Bajo la piel (de látex) de 'El Pingüino' con su creador, Mike Marino: “Colin Farrell es un gran lienzo sobre el que trabajar”
“¡No pises eso! Podría ser Lon Chaney”. Se cuenta que esta frase se hizo popular en los años veinte del siglo pasado en Estados Unidos, para reconocer la capacidad de transformación de quien será, sin lugar a dudas, la gran figura del terror del periodo silente. Poniendo en práctica las técnicas de maquillaje aprendidas durante sus años teatrales, Lon Chaney perfeccionó lo que denominó como la “caracterización extrema”: véanse ejemplos como el de El fantasma de la ópera, para cuya composición se introdujo varillas en el interior de la nariz para cambiar las facciones de su rostro; o el de La casa del horror, de la que se conservan solo remiendos del metraje, y donde empleó unos aros de alambre para modificar la expresión de sus ojos. El proceso de preparación de estos maquillajes era, eso sí, un secreto guardado para sí mismo, solitario e introvertido como era el “hombre de las mil caras”.
El tiempo nos ha permitido descubrir esos secretos, según avanzaban las técnicas que pioneros como el propio Chaney o Jack Pierce, responsable del icónico maquillaje de Boris Karloff en Frankenstein, diseñaron. Antes incluso de que el mercado del DVD permitiera mostrar la antesala de películas con minuciosos documentales, Tom Savini, gurú de los efectos especiales de maquillaje en tiempos del splatter ochentero, ya apareció en el late show de David Letterman a mitad de los ochenta ilustrando al público en las posibilidades del poliuretano y el látex. Una idea resumía su filosofía, tal y como acostumbra a contar: “¿Qué necesito ver para que me haga creer que lo que veo está pasando de verdad?”.
Savini siempre ha manifestado su deuda con Dick Smith, el “padrino” del maquillaje cinematográfico tal y como lo conocemos hoy en día, y quien se caracterizó en vida por compartir conocimientos. Responsabilidad suya es la caracterización demoníaca de Linda Blair en El exorcista, pero también el envejecimiento de Max Von Sydow, que apenas superaba la cuarentena cuando encarnó al ajado Padre Merrin; no hacía falta más que ver al actor en su senectud para certificar la certitud de aquel maquillaje. La herencia de esa escuela se observa en el trabajo de Mike Marino, al que ahora se le debe otra de esas caracterizaciones extremas: la de Colin Farrell como Oswald Cobblepot en The Batman.
Inspirado desde adolescente por el trabajo de Smith, quien se convirtió en primer mentor con 18 años, Marino comenzó a trabajar a finales de los noventa en los departamentos de maquillaje, subiendo escalones en la industria hasta introducirse definitivamente en el círculo profesional de otra leyenda, el siete veces ganador del Oscar Rick Baker, en Encantada y Men in Black 3. Durante la pasada década, como impulsada por esos mismos émbolos usados por Baker para sus más gloriosas transformaciones, la carrera de Marino ha alcanzado los más altos estadios con su empresa, Prostethics Renaissance, con la que ha colaborado con luminarias tan heterogéneas como Martin Scorsese, Darren Aronofsky y The Weeknd; con la que ha terminado por coger el relevo de su maestro al asumir la responsabilidad del maquillaje de El rey de Zamunda, secuela de El príncipe de Zamunda en la que trajo de nuevo a la vida a los múltiples personajes interpretados por Eddie Murphy y Arsenio Hall en 1988.
Ese trabajo le granjeó su primera nominación al Oscar. La segunda llegó con The Batman, donde diseñó el maquillaje que cambió por completo el aspecto de un Farrell que no se ha cansado de atribuir la responsabilidad de Marino en el personaje. Un personaje que ahora toma protagonismo total en El Pingüino, spin-off del largometraje que da peso al catálogo de Max. Era obligado que, en esas circunstancias, Marino tuviera también relevancia en la promoción, máxime teniendo en cuenta su amplia experiencia dentro de producciones de HBO a las que se ha encargado de dotar de nuevas cotas de realidad, creando nueva vida y nueva carne a partir del látex en Boardwalk Empire, True Detective o The Idol. Con él, descubrimos el proceso de creación de El Pingüino, un trabajo de unas tres horas durante el rodaje del filme, que se llegaron a reducir a dos y media cuando el proceso se fue aligerando, y también desvelamos los secretos de un buen maquillaje. Es decir, qué hacer para que los espectadores estemos convencidos de que lo que vemos es real. Una pista: “El maquillaje es algo en lo que solo puedes añadir”, nos cuenta Marino, el hombre detrás de los nuevos hombres de mil caras.
