La fría acogida de la audiencia a 45 Revoluciones, la nueva y gran apuesta de ficción de Antena 3 y Bambú Producciones para esta temporada, ha sorprendido a todos. Presentada como una serie “única” con “una apuesta estilística muy diferente”, esta producción ambientada en el nacimiento del pop-rock español de los años 60 ha cumplido su promesa sin conseguir el respaldo del público en sus dos primeras emisiones.
El 10.1% de cuota cosechado en su debut le ha colocado la poco honorífica etiqueta de ser el peor estreno de una serie para cadena y productora. Un dato que en su segundo capítulo ha bajado hasta un preocupante 7.1% de share.
Unas horas antes de la emisión de esta segunda entrega, Ramón Campos, creador y productor de 45 Revoluciones, valoró en una entrevista para Vertele la llegada de su proyecto a la parrilla. “Estamos muy sorprendidos y desconcertados por el dato, por la curva, por la repercusión que ha tenido. No era algo que esperásemos”, lamenta el responsable de Bambú Producciones. “Sabíamos que era una apuesta arriesgada, una forma de contar diferente, un ritmo narrativo mucho más rápido y con actores que a priori no son tan conocidos, pero creemos que es un camino que hay que seguir explorando. No cambiaría ni una coma de lo que hemos hecho en 45 Revoluciones”, añade.
Preguntado por sus expectativas de revertir a los datos de audiencia de su serie, Campos asegura que “es difícil revertir una serie. Casi ninguna serie remonta un dato de un primer capítulo, habitualmente o se estanca o baja. Es complicado, no es algo que creamos”.
¿Por qué el público no se ha asomado a '45 Revoluciones'?
Resulta igualmente complicado detectar las razones del tropiezo de una ficción que supone un paso adelante y que ha recibido críticas positivas. No obstante, el propio Campos da la que posiblemente sea una de las claves: el ritmo narrativo.
La “revoluciones” de las que habla el mismo título de la serie se reflejan a la perfección en un capítulo piloto cuyo ritmo resulta excesivamente frenético, especialmente en su primera parte. Los diálogos casi atropellados de los personajes y sus paseos al trote se ven potenciados por unos recursos y movimientos de cámara que llegan a cansar a un espectador que, pasadas las once de la noche, es probable que busque otro tipo de relato.
45 Revoluciones es, efectivamente, una apuesta que no habíamos visto hasta ahora y a la que la audiencia en abierto ni está acostumbrada ni parece dispuesta a acostumbrarse, al menos por el momento. Caso aparte si hablamos de consumo en diferido y de plataformas, donde se da cita un tipo de espectador que busca y exige frescura.
¿Es posible una segunda vida?
Es ahí donde la serie protagonizada por Carlos Cuevas, Guiomar Puerta e Iván Marcos puede encontrar su sitio, como ya han hecho otras series como la premiada La casa de papel: “Si no hay finalmente hueco en el abierto y no remonta los datos, creo que sí va a viajar de una manera muy especial”, apunta Ramón Campos. “Me decía hace poco Álex Pina [creador de la mencionada ficción, ahora en Netflix] que ha empezado a creer en segundas vidas. Quizás hay que empezar a creer en segundas vidas y lo que no tiene hueco en abierto en España sí lo tiene por ahí, en las plataformas”, añade el productor.
Campos confía, y lo hace con motivos. 45 Revoluciones tiene los ingredientes para gustar al espectador que no se conforma con el tipo de relato de siempre. Es una historia atractiva, con el componente musical muy presente y cuidado, con tintes históricos, tono de denuncia y con una duración, 50 minutos, que siempre se agradece.
Además, los rostros poco conocidos de su reparto principal que pueden llegar a ser un hándicap en abierto, no lo son en las plataformas. Carlos Cuevas, que ha adquirido popularidad entre la gente joven debido especialmente al viaje de Merlí en Netflix, se rodea de un elenco que está a la altura y que aporta la frescura y novedad que tanto se pide.
Habrá que esperar para ver cómo evoluciona su trayectoria en abierto, si Antena 3 mantiene su confianza en ella, pero 45 Revoluciones trata de dar un paso en un camino del que no hay que desviarse.