La carrera de David Solans comenzó en 2013 con la película Hijos de Caín, y desde entonces no ha parado de crecer en la pequeña y la gran pantalla. Sobre todo en el terreno televisivo, donde ha ido acumulando experiencias y éxitos con el paso de los años. El más importante hasta el momento es el de Bruno, su papel en Merlí, aunque antes se dejó ver por la primera temporada de Bajo Sospecha.
En la serie de Antena 3 coincidió con Yon González, al que ahora le une otro bonito vínculo: ambos interpretan al personaje principal de Los herederos de la tierra, la continuación de La catedral del mar producida por Diagonal TV (Banijay Iberia), que llega a Netflix este viernes 15 de abril. En ella, Solans encarna a Hugo Llor durante su juventud, mientras que González asume el rol de este prestigioso y humilde bodeguero a partir de la edad adulta. Eso sí, la desdicha del personaje es similar en un tramo y otro de su vida.
Algo que va a la contra del propio Solans, que se siente un privilegiado por hacer carrera en un mundo tan difícil como el de la interpretación. “Digo que tengo el Síndrome del impostor, porque la vida me está regalando muchas cosas que nunca pensé que iba a vivir y que son una maravilla”, reflexiona el intérprete en esta entrevista con verTele.
¿Cómo ha sido tu experiencia rodando 'Los herederos de la tierra'?
Maravillosa. El rodaje nos pilló saliendo del confinamiento, y había muchísimas restricciones, así que la productora (Diagonal TV) lo hizo todo fantásticamente bien porque no hubo ni un solo caso de Covid que afectara a la grabación. Y eso que éramos muchos actores y actrices. Pero, claro, mientras la gente estaba encerrada en casa nosotros estábamos montando mercadillos medievales y persecuciones contra judíos. Era una situación muy extraña hacer una serie medieval mientras la gente estaba sin poder salir a la calle. Pero eso hizo que los que estábamos en el rodaje nos convirtiéramos en una familia, porque solo podíamos ver a las personas con las que trabajábamos. Y así fue durante seis meses.
Entiendo que es una de esas experiencias que marcan de una forma especial.
Sí, pero también el propio personaje. Porque hay personajes que te enseñan mucho, y Hugo ha sido uno de ellos. Y es curioso porque mi aportación a la serie es muy cortita, de apenas dos capítulos y medio. Pero el personaje llegó justo en un momento de mi vida en el que necesitaba hacer este aprendizaje con él.
¿Crees, por tanto, que hay un personaje para cada momento de la carrera de un actor?
Creo que hay un poco de todo. Hay un camino más romántico, y luego hay otro camino, que es el de comer, el de trabajar y el de vivir de algo. A mí lo que me ha permitido dejar la puerta abierta durante más tiempo hasta que llegara un personaje más especial ha sido que yo trabajo de otras cosas: haciendo locuciones, montando equipos de sonido, yendo de bolos llevando la furgoneta... Lo que sea relacionado con el mundo artístico, porque me gusta dejar la interpretación a esos momentos en los que lees un guion y dices “vale, esto me va a poner en un compromiso conmigo mismo y me gusta”.
En este sentido, ¿qué destacas de Hugo Llor?
Es un personaje que lo tiene complicado en la vida, le pasa absolutamente de todo. Su padre muere al principio de la serie, después le separan de su mejor amigo, la chica que le gusta también tiene problemas, luego le dejan solo... Ha sido la primera vez que me he preguntado hasta qué punto se puede hundir uno. ¿Cuándo ya no tienes nada que perder, qué queda y cuál es tu motor para salir adelante? Yo de Hugo me llevo esto. Es un personaje que no busca la venganza o la venganza violenta, y puede que sea el personaje que más motivos tenga para buscarla. Sin embargo, creo que cuando tocas fondo, lo que te queda es no deseárselo a otra persona. Y a Hugo le pasa eso, que su única prioridad es no aportar más dolor a este mundo.
Creo que se ha perdido un poco el honor. Y no hablo de terminar una pelea, sino de integridad
Aitor Luna dijo durante la promoción de 'La catedral del mar' que aún seguíamos muy anclados en el siglo XIV a nivel mental. ¿Estás de acuerdo?
Totalmente. Yo soy joven, y a mí me explicaron la Historia como algo que ocurrió hace mucho tiempo con unos reyes, y demás. Y todavía hay reyes, y otras muchas cosas que no han cambiado tanto. El poder de la Iglesia, el poder de la Inquisición, lo que significaba un mundo en el que mandaba Dios, en el que la gente hablaba con él y la sensación de vivir en un mundo de Fe, entender profundamente la culpa, la cultura de rezar... También flipé con el vínculo del machismo y el racismo. Cuando lo pones en esa época parece una cosa absurda, pero hay imágenes y situaciones muy parecidas que se han producido en los últimos diez años.