El trabajo del maquillaje protésico de lució Colin Farrell en 'The Batman' era impresionante, puesto que uno no podía reconocerlo a primera vista, y sin duda le ayudó a desaparecer dentro del personaje de Oswald. En eso tienes plena responsabilidad. Ahora que ambos repetís en 'El Pingüino', ¿cuál ha sido el mayor desafío de replicar un maquillaje tan elaborado?
Es todo un desafío. Colin Farrell tiene una cara muy particular. Podrías reconocerle en cualquier lugar. Cualquier estrella tiene una apariencia y una cara muy concretas, y él es una de esas estrellas. Hay ciertas cosas de una persona que pueden destacar, así que tengo que pensar casi como un dibujante de caricaturas. ¿Qué facciones son las que hacen a una persona ser y lucir de esa manera? ¿Cómo lo hago? ¿Exagero esos atributos o los elimino? Colin es un gran lienzo sobre el que trabajar. Tiene unas proporciones estupendas para hacer un maquillaje: una nariz pequeña para poder añadir cosas... Porque el maquillaje es algo en lo que solo puedes añadir. Sin que haya un efecto visual, no puedes borrar una nariz. Puedes si lo haces digitalmente. Trabajamos de manera muy práctica, en situaciones de la vida real, de tal forma que diseñamos aditamentos que aplicaremos en la cara y en la piel. Solo puedes añadir, por lo que tienes que alcanzar un equilibrio activo.
¿Qué áreas de Colin Farrell quería dejar al aire? Las zonas de expresión, como la frente. ¿Puedo salirme con la mía y añadir pequeños elementos para exagerarla o hacer algo con un componente más temático que sea necesario? Para explicarlo, un buen ejemplo son las cejas de Colin. Las cubrimos y las escondimos y cambiamos su forma, con lo que le aportábamos un aire más siniestro, más agresivo. Encontré una fotografía de un pingüino y me fijé en sus cejas y la forma de su cráneo, y las usé como inspiración para la forma. Puse facciones propias de un pingüino a un nivel subliminal. La nariz tiene forma de pico, sobre todo en las fosas nasales. Son cosas muy sutiles que van sumando progresivamente y transforman la apariencia de alguien y su personalidad. Oz como personaje es tan diferente de Colin como persona que experimentas y creas capas para darle una funcionalidad a la forma de la cara. Mi equipo y yo hemos intentado hacer eso. El guion de Matt Reeves para la película, The Batman, y Lauren LeFranc y su equipo de guionistas [en la serie] profundizan mucho en quién es el personaje, y hemos tratado de cambiarlo lo suficiente para que Colin encaje en ese mundo.
¿Cómo abordaste el trabajo para 'El Pingüino', teniendo en cuenta esa experiencia anterior? ¿Había detalles específicos que quisieras mejorar o corregir?
¡Siempre! Siempre tratamos de mejorar. Sobre todo en el color, en la flacidez y aspectos técnicos. Hacíamos moldes en el estudio, trabajábamos inyectándoles la silicona y hacíamos pruebas para ver cómo podíamos mejorar. Hay miles de pasos por los que hay pasar para cambiar a alguien a este nivel de realidad. Cada textura, cada molde, cada spray que usábamos... Hay tantas capas. Con el filme teníamos un punto de partida, había una experimentación ahí que funcionó. Cogimos algo que funcionó y vimos cómo lo podíamos mejorar para que luciese mejor en cámara, para que el maquillaje fuera más funcional. Constantemente hacíamos ajustes y retoques en los colores y en la esponjosidad de la goma, en la del traje corporal... Fueron muchísimas alteraciones que nos llevaron a alcanzar un nivel más realista.
