos de Tamar Novas y Clara Lago. Mientras tanto, la compañía se desplaza a la Ciudad Condal, adentrándose en un escenario prácticamente inédito dentro de la industria cinematográfica española para convertirlo, como dice aquel viejo tópico, en un personaje más.
Una localización dominada en Mano de hierro por Joaquín Manchado, el director de la terminal principal del puerto comercial al que da vida Eduard Fernández. Un reputado empresario que es responsable de la importación de toda la mercancía que llega a Barcelona... incluida la ilegal. Para ello, monta una red criminal con las bases en el seno de su propia familia, trasladando a España las clásicas estructuras de las mafias sicilianas. En la suya, esos lazos de sangre también jugarán un papel fundamental en el transcurso de las operaciones del protagonista y su objetivo de seguir controlando la droga de la región.
A Joaquín lo acompañan en sus maniobras Néstor (Jaime Lorente), el “yerno perfecto” del capo; su hermano Román (Sergi López), el fiel escudero que -siempre a su sombra- le ayudó a conquistar su actual imperio; su hijo Ricardo (Enric Auquer), el “bala perdida” de la familia que batalla contra sus propias adicciones; y Víctor (Chino Darín), un amigo de la infancia de sus hijos que trabaja como operario en el puerto. También su hija Rocío (Natalia de Molina), un “alma cándida” que parece vivir ajena a todo lo que sucede a su alrededor.
Este gran reparto coral echa en falta, eso sí, la presencia de más actrices, pero mantiene a un buen nivel interpretativo la ficción, al menos en los dos únicos episodios a los que Netflix ha dado acceso a verTele. En ambos, se da cuenta de la solidez de esta camorra 'a la catalana' que gestiona el mercado de la coca en una de las principales puertas del mediterráneo. Sin embargo, un inesperado accidente y la desaparición de un importante cargamento desata una guerra en la que los personajes acaban mostrando su verdadera cara y, sobre todo, sus verdaderos intereses.
Netflix rompe el cerrojo al puerto de Barcelona
La idea preconcebida (y entendible) de que esta pueda ser solo una serie más sobre narcos dentro de la gran oferta de Netflix -donde ya figuran producciones como Narcos, Narcos: México, El Chapo, El Cartel de los Sapos o la reciente Griselda de Sofía Vergara- se rompe por completo por la especial localización donde se desarrolla la historia. El puerto de Barcelona se convierte en uno de los principales atractivos de Mano de Hierro, a la que otorga un contexto particular que apenas hemos visto dentro de nuestra ficción.
“Es muy difícil tener acceso al puerto de Barcelona. Yo soy de Barcelona, el puerto está presente siempre en Barcelona. Esta presente el Tibidabo, que es la montaña, y el puerto, las dos partes, la alta y la baja. Desde mi casa, en Sagrada Familia, se ve el puerto al fondo y es algo que está muy presente, que forma parte de Barcelona, pero que está aislado. Al puerto comercial no se puede entrar. Hemos tenido el gran privilegio de entrar y rodar en el puerto comercial de Barcelona. Con una maquinaria, unas grúas, los containers bailando a nuestro alrededor... Eso es una maravilla impagable”, relata entusiasmado Eduard Fernández en una entrevista con verTele.
Impagable... salvo que el cheque lleve la firma de Netflix, que logra romper el cerrojo al puerto con una espectacular producción que dota de un realismo excelso al relato. En su interior descubrimos una ciudad dentro de la ciudad que a lo largo de las últimas décadas (con un punto de inflexión en los Juegos Olímpicos del 92) no ha dejado de crecer, aunando cinco puertos en uno: el ciudadano -el famoso Port Vell que sí hemos visto en el cine-, el logístico, el energético, el de cruceros y el comercial.
Revestida de cierta fantasía, Mano de Hierro muestra la cara oculta de este último sector, con una problemática real de la que, a pesar de que a menudo se le da voz en los medios, vivimos prácticamente de espaldas. Ese puerto comercial, que en los últimos años ha encadenado récords de tráfico de mercancías y de facturación, es también una de las puertas principales de la droga en Europa. Allí se han dado grandes operaciones policiales -incluso con agentes infiltrados dentro del muelle- que han llegado a incautar hasta 5.000 kilos de cocaína, desarticulando toda una red criminal con informáticos manipulando el sistema del puerto para falsear datos de los contenedores portadores del cargamento ilegal o con transportistas implicados en la ocultación y salida de las sustancias. Noticias como estas hacen que Mano de hierro logre difuminar la delgada línea entre realidad y ficción.
Un villano memorable para repetir la fórmula 'Bajocero'
Toda ciudad tiene su ley y en el puerto la impone Joaquín Manchado... con mano de hierro. Y no solo por la prótesis biónica que porta en su extremidad superior izquierda, sino por la tiranía, vileza y brutalidad con la que deja clara su autoridad frente al resto de subordinados y socios que trabajan para él. La ficción acierta al dar prueba de ello desde su primer minuto, cuando vemos al capo castigar a un empleado que le intentó traicionar. Porque aquí, como en el hampa siciliana, romper la omertá también se paga con la muerte. Y evidenciarlo desde el arranque hace que nos situemos muy rápido ante un temido protagonista que te atrapa y te sumerge de lleno en la historia.
Eduard Fernández, que vive una transformación física para la que se tuvo que preparar con ayuda de un asistente que le enseñó a utilizar ese mecanizado garfio, sobresale en el plano interpretativo, dibujando -con ayuda de esa estética- un villano memorable dentro de la ficción española. Una mutilación que destila respeto hacia su figura y, aunque su origen se desconoce de inicio, vislumbra un pasado turbulento que poco a poco se irá escudriñando a través de flashbacks que podrían (o no) humanizar a este malhechor. Porque esa es una de las grandes cuestiones morales más interesantes que aborda Mano de hierro, la de la corrupción del ser humano, a la que se enfrentan en algún momento todos los personajes de la serie, con un juego para el espectador sobre de quién te puedes fiar y de quién no. Todo ello, con la violencia como uno de sus principales motores.
El director Lluis Quílez repite en la ficción producida por The Mediapro Studio la exitosa fórmula que ya empleó en Bajocero, una de las películas más exitosas de Netflix con Javier Gutiérrez y Karra Elejalde como protagonistas: la de acotar las escenas más vibrantes de acción a un espacio muy reducido para imprimir una mayor tensión narrativa al relato, sea en un camión policial que traslada a un grupo de reclusos -en el caso del mencionado largometraje-, en un buque de carga asaltado por piratas en altamar, o en esas 'calles' que forman los contenedores y grúas del puerto. Un cerco en el que el cineasta crea auténticos polvorines que, con un gran manejo del ritmo, te dejan pegado a la pantalla.
En definitiva, Mano de hierro se presenta como un buen thriller que, eso sí, desata una gran duda en el giro dramático que presenta al final de su segundo episodio, y es si logrará mantener ese 'gancho' en los otros seis capítulos que conforman la serie.