“A mí esto me ha pillado por sorpresa”, comenta Adriana Ugarte (Madrid, 1985) cuando se le comenta que está promocionando el estreno de Parot en España por segunda vez. La primera fue hace un año, coincidiendo con su llegada al catálogo de Amazon Prime Video. Y la segunda ahora, aprovechando que TVE que acoge este jueves 23 de junio (22:40 horas) el lanzamiento en abierto de la serie. En un caso y otro, la actriz se muestra satisfecha por protagonizar una ficción que no se queda en el mero entretenimiento, sino que invita a la reflexión.
Parot se ambienta en 2013, año en el que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo anuló la conocida como doctrina 'Parot', propiciando con ello la liberación de numerosos presos en nuestro país. A partir de este acontecimiento real, la serie creada por Pilar Nadal, Alonso Laporta, Luis Murillo Arias y Luis Murillo Moreno cuenta una historia ficticia: la del asesinato de varios excarcelados siguiendo el mismo método que éstos emplearon con sus víctimas.
La agente Isabel Mora (Ugarte) se verá involucrada en la investigación, aunque llevar el caso será una de las circunstancias más difíciles de su vida. La excarcelación de Haro (Iván Massagué), un aristócrata condenado por violación al que conoció en su adolescencia, provocará que Isabel se enfrente al episodio de abusos sexuales que vivió en el pasado. Ese que ha marcado su vida desde entonces.
“Necesitaba que se contara su historia, la historia de una mujer que sufre un hecho abominable, que es incapaz de enfrentarse a la sanación y que el miedo que siente hace que su vida sea mucho más limitada y limitante”, comenta Adriana Ugarte en conversación con verTele. Para la actriz, “Parot da apoyo” a las víctimas de abusos sexuales a través de la historia de Isabel, y “anima a que, haya pasado lo que haya pasado, podamos asomarnos a este drama juntos”. “Nada justifica una violación, absolutamente nada”, defiende, a la vez que reivindica “una disculpa por parte de la Justicia hacia estas víctimas”.
Sobre su personaje, reconoce que Isabel tiene una parte “fría y antipática”, y que no está construido para caer bien. Tampoco Manuela, el personaje que interpreta en Heridas (Atresplayer Premium), la otra serie que tiene en emisión. “Cuando los personajes pueden ser más complacientes, yo intento jugarlos de una manera menos complaciente porque me apetece”, dice antes de sostener que ella, al menos, no es partidaria de justificar su lado oscuro: “Si justificamos las conductas más problemáticas de nuestros personajes no estamos generando ninguna conciencia en relación a nada”.
¿Cómo llevas promocionar dos veces el estreno de una misma serie? Parece una muestra clara de cómo ha cambiado la industria televisiva.
Sí, sí. A mí esto me ha pillado por sorpresa, pero me hace mucha ilusión porque tenía ganas de que Parot llegue a la televisión pública y puedan verla más personas, y más en un formato de 60 minutos.
¿Le das más valor a que se pueda ver en una cadena pública?
No creo que tenga más valor una televisión pública que una plataforma, es simplemente otro medio de difusión. Además, hay personas que no tienen plataformas, como mis abuelos, por ejemplo, y otras muchas personas que, por alguna razón, no pueden acceder a este medio pero sí pueden disfrutar de un producto gracias a la televisión pública.
Lo digo porque a una cadena pública se le presuponen unos contenidos diferentes a los que, por ejemplo, pueda tener una cadena privada.
Yo he trabajado mucho para TVE y también para cadenas privadas. Entonces, sí creo que TVE es un sello de calidad, pero también considero que en cadenas privadas hay productos de muchísima calidad. Me cuesta emitir titulares en los que se reducen determinadas cosas solo a determinados espacios, porque creo que siempre hay excepciones. Y solo una excepción ya merece la pena para rebatir esta afirmación.
Además, creo que hay más de una excepción. Hay muchísimos productos en todas las cadenas que merecen mucho la pena. Comparar me parece que no engrandece una cosa por que esté por encima de otra. Sobre todo, porque nada está por encima o por debajo. Es más interesante hablar de lo positivo que tiene una cadena que de lo negativo que pueda tener otra.
Sueles decir que, cuando te involucras en un proyecto, lo haces porque hay una historia que merece ser contada. Dentro de todo lo que cuenta 'Parot', ¿qué crees que merecía ser contado con especial atención?
En el caso de Parot se necesitaban contar varias cosas, pero sobre todo abrir la reflexión de si la justicia y la ética siempre van de la mano, o no. Y por otro lado, yo quería que Isabel tuviera voz y tuviera cuerpo porque veía que era un personaje con un alma muy atrapada y asfixiada. Necesitaba que se contara su historia, la historia de una mujer que sufre un hecho abominable, que es incapaz de enfrentarse a la sanación y que el miedo que siente hace que su vida sea mucho más limitada y limitante.