Colin aprecia mucho lo que he aportado, porque le permitió liberarse y no ser quien es, y abrazar a Oz
Colin Farrell se encargó de que tu nombre resonase durante toda la promoción de la película, señalando tu responsabilidad sobre la creación del personaje. No es tan habitual que una estrella reconozca así esta clase de labores tras la cámara, al menos fuera de círculos más especializados como los del terror donde los maquilladores sí gozan de protagonismo y seguimiento. ¿Qué supuso para ti adquirir esa notoriedad a nivel mediático?
Colin es único. Tiene una personalidad muy especial. Nos hemos hecho muy amigos... ¡Creo que le caigo bien al menos! Pero somos muy amigos y él es un gran artista, y por eso apreciamos el arte de cada uno. Le gustan mucho las películas, los efectos especiales; a mí obviamente me encantan los efectos, pero también todos esos actores del pasado... Tenemos muchas cosas en común. Creo que aprecia mucho lo que he aportado, porque le permitió liberarse y no ser quien es y abrazar a Oz. Eso ha abierto la puerta a sus habilidades y a su percepción de cómo hablar y reaccionar a las cosas en un guion. Nos respetamos y me siento muy honrado de que me mencione y alabe tanto en sus entrevistas. Es un honor. No estoy seguro de que, más allá de las colaboraciones de Eddie Murphy y Rick Baker en El profesor chiflado y siguientes películas, eso mismo haya pasado antes. Colin vive en un mundo muy artístico, tanto a nivel vital como mental. Es un verdadero artista, y yo me siento así también. Y hablando de España, tenéis muchos grandes artistas, como Velázquez y Goya. Hay una forma de sentir, una pasión por vivir como un artista, y eso lo valoramos el uno del otro. Le estoy muy agradecido.
Teniendo en cuenta que el maquillaje de Oswald en 'The Batman' estaba alrededor de las tres horas, ¿cómo fue esta vez el flujo de trabajo? ¿Afectaba el hecho de trabajar en televisión, con sus propios ritmos, para tener más restricciones de tiempo?
Oh, sí. Hay un límite de cosas que puedes llegar a hacer en un tiempo determinado. Los productores, Bill [Carraro], Daniel [Pipski] y HBO, nos dejaron tener el tiempo que necesitábamos, y lo orquestamos todos con ellos. Entre todos nos coordinábamos de cara al plan para que todo saliera. Teníamos que dejar a Colin tiempo para que su piel descansara, para que hubiera un día de descanso entre jornadas de rodaje. Trabajábamos de tres a cuatro días por semanas, realmente nunca fueron cinco, porque teníamos que evitar que la piel se le irritara y para ello había que dejar descanso. Todo lo orquestamos con un gran equipo de producción. Todo el mundo entendió las necesidades y eso siempre ayuda. Quieres preservar a Colin como actor y como persona, no quieres extenuarlo y que se consuma. En la película, era diferente, porque dado todo lo que estaba pasando cuando rodábamos, en 2020 y 2021, teníamos que esperar muchísimo y por lo tanto siempre estábamos listos. Pero aquí siempre le tenían que estar esperando. Es la estrella de la serie. Todo se tuvo que organizar muy bien, porque no solo era la parte artística, era la producción entera. Al ser comprensivos con lo que requería algo tan grande como esto, fue genial. Tuvimos tiempo suficiente y pudimos contar con la gente adecuada y con los profesionales cualificados que necesitábamos en mi equipo. Todo funcionó a la perfección.
HBO ha roto moldes tanto en lo artístico como a nivel técnico. El estándar de las producciones sigue siendo muy alto
Me gustaría hablar algo más sobre las diferencias en esos flujos de trabajo entre el cine y la televisión, medio en el que tienes sobrada experiencia. ¿Cuáles son las diferencias principales que percibes al trabajar en televisión, en términos de tiempos de rodaje, preparación y también de libertad para poner en marcha trabajos tan radicales como este maquillaje de El Pingüino?
Es un desafío. Es difícil, porque los presupuestos son siempre más reducidos, siempre hay limitaciones en determinados aspectos. De todos modos, no diferencio entre una serie y una película. La serie es muy cercana a la fotografía que diseñó Greig [Fraser, director de fotografía] para la película, así que hay una colorimetría y juegos de colores similares. Puede que no sea tan elaborado, porque vamos mucho más rápido, pero se mezcla con el look de la película, y ese era el objetivo. Teníamos muchos más días de rodajes para el personaje de Oz y muchos más desafíos al estar más tiempo en plano, por lo que era más duro para nosotros mantener y preservar la apariencia. Pero aquí no creo que pueda haber sensación de que es una serie de televisión. A nivel técnico, es como hacer una película de ocho horas. Las jornadas de rodaje eran igual de largas, por ejemplo.