Creo que es muy interesante hacer una autocrítica sobre cómo los cristianos trataban a los judíos y sobre cómo los hombres tenían derecho a encerrar a sus esposas en una caja de por vida si ellas eran infieles. Y la gente lo veía bien mientras le dieran un trozo de pan y un vaso de vino cada día. Esto pasaba hace no mucho, y por ello entiendes las raíces de donde venimos.
Dejando a un lado lo negativo, ¿qué recuperarías de aquella época para el siglo XXI?
Creo que entonces no había un individualismo tan marcado como ahora. No había una idea del 'yo', sino que cada persona hacía lo que tenía que hacer en nombre de un dios, a lo mejor. Pero en la serie hay un concepto que me gusta mucho, que es el honor. Creo que se ha perdido un poco el honor. Y no hablo de terminar una pelea, sino de integridad, la conexión cercana y la ayuda. Como todo el rato pasaban cosas, el que tenía agua la compartía, el que tenía vino lo compartía y lo que era de uno también era de otro. Aunque era una etapa muy dura, y mucha gente lo pasó muy mal, había algo de romántico en esa época. De amor por las cosas y por el descubrimiento. Ahora parece que todo está descubierto, y no, hay muchas cosas por descubrir y por cambiar.
Además, una cosa que me fascina es que La Catedral del mar la hizo la gente pobre por amor a una Virgen. La gente, en su tiempo libre, cargaba piedras a diez kilómetros a sus espaldas durante muchísimos años para rendir tributo a la Virgen con su propio momento. Yo me pregunto si mis colegas y yo seríamos capaces de dedicar nuestra vida a una construir una catedral por amor a algo. Creo que los sentimientos en aquella época eran mucho más profundos y mucho más fuertes.
Para Bruno, tu personaje en 'Merlí', viste muchísimas películas relacionadas con la homosexualidad e incluso cambiaste tu forma de vestir. En el caso de Hugo, ¿cómo te has preparado el personaje?
Aquí me he centrado en trabajar el sentimiento de no pertenecer a ningún sitio, no tener un hogar y no tener a nadie. Físicamente me bañé con agua fría porque Hugo va descalzo y vestido con cuatro trapos. Y además agujerados, lo que no permitía llevar ropa debajo. Las secuencias que grabamos en Lleida hacía un frío de la hostia, y mi preparación iba enfocada en ponérmelo cómodo a mí, en llegar al punto de no tener frío, de no tener dolor en los pies, de no estar cansado... Fue un trabajo de aguante físico, aunque lo más difícil fue contenerme bien porque no podía llorar en cada secuencia aunque tuviera motivos para ello. Tuve que bajar a un nivel como si lo hubiera perdido todo para descubrir qué pasa cuando lo pierdes todo y qué es lo que queda de ti. Además, vi muchas películas medievales y de época. Pero más que viajar al pasado, lo que hice fue traer el pasado a mi realidad. Por ejemplo, en el momento de la preparación me estaba mudando de piso, así que estuve tres semanas solo con las cajas puestas un poco adrede para adquirir el sentimiento de no tener nevera, lavaplatos, internet... Intenté llevar el personaje a mi realidad.
Hace unos días dijiste sentir el Síndrome del impostor cada vez que encaras un proyecto. ¿Esta preparación tan intensa que realizas para cada personaje nace de una necesidad extrema por sentir que llegas preparado al set de rodaje?
Esto también me ha pasado con personajes con los que, a lo mejor, no podía conectar tanto. Yo no tengo las herramientas técnicas que tienen otros compañeros y compañeras de oficio, que pueden no conectar mucho con la historia y tienen sus cuatro técnicas para llorar. Yo, si me meto en un personaje, me meto del todo. Hasta el punto de transformar durante un tiempo mi vida. Por eso intento espaciar los proyectos, para reconectar con lo que había dejado atrás e integrar todos esos cambios a un nuevo yo, por así decirlo. Pero más que con el Síndrome del impostor, que ahí te doy la razón, esto también es por la visión que tengo del oficio, de mimar las cosas. Yo veo el trabajo de actor como el trabajo de carpintero. Por eso no me siento bien cuando hay mucha prisa o no se trabaja bien el conflicto. El esfuerzo, el tiempo y la pura repetición perfeccionan bastante, y me gusta coger un pincel pequeñito y aportar al personaje detalles que sorprendan y te lo acerquen un poco más a ti. Es un trabajo bonito, porque buscas que la gente con algo que no existe. Es como un truco de magia.
