Salvados estrena este domingo la segunda parte de su decimoséptima temporada, la quinta con Gonzo al frente desde que en 2019 tomase el relevo de Jordi Évole, que sigue siendo el productor del emblemático formato de laSexta a través de su compañía Producciones del Barrio. Y aunque resulte manido, va a ser un regreso histórico.
Histórico porque, por primera vez, su conductor se convierte en protagonista para rodearse de amigos y excompañeros del colegio, de exprofesores, e incluso de sus padres para contar en primera persona lo que él vivió. La entrega se titula Jesuitas 87, y en ella Fernando, como también por primera vez vemos que le llama una antigua profesora y sus padres, acude a su colegio para hablar de los abusos y el maltrato que ejercían los profesores y curas.
En esta entrevista, el periodista nos explica el proceso que le llevó a convencerse de que tenía que contar su historia y “superar un miedo”, sabiendo que tenía que prepararse por el “torbellino emocional” que supondría, y ahora desea cumplir su objetivo: “Lo que pretende esta historia, que es la nuestra, es que sea la de todos aquellos que tuvieron que convivir con estas situaciones”. El reportaje relata duros abusos y agresiones, ante los que reflexiona sobre el pasado y también el presente: “La parte difícil del trabajo está hecha, que es empezar a hablar”.
Gonzo, que reconoce y agradece la parte “sanadora” que ha supuesto este reportaje, avanza también otros focos en los que Salvados se centrará en esta temporada “mucho más cercana y personal”: “Queremos contarlo de forma que la gente en su casa pueda sentirse interpelada”.
Este Salvados empieza con Gonzo hablando a cámara y explicando por qué es tan especial a nivel personal. Antes de que pueda verse: ¿Por qué?
Claro que es especial para mí, porque es la primera vez que cuento una historia de la que yo formo parte. Ya no solo como protagonista, formo parte porque es algo que viví, y eso no es habitual. Como además eso que viví implica a otras personas que forman parte de mi vida, amigos, familiares, profesores... levantar el teléfono para pedir participar en este programa fue más difícil todavía, porque sé que hay un compromiso de la gente, que te va a decir que sí aunque realmente no quiera.
¿Te ha costado “aceptar” ese protagonismo, aunque sea en parte?
Decidirme a hacerlo fue un proceso muy muy largo. Empieza cuando te das cuenta, al salir del colegio, que lo que has vivido allí no era normal. Cuando tú lo cuentas a compañeros de facultad y ves las reacciones, dices: hostias, a lo mejor esto no era lo normal, aunque yo lo haya normalizado. Cuando años después empiezas a ver que se destapan abusos sexuales en la Iglesia, dices: claro que pasó, porque lo viví, porque lo vi. Yo incluso he hecho entrevistas a víctimas de abusos sexuales en la Iglesia, y a mí lo que me contaban me sonaba totalmente, funcionaban igual en todos sitios. Pero no me decidía al “ya que yo lo viví, voy a contarlo”.
¿Y qué fue clave para convencerse?
La cuestión definitiva es cuando aparece la información de El País, y ahí veo mi colegio. Y veo años en los que yo estudié, y reconozco perfectamente las iniciales, y sé por qué están ahí, y sé lo que hicieron. Ahí es cuando me doy cuenta de que mi colegio forma parte de una historia que están contando otros. Pero aún así, yo en ese momento no quería hacerlo. Empiezan siendo mis compañeros de equipo los que me dicen que esto es una historia que contada por mí, en primera persona, tiene otro alcance. Me hicieron ver que dispongo de un altavoz como es Salvados, me apoyaron, me incidieron en que ya sabía que lo íbamos a cuidar y a tratar de forma especial. Y aún así no quería hacerlo.
Tenía que prepararme emocionalmente para hacerlo, y empecé a visitar a una profesional
¿Entonces, fueron los excompañeros de colegio?