Pero sí percibo diferencias entre esta y otras series, y están principalmente en el tono. Por ejemplo, en términos de dirección y producción, la manera de iluminar algo así podría ser muy diferente, o haber querido potenciar más lo cómico o hacerlo más ligero. Hay que adaptarse y ajustarse a nuestras capacidades al crear algo falso, tenemos que asegurarnos de que la iluminación sea la correcta. Es como hacer un truco de magia.
Dentro de la televisión, tienes amplia experiencia en producciones para HBO, desde los tiempos de 'Boardwalk Empire' hasta 'El Pingüino'. En tu experiencia, ¿sientes que sus estándares de producción siguen siendo tan altos, sobre todo en esta competida nueva era del streaming?
Sí, me encanta todo lo que ponen en marcha. He hecho con ellos también True Detective 3, donde hicimos los maquillaje de envejecimiento para Mahershala Ali y Stephen Dorff; y en The Staircase, de Antonio Campos, hicimos unos cadáveres muy elaborados. Han roto moldes con esos proyectos, tanto en lo artístico como a nivel técnico. El estándar de las producciones de HBO sigue siendo muy alto. Siempre ha sido así desde los tiempos en que hacían cosas como Historias de la cripta. Siempre han tenido unos niveles muy altos de arte, tienen un gran grupo de productores y creadores.
¿Dirías que 'El Pingüino' ha sido el trabajo más complejo que habéis hecho en Prosthetic Renaissance hasta la fecha? Pensando por ejemplo en 'El rey de Zamunda', recrear y envejecer todos los personajes ya creados por Rick Baker también parece un desafío de lo más complicado...
¡Sí que lo fue! Antes de hacer El rey de Zamunda llamé a Rick Baker y le pregunté si le parecía bien que la hiciera, porque esos maquillajes son sagrados. Me dio su bendición, me dijo que lo hiciera y acepté el trabajo. Pero ahí no creé los diseños originales, tenía que adaptarme y envejecer esos diseños de Rick Baker para El príncipe de Zamunda. Este es un trabajo original de mi estudio, que ha llevado muchas horas, y puedo por tanto atribuirme el crédito por ello, porque lo hemos inventado mi equipo y yo, hemos creado el look. Es muy especial para mí. Es muy complicado, tanto como los maquillajes que hicimos para Eddie Murphy y otros que hayamos hecho en el pasado. Todos han sido complejos, pero este es muy complejo. Probablemente, es el más complejo que hayamos hecho. Si ves el episodio uno, y ves lo que pasa, y ves más de su cuerpo... Eso es probablemente lo más difícil que hemos llegado a hacer.
'El Pingüino' es la segunda producción ambientada en la aproximación de Matt Reeves a Batman. A la espera de 'The Batman 2', y sin conocer qué planes creativos pueda haber... ¿Hay algún otro personaje de los comics que te gustaría recrear? No sé si incluso tienes alguna idea en mente...
¡Oh, sí! ¡Hay muchísimos personajes geniales! Me encantan Man-bat o Fango... Hay muchas versiones distintas de esos personajes y de lo cómo podrían ser. Podrían hacerse unos maquillajes chulísimos con ellos. También están Dos Caras y el Joker... Pero hay mucho margen para explorar otros personajes, para meter las garras en ellos y explorar, cosa que me encantaría. Sobre todo en cuestión de maquillaje, porque creo que podemos hacer muchas cosas con el maquillaje ahora, y hacer que brillen los efectos prácticos. También combinando con los efectos digitales, claro, pero hay algo tangible y real en los efectos prácticos que es diferente a cualquier otro efecto. Matt Reeves es responsable de haber hecho personajes digitales alucinantes, pero creo que hay mucho margen para el maquillaje y los efectos protésicos. Creo que todos podemos ayudarnos mutuamente para mejorar y elevar nuestro arte.