Isabel es una víctima de abusos sexuales que, a raíz de este trágico suceso, adopta una actitud fría y distante. ¿Su carácter evidencia que también es una víctima de la sociedad, en tanto en cuanto la propia sociedad le induce a sentir vergüenza de lo que ha sufrido?
Creo que sí, y no sé si es algo tanto de la sociedad. Si podemos incluir la educación en la sociedad, que yo creo que sí, sobre todo en la cultura, sí creo que se nos imprime desde que somos pequeños. Cuando me documentaba y veía muchas entrevistas de mujeres que habían sufrido abusos, todas coincidían en la vergüenza y la culpabilidad. Todas sentían que merecían eso que les había pasado, porque probablemente lo habían puesto al alcance. Porque, sin querer, tenemos siempre asociado que cuando uno puede ser cercano, agradable o parecer que está dando vía libre para el placer, eso supone que todo lo que venga después puede ser tolerado y consentido. Por eso pasa también en otro ámbito, que muchas mujeres, muy abiertas y muy liberadas, sienten culpabilidad cuando experimentan placer en una relación sexual.
Cuando una mujer es violada, y esto pasaba mucho en las entrevistas, sienten que ellas, por haber sido simpáticas y cercanas en esos momentos previos, han dado lugar a ese hecho terrorífico. Creo que desde la educación esta relación de la mujer con el placer, con su cuerpo y con el sexo está muy poco explicada. Nos sometemos a cambios físicos y hormonales enormes, y no se nos cuenta absolutamente nada de nosotras con nuestro cuerpo. Nada.
Hablas de la educación, ¿pero qué papel podría jugar aquí la ficción?
Podría jugar un papel similar al de la educación. Un papel reformador que abrazara a esas víctimas y les dijera, de alguna manera, que son absolutamente víctimas porque lo que les ha pasado no era consentido. Independientemente de que antes hubiesen sido simpáticas, hubiesen coqueteado o no, hubiesen consumido alcohol o drogas, o de cómo fuesen vestidas. Nada justifica una violación, absolutamente nada.
Creo que Parot da apoyo a esas víctimas y anima a que, haya pasado lo que haya pasado, podamos asomarnos a este drama juntos. Al final tiene que haber una disculpa por parte de la Justicia hacia estas víctimas, no un ejercicio de avergonzarse. No tiene que ser así.
Tanto Isabel como Manuela, tu personaje en 'Heridas' (Atresplayer Premium), son dos mujeres construidas no necesariamente para caer bien al público. ¿Que hayas interpretado dos personajes así de forma tan seguida era algo buscabas o la prueba de que los personajes femeninos están evolucionando?
En mi caso era una cosa voluntaria y buscada. Cuando los personajes pueden ser más complacientes, yo intento jugarlos de una manera menos complaciente porque me apetece. Me interesa muchísimo no justificarlos. No me apetecía salvar la parte más fría y antipática de Isabel, como tampoco esa parte obsesiva, enfermiza y de dependencia emocional que Manuela tiene con la niña.
Si justificamos las conductas más problemáticas de nuestros personajes no estamos generando ninguna conciencia en relación a nada. Y a mí, si interpreto el papel de una violadora, de una abusadora, no quiero salvarla porque hay violadores, abusadores y personas que acosan en la realidad. Quiero retratarlas de la manera más fiel posible. Eso no significa que yo, como intérprete, la vaya a martirizar o juzgar, porque le tengo que dar voz. Lo que quiero, como intérprete, es comprender qué le lleva a eso, ver sus taras y sus limitaciones, y desde ahí presentarla cruda porque a mí, como espectadora, es lo que me resulta más atractivo.
Pero es verdad que es un riesgo y que da mucho miedo, porque piensas “esta tía ha quedado muy antipática o muy ambigua”. Pero somos complejos, y es muy bonito arriesgarse y que el público te quiera a pesar de todo. También es un camino reformador, para que intentemos amarnos incondicionalmente con todo. Porque es muy fácil amar a un superhéroe, pero nadie es un superhéroe. Ninguno lo somos, y como espectador solo vas a sentir frustración. En cambio, un personaje que es maravilloso y miserable nos puede acercar más a lo que somos, y darnos la esperanza de ser un poco mejores.
Reivindicas, entonces, una satisfacción por salir de tu zona de confort.
Sí. Me apetece asumir estos riesgos, y aunque me da miedo, creo que como actriz y como persona me liberan. Vivimos una vida de complacencia, y a veces somos muy esclavos de lo que piensan los demás. A mí, personalmente, me sucede mucho, y creo que asumir estos riesgos te devuelve mucha más libertad y mucha más cercanía con la gente. Y lo que sucede es mucho más real y verdadero.