Yo veo el trabajo de actor como el trabajo de carpintero. Por eso no me siento bien cuando hay mucha prisa o no se trabaja bien el conflicto
En 'Los herederos de la tierra' interpretas a la versión joven de Hugo Llor, mientras que Yon González se ocupa de la versión adulta. Ambos tenéis un pasado en común en 'Bajo sospecha', que fue tu primera serie. ¿Cómo valoras el camino que has recorrido desde aquella experiencia?
Estoy muy contento. De todos los errores he aprendido mucho, y esto es una maravilla poder decirlo. Y a nivel humano me llevo una lista enorme de personas y experiencia que nunca pensé que viviría. Siempre tengo la sensación de estar en un antro en el que me lo estoy pasando 'teta' y no me echan, pero que si alguien llega y me dice que me tengo que ir, no me voy a quejar. Por eso digo que tengo el Síndrome del impostor, porque la vida me está regalando muchas cosas que nunca pensé que iba a vivir y que son una maravilla. Ahora charlo con gente a la que admiraba y veía por la televisión. Y esto, en una serie como Los herederos de la tierra, en la que participan Yon González, Elena Rivera, Rodolfo Sancho, Michelle Jenner, Bruna Cusí y Abel Folk, con el que he rodado muchísimas secuencias, es un máster a nivel profesional de la vida.
Has hablado de errores. ¿Crees que se podía haber solucionado de otra manera tu marcha de 'Merlí: Sapere Aude'? ¿Sacaste algo en claro de aquella situación?
Una lección que pueda resumir en una sola frase, no. Pero sí aprendí mucho de las relaciones personales y profesionales, de la gestión, el postergar un poco las cosas... En Merlí se juntaron muchos intereses, muchos años de curro, muchos malentendidos y, al final, la gestión fue un poco como pudo ser. Además, este trabajo tiene la responsabilidad de que aparece tu cara. Si tú no te sientes cómodo en otros trabajos te puedes desvincular, pero en la interpretación romper lazos es mucho más doloroso porque están rompiendo la relación con un personaje ficticio que se ha creado. A mí me dolió un poco porque quería que el personaje pudiera tener su espacio, pero creía que no se estaba contando su historia, sino que se le estaba utilizando para otras cosas.
¿Te sentiste comprendido y apoyado cuando tomaste la decisión de dejar la serie?
Por toda la gente que quiero y admiro, sí. La gente que me importa estuvo ahí y sigue estando.
A todo esto, últimamente se ha hablado mucho de la asignatura de Filosofía en la ESO y Bachillerato. Como actor que creció en una serie como 'Merlí', en la que la asignatura de Filosofía era el eje central, ¿qué te parece?
Para mí la pandemia ha sido una metáfora de la importancia de tener una sociedad educada. Creo que una sociedad educada tiene una mayor capacidad de criterio personal a la hora de afrontar una situación tan difícil como ha sido ésta. Y la falta de educación es lo que provoca una mala gestión en contextos de este tipo. Si la sociedad fuese completamente responsable, cada individuo cuidase de su realidad, de su entorno y de lo que le importa, quizá el lugar que le dejaríamos al Estado o al Gobierno sería un reducto porque la gente ya cuidaría de su realidad. Aquí he notado que había normas iguales para todo el mundo, sin mirar las necesidades individuales. Que también te digo, yo no me atrevería a gestionar una pandemia. Pero sí se ha notado esa falta de criterio personal, de esa fuerza a la hora de tomar decisiones, convicciones, orden de prioridades.
Llevándolo a tu propia carrera, ¿tienes claro lo que quieres hacer en el futuro?
Estoy intentando ser bastante cuidadoso con los proyectos que elijo y con la manera de llevarlos a cabo. Para mí una serie significa un compromiso muy grande, entonces trato de coger viajes que sé que puedo disfrutar y que puedo hacer bien.
¿Y el próximo viaje ya está decidido?
El siguiente está por salir, que es La noche más larga, otra serie de Netflix. Un proyecto muy curioso y muy guay.
Trabajar de otras cosas más allá de la interpretación me permite tener una visión más amplia del oficio
Además, has dirigido el último videoclip de La Pegatina. ¿Dirigir ficción es un objetivo para ti?
Me gustaría, pero me vienen muchas preguntas a la cabeza. Por ahora me estoy formando. Trabajar de otras cosas más allá de la interpretación me permite tener una visión más amplia del oficio. Si trabajas en la producción de un rodaje, luego llegas a un rodaje como actor y no te molesta tanto que el catering no esté montado, porque sabes lo que es montar un catering dos horas antes. Y eres más flexible con cualquier error de coordinación porque antes tú también la has cagado organizando un rodaje. En un trabajo como este, en el que estás rodeado de tanta gente, entender lo que hace cada persona te da un punto de vista mucho más completo y real.