Empecé a hablar con los compañeros, que siguen siendo amigos, del colegio. Se lo cuento, y todos me dicen: hostia Gonzo, pues claro que sí. Es que tienes que hacerlo, cuenta con nosotros, vamos allá. Entonces te preguntas: ¿Soy el único que está diciendo que no? Vuelvo a leer esa pieza de El País, y leo la historia de Fernando. Y veo que habla de un profesor que yo tuve. Y pensé: si alguien como Fernando, que es anónimo, que pasó por algo muchísimo más grave que lo que yo tuve que pasar, se atreve a contarlo, ¿cómo voy yo a acojonarme?
¿Hacerlo ha requerido de una preparación especial?
El siguiente paso, una vez convencido, fue saber que si lo hacía iba a ser un torbellino emocional para mí. Tenía que prepararme emocionalmente para hacerlo, y empecé a visitar a una profesional, que entre otras cosas me comentaba estas historias. Y ese refuerzo de amigos, de familia, de compañeros de colegio, de compañeros de trabajo, y de una profesional; pues llegó un momento que mi cabeza estaba en el momento perfecto y dije: venga, estoy preparado, vamos a hacerlo. Y simplemente esa decisión ya fue en cierto modo sanadora, porque lo que hice fue superar un miedo, que es de las mejores cosas que uno puede hacer en la vida. Un miedo que me estaba impidiendo hacer algo. Y una vez hecho, sólo puedo agradecer a todos los que me animaron, porque estoy muy orgulloso de haberlo hecho, y me ha sentado muy bien.
¿Y a la cadena, hubo que convencerles? ¿Hubo dudas por el contenido?
Ningún problema, está avisado desde hace meses. Nos preguntaron cómo lo íbamos a hacer, y perfecto. Es un programa más, y de hecho lo que recibí fueron mensajes de 'qué bien, qué valentía, y es la forma más distinta de contarlo en televisión que se ha visto'. Así que con cadena, como es habitual, sólo piden saber de qué va, quién va a hablar y qué se cuenta. Pero siempre dando vía libre.
¿Y con tus padres? Era como una entrevista para comprender tu propio pasado....
Es distinto, claro. Pero son mis padres. La respuesta fue: Fernandiño, o Gonziño, como me llaman ellos, ¿tú quieres hacerlo? Sí. ¿Necesitas que estemos ahí? Sí, yo creo que va a ayudarme. ¿A ti te viene bien? Sí, me viene bien. ¿Pues cómo no lo vamos a hacer? En ese sentido fue también muy fácil, y ellos sabían de lo que íbamos y no íbamos a hablar, y no se han cortado. Tampoco lo llamaría “entrevista”, creo que nunca podría entrevistar a mis padres [ríe]. Era una conversación, pero con una temática concreta, y con seis tipos por la casa con micrófonos, luces y cámaras... una conversación un poco extraña, pero conversación al final y al cabo.
Era una forma de educar. Estaba institucionalizado
Cuando se habla de abusos en la Iglesia las noticias se suelen centrar en uno o dos colegios determinados, como si se tratase de algo puntual. Pero en este programa te presentas, junto a tus compañeros, casi como “un caso más”. ¿Debe servir como ejemplo de lo normalizado que estaba en la época, como ya ficcionó 'La mala educación' de Almodóvar? ¿Te ha llegado algún retorno en ese sentido de los que pasaron su etapa escolar en los 80?
Yo creo que ya todo el mundo da por hecho que estos abusos físicos y sexuales no pasaban sólo en un colegio, y que incluso no pasaban sólo en colegios religiosos. A mí me ha flipado la cantidad de gente que a través de redes sociales nos ha escrito para decirnos que vivieron eso en uno u otro colegio, público o no, con esta profesora... es que era una forma de educar. Estaba institucionalizado. Y el contexto también es importante.
¿Por lo generacional?
