Crítica Vertele

Who is America? La loca serie en la que Sacha Baron Cohen ahoga a los políticos en sus propias miserias

Who is America? La puesta en evidencia de la sociedad estadounidense (y quizás alguna más)

Laura García Higueras

Convencer a un activista en favor de las armas para grabar un spot sobre distintos tipos de modelos de pistolas para niños adornadas con peluches; lograr que una