Puede sonar a broma, pero el lanzamiento de Nacho, la serie sobre la vida de Nacho Vidal, está marcado por un 'gatillazo' industrial. Lionsgate+, la plataforma que dio luz verde al proyecto, lo tenía todo listo para estrenarlo el pasado 11 de diciembre. Pero un mes antes, su empresa matriz, el estudio Lionsgate, decidió cesar las actividades de la OTT en nuestro país -lo hará definitivamente este mes- y dejar a la filial española sin lanzar la serie.
La noticia, como no podía ser de otra manera, cayó como un jarro de agua fría sobre la creadora de Nacho, Teresa Fernández-Valdés, que después de haber visto su nombre asociado a las primeras series originales de Movistar Plus+ (Velvet Colección) y Netflix (Las chicas del cable), así como al del primer final parcialmente emitido en directo de nuestra ficción (Velvet), otra vez le tocaba ser pionera en nuestra industria. Pero ahora por haber creado una serie que, de golpe y porrazo, se había quedado sin ventana de emisión cuando ya contaba los días para su lanzamiento.
Afortunadamente para ella y para el resto de implicados en el proyecto, Atresmedia entró pronto en escena y se hizo con los derechos de emisión de Nacho en territorio nacional, culminando lo que la directora de Ficción del grupo, Montse García, ha definido como “una operación inédita” en el audiovisual patrio.
Y también lógica, si miramos más allá, pues la adquisición de Nacho encaja con el gusto de la compañía por los biopics de personajes reales de nuestra cultura popular. Ahí están Veneno y la reciente Cristo y Rey para demostrarlo, como también la futura Camilo Superstar y la mencionada Nacho, que aterriza este domingo 5 de marzo en el catálogo de Atresplayer Premium como una propuesta juguetona, erótica y festiva. Es decir, como la serie que cabía esperar cuando hablamos de un personaje como Nacho Vidal y una industria, la del porno, que vende a su público ingredientes como estos.
'Nacho', mucho disfrute y poco drama
Aquí no había, pues, espacio para la sorpresa. Nacho no podía ser ni un drama intimista ni un proyecto marcado por la seriedad en pantalla, sino más bien una serie llena de vida, ritmo y color como la que aquí nos ofrece Fernández-Valdés. Que sea ella quien lo haga sí es llamativo, pues hasta ahora su carrera -y por ende, la de su productora, Bambú- había caminado por sendas más blancas e inofensivas. Incluso en una serie como Instinto, en la que también se adentraba en el mundo del sexo, se abordaba de una forma mucho más seria y sofisticada.
En cambio, la showrunner se suelta la melena en Nacho a partir de una decisión clave: retratar a Nacho Vidal como una estrella del porno y solo como una estrella del porno. El lado más polémico del personaje, desarrollado con el paso de los años a medida que crecía su fama, queda aparcado para una hipotética segunda temporada. La primera, compuesta por 8 capítulos, prefiere centrarse en la juventud del actor, sus inicios en la industria del sexo y su ascenso a la cima del porno mundial.
Nacho hace este recorrido apoyándose en referentes casi inevitables, como Boogie Nights, El lobo de Wall Street o Pam y Tommy, y haciendo gala de otros elementos que la convierten en una producción disfrutona, hecha para el gozo y el disfrute del personal. También hay momentos dramáticos, claro. De hecho, algunos de ellos resultan verdaderamente impactantes, ya que ponen el foco en el lado menos amable de la industria sexual. Pero aun así, la voluntad de mostrar las sombras y los prejuicios del porno -que las hay, como en toda industria- pesan mucho menos que la vocación cómica y erótica de la serie. Al menos en los 4 primeros capítulos de la serie, que son los que se han facilitado en esta crítica.
Una pareja protagonista llena de química
Es decir: Fernández-Valdés vuelve a poner luz donde muchos otros solo ven oscuridad -el “cuento de hadas” de Velvet en pleno franquismo, ¿recuerdan?-, y una vez que lo hace, va a fuego con su propuesta. Tanto, que Nacho se destapa en su primera mitad como una serie divertida, pero también muy generosa con lo que retrata. Las escenas de sexo se cuentan por decenas, igual que los desnudos, los pechos y los penes -algunos reales, otros alegóricos- que se muestran en los primeros capítulos. Y ambas cosas, lo cómico y lo erótico, se elevan con un guion, una banda sonora y un montaje que parecen gritar, en casi todas las escenas, que Nacho ha venido a jugar.
Esta filosofía la comparten sus protagonistas, empezando por un Martiño Rivas que aprovecha la oportunidad de interpretar a Nacho Vidal para cambiar completamente de registro. El gallego suple la falta de caracterización de su rostro -es imposible ver en su cara a Nacho Vidal, por mucho que interprete a una versión más joven y desconocida del personaje- con un lenguaje corporal -sobre todo con el cuerpo musculado que luce- y una sonrisa socarrona que desprenden carisma a raudales.
Junto a él, María de Nati le sigue a la zaga como Sara Bernat, el primer gran amor de Nacho Vidal y la persona que lo introdujo en la industria del sexo. Rivas y ella forman un dúo protagonista difícilmente mejorable a juzgar por su desempeño en pantalla, donde muestran una química y una complicidad de alto voltaje.
Andrés Velencoso como el archienemigo de Nacho y Pepa Charro como Juani de Lucía, la propietaria de la barcelonesa Sala Bagdad en la que Nacho Vidal realizó sus primeros shows eróticos en directo, son otros de los nombres propios de esta recomendable producción. Una serie que no va a emitirse donde se tenía que haber emitido, pero que es, a grandes rasgos, la serie que tenía que ser.