Los que como yo empezamos la educación obligatoria en el año 80-81, nacimos en el 76, cuando nuestros padres y profesores son gente educada y crecida durante una dictadura donde además esa forma de tener autoridad se aplicaba en las casas. Y se aplicaba en los colegios. Mucho más en los religiosos, que eran parte del sistema de la dictadura. Nosotros nos comimos ese cambio generacional. Somos niños que mamamos otras cosas, no tanto en casa, pero sí en la calle, en la radio, en la televisión... por suerte no vivimos en ese mundo en blanco y negro en el que vivieron nuestros padres y profesores. Y no todos supieron dar ese paso, hacer esa transición social a otra forma de verlo. Y nos lo comimos con patatas, porque teníamos profesores que a parte de ser curas tenían 60 años a lo mejor, y esa gente estaba educada así, habían sido profesores durante décadas de esa manera, y que llegasen unos niños nuevos nacidos en democracia no les hizo cambiar. Eso fue una norma general en todo el país, y lo que pretende esta historia, que es la nuestra, es que sea la de todos aquellos que tuvieron que convivir con estas situaciones.
En este caso, ¿alguien fue, o ha sido, castigado o condenado? ¿La institución ha asumido culpa y pedido disculpas?
En el programa nos enteramos, y la gente sabrá, qué fue lo que pasó con el jesuita que abusó sexualmente de un compañero mío de clase. Un compañero que llegó directo a clase del abuso, con restos del abuso en sus manos. Yo pregunto por ese jesuita en concreto, y nos cuentan qué pasó con él. A algunos los castigaron, los expulsaron, pero a la mayoría les protegieron. A la mayoría les regalaron más carne fresca, sacándolos de un colegio y llevándolos a otro, con el expediente limpio, sin que nadie supiera lo que habían hecho, y dejándoles delante de otras 200 ó 500 potenciales víctimas.
A la mayoría les protegieron, les regalaron más carne fresca
Justo ahora es noticia el párroco que abusó de mujeres a las que drogaba y cuya diócesis, pese a conocer los hechos, se limitó a cambiarlo de parroquia. ¿Queda mucho trabajo para desterrar esta educación compartida por una generación, basada en el abuso y el maltrato?
La parte difícil del trabajo está hecha, que es empezar a hablar. Cuando se ha empezado a hablar, no han sido pocos los que han recogido ese cable y han contado su historia. Y hoy en día, a nadie se le ocurre que en un colegio se pegue por norma. Si un profesor le pega a un niño, automáticamente tiene una denuncia y está fuera. Eso es un avance fundamental. En cuanto a los abusos sexuales, trasciende si eres cura o no, si eres profesor o no. Para mí es una enfermedad con la que nacen bastantes hombres, y el problema es conseguir que no estén cerca de los jóvenes. Pero abusos sexuales va a seguir habiendo mientras siga habiendo personas en este mundo. Lo suyo es que la cultura social sea cada vez menos permisiva con estos comportamientos.
Esto que aquí nos hace llevarnos las manos a la cabeza, como en ese caso del párroco, en otros países es lo habitual. La primera persona que abusa de un niño o una niña suele ser alguien de la familia, a lo mejor el padre, o el padrastro, o un amigo del padre. Esto pasa a diario en no pocos países del mundo. Y ese es el trabajo que queda por hacer. Nosotros vivimos donde vivimos, y ya nadie excusa esos comportamientos, de hecho a la Iglesia le está costando muy caro, no creo que no haya relación entre la afloración de los casos de abusos sexuales en la Iglesia, con el bajón que está pegando de fieles y de gente que sigue pensando que es una institución válida o que puede ser un referente. Ese trabajo está hecho, y lo que queda es que cada caso siga teniendo la trascendencia que tiene, y siga provocando la reacción mayoritaria de la sociedad, de estupefacción y de condena.
¿Esperas que este 'Salvados' pueda tener repercusión en ese sentido?
A mí me gustaría que la repercusión que tenga sea, sobre todo, en gente que cuando lo vea diga: hostias, por fin veo en televisión la historia que yo, o mi amigo, hemos pasado. Simplemente esa sensación de “no he vivido una realidad que está oculta”. Eso es muy sanador para la gente que ha sido víctima o ha convivido con ello, como nuestro caso. Y luego, me gustaría que tuviera repercusión entre familias que lo vean y se den cuenta y les sirva para hablar con sus hijos, y para reforzarles la autoestima. Que sepan cuál es su integridad, y hasta qué punto se le puede permitir a alguien que respete tu privacidad. Yo lo he hecho con mis hijos. Esto es un caso práctico, poder decir: no permitáis que nadie nunca os insulte, os grite, os pegue. Para eso hacemos estas cosas, para que se sepan, se cuenten, que no vuelvan a pasar, y que las familias y los niños se mentalicen de que hay cosas que no se pueden permitir. Y una de ellas es que te menosprecien como persona, da igual tengas 5 años o 50.
Jordi Évole (que es el productor) tiene, o ha tenido, vía directa con el Papa. ¿Te gustaría que viera este 'Salvados'?
Pues... [ríe] eso no lo había pensado hasta ahora. No lo sé... Hombre, si lo ve y lo retuitea en sus redes, pues estaría guay, así lo ve más gente. Pero por el hecho de que lo vea él solo, no. Yo creo que el Papa Francisco es muy consciente de todos estos abusos sexuales, y ha tomado decisiones que ningún otro Papa ha tomado. Me gustaría que lo vea cuanta más gente mejor, y si entre ellos está el Papa, pues mira, bienvenido sea. Pero repito: siempre y cuando se hiciese eco, porque cuando hacemos estos programas es porque estamos convencidos de que tienen cierta utilidad.
¿Es el comienzo de una línea más “personal” de 'Salvados', o es algo puntual?
No, no, puntual... [ríe]. No vamos a hacer más así, estoy servido para bastante tiempo con esto de desnudarme personalmente. Lo que sí es la forma de acercarnos a las historias. Esta es una temporada donde tanto mi posición como narrador, como la de las cámaras, es mucho más cercana y personal. Intentamos estar a la altura de las historias que contamos, no como alguien que llega para que le cuenten algo y él transmitirlo. Buscamos algo más, acercamos a historias y cuestiones que están en el día a día de lo que se habla en este país, pero no lo hacemos sobrevolando. Queremos contarlo de forma que la gente en su casa pueda sentirse interpelada.
¿Qué ejemplos de ello vamos a ver esta temporada?
Por ejemplo tenemos un tema de la siniestralidad laboral. En nuestro país el año pasado murieron más de 800 personas currando, esto es una burrada. ¿Qué pasa para que alguien fallezca en el trabajo? ¿Qué tipo de trabajo era, qué necesidad tenía de aceptarlo? Esa es la perspectiva: el contexto humano de historias que suceden cada día en nuestro país, pero llegan a los medios como algo que contar en un minuto y medio, con una visión general pero faltando el contexto humano.
Otro de los temas, no puedo concretar cuál, nos vamos a un lugar que parece idílico pero que, cuando llegas, ves que conviven dos tipos de mundos y sociedades que lejos de poder entenderse se llevan a matar, y cualquier levantamiento que haya les sirve para lanzarse los trastos unos a otros, y cómo cuando pasa eso siempre viene la política a aprovecharse.
Y tal y como está la situación política, es inevitable que hagamos programas sobre lo que está pasando, intentamos tener a los protagonistas. Es más fácil tenerlos en campaña electoral que cuando ya no necesitan recabar votos, pero ahí estamos dale que te pego para tener a protagonistas de la actualidad en esta temporada. Y también el que para mí es el movimiento social más importante de este año, que es las consecuencias del movimiento #SeAcabó. Lo que pasó en la selección está contado y se sabe, pero como siempre es la punta del iceberg de algo más, es representativo de una realidad que es mucho más amplia.