'Una vida menos en Canarias': Atresmedia investiga crímenes sin móvil ni oportunidad para dejar huellas
La ciencia policial se encamina a hallar los indicios probatorios de un suceso. El esfuerzo comienza en la especulación, para encaminarse a la deducción y, por último, a la psicología detrás del delito. Ese compendio de materias y disciplinas debe permitir esclarecer de forma fehaciente una realidad, a fin de imputar el cargo al presunto responsable. La tradición de la narrativa televisiva, deudora de la literaria, ha ayudado a que la audiencia entienda a grandes rasgos este procedimiento que va más de la simple pesquisa detectivesca. De ahí la denominación habitual, derivada del inglés, del subgénero procedimental, aquel cuya estructura se enfoca a la resolución de un caso a ritmo semanal que exige de la valía, inteligencia e ingenio de sus protagonistas.
Con el cambio de milenio, la franquicia CSI vino a teñir con luz ultravioleta el aspecto clásico del whodunit, introduciendo los laboratorios como visita de paso ineludible en los relatos. Ahora bien, el esquema no ha cambiado en lo que respecta a la resolución de delitos catódicos. Lo que han cambiado han sido las audiencias o, mejor dicho, las formas de consumir.
El planteamiento argumental eminentemente autoconclusivo del procedimental favorece un consumo indiscriminado, de fácil entrada al conocer de antemano los códigos, frente a las necesidades del drama serializado, que exigen de una atención continuada de los avatares del relato. Su estructura misma, resumida en la expresión “el caso de la semana”, determina la manera en que se concibe también su visionado, con periodicidad establecida por las cadenas generalistas. Es una fórmula validada, pero también superada en términos industriales, con la transición del medio hacia el streaming, que prioriza la serialización de las tramas que induzca a un consumo maratoniano. Cuentan las horas y no los episodios, y con ello, los arcos narrativos han de expandirse más allá. Un solo crimen se queda pequeño.
La manera de producir ficción de Atresmedia lo prueba. La manera de expedir Una vida menos en Canarias, también.
Pruebas condenatorias
A raíz del fenómeno que acabo siendo La casa de papel, el grupo de comunicación ha modelado una imagen aspiracional de su producción, a la que ha contribuido Atresplayer, su plataforma bajo demanda. El “sello Atresmedia” pone en valor, acostumbran a comunicar, “el talento local y las historias de aquí” con potencial universal y capacidad de exportarse. Sin embargo, dentro de esa veta, se distingue entre las destinadas al premium, las Originales de Atresplayer, de aquellas concebidas para su emisión en abierto (previo paso por la OTT).
Así se concitan en una misma cartera obras con afán de transgresión, como Veneno, Cardo o La Ruta, con productos conservadores o dedicados a explotar géneros y tendencias populares, ya sean franquicias de éxito de la casa (Señor, dame paciencia), personajes de interés social (Cristo y Rey) o tendencias coyunturales (Heridas). Frente a la imagen de trascendencia que proyectan unas, la sensación de fugacidad que a menudo caracteriza a las otras, según su más o menos sufrido paso por el prime time del canal.
En el caso de Una vida menos en Canarias, se advierte de que se engloba en el segundo grupo, en el de aquellas que acabarán ocupando las noches de Antena 3 en un futuro por convenir. Su premisa así lo justifica: Ginés García Millán es Luis Lacasa, un rígido pero brillante inspector con un trastorno visual que debe aceptar un traslado forzoso a Tenerife, para resolver casos, uno por episodio, en compañía de Natalia Verbeke, de personalidad opuesta. Sin embargo, si algo destaca es la atemperada promoción de la ficción, creada por Fran Carballal, Enrique Lojo y Curro Royo, un tanto inadvertida. Como si no hubiera hueco para ella.
En lo que va de década, la francesa A.C.I: Alta capacidad intelectual ha sido el principal ejemplo de procedimental dentro de la parrilla de Antena 3; pero si tenemos que buscar un antecedente de producción propia, toca remontarse varios años atrás, a ejemplos como La chica de ayer o Cazadores de hombres. El declive del procedimental se evidencia en la forma de acomodarlo, en la forma de entender el consumo. Por de pronto, Una vida menos en Canarias goza solo de cinco episodios, una temporada particularmente corta para los hábitos del abierto en España (Atresmedia facilita tres para su análisis); y, sin embargo, su razón de ser tampoco termina de encajar dentro de los estándares de Atresplayer.
Una vida menos en Canarias se presenta ante el público con dudas sobre la capacidad de resolver el entuerto. Se encuentra en tierra de nadie, en un lugar incómodo. Eso mismo le pasa al personaje encarnado por García Millán, un policía aquejado de acromatopsia, una disfunción visual que le hace ver la vida en tonos grises. Eso explica su hermetismo y, también, cierta rigidez de la que se contagia el primer episodio. Muerte en la isla acusa en su ejecución las limitaciones propias de un episodio inaugural, al tener que presentar a los personajes, su conflicto y objetivos (es decir, con exceso de exposición en los diálogos), a la par que su propuesta narrativa.
Una propuesta, reconozcamos, un tanto anquilosada. Hay insistencia por trufar de humor la investigación, a través de machadas más o menos continuas, mientras se hacen equilibrismos por dar con el tono preciso. Encontramos a actores navegando por distintos registros buscando encontrarse en un punto común. El ritmo tampoco ayuda: los 50 minutos de duración parecen ligeramente hinchados (se cuentan 11 segundos para que aparezca completo el rótulo del título en cuadro), frente a los 42 minutos habituales de las series generalistas anglosajonas, y ralentiza el procedimiento.
“Nada es aburrido si tienes curiosidad”, comenta Lacasa a sus nuevos compañeros. Es a partir del segundo episodio cuando podemos analizar con mayor claridad la propuesta. Superadas las introducciones, tenemos a Lacasa ya en su nuevo puesto de trabajo, teniendo que adaptarse a los ritmos de vida apaciguados de las Islas Canarias, pero también al clima, a las costumbres y a los temperamentos de sus compañeros. Una vez más, se trata de un planteamiento clásico, el del pez fuera del agua. Cada nuevo caso implica una oportunidad para que el protagonista descubra facetas inéditas de sí mismo y así evolucione. Y, mientras tanto, desarrolla una tensión más o menos tibia con su partenaire. Y, en su sencillez, en esa inevitable intrascendencia, todo comienza a funcionar. Se exige al espectador adaptarse al escenario, al igual que al protagonista, para poder colocarlo en una posición relajada, más abierta.
Patrones de conducta
No cuesta emparentar Una vida menos en Canarias con otras producciones europeas que se mueven en coordenadas más o menos similares. Ahí está The Mallorca Files, ficción británica ambientada en islas patrias, en este caso las Baleares, que aprovecha el contraste cultural entre las comunidades inglesa y española a través de sus protagonistas, que ya pasó por el prime time estival de Antena 3. Aunque el principal referente lo tengamos en la exitosa Crimen en el Paraíso, la que marca el trayecto de la anterior y también el de la nueva producción española. Ya sea a nivel estético, con fotografías que viran a tonos cálidos que procuran transmitir el calor (no hay, en este aspecto, un trabajo esmerado por expresar la forma de ver la vida del policía a través del color), y escenarios de costa que rompen con la rutina urbana habitual. El objetivo está en proporcionar visionados distendidos, que no limiten la entrada en cualquier momento, dejando al espectador aplicarse en cualquier momento de la investigación.
Por todo ello, esta pareciera una ficción más adecuada para una temporada estival que para el pleno invierno (¿quizás será cuando llegue a Antena 3 en abierto, aprovechando también el menor consumo?). Y sobre todo, para una cadena donde haya costumbre por mantenerse al día en cuanto a estos policíacos clásicos. Con apenas cinco episodios, hay poco margen para descubrir a un protagonista carismático de largo recorrido, por más que García Millán se esmere aportándole gravedad a Lacasa, ni para experimentar lo suficiente con la fórmula.
Cuesta entender el móvil para ejecutar un proyecto como este, y tampoco parece darse la oportunidad de llevarlo a cabo. Es, por así decirlo, un misterio. Eso deja a Una vida menos en Canarias en una posición desventajosa, difícil de resolver. Con los indicios ante nosotros, quizás una serie así pudiera encajar antes en un canal como Atreseries, donde las felonías televisivas están a la orden del día, lejos de los tiroteos por la audiencia de Antena 3 y de las demandas de prestigio de Atresplayer. Ahí conviviría con la misma Crimen en el paraíso, o con otras derivaciones como Crimen en el Pacífico o Crimen en el Trópico. Crímenes una y otra vez, sin hacer mucho ruido, en los entornos inhóspitos de la TDT. El patrón de programación está ahí claro, también la oportunidad. Con estas pruebas, es lo que podemos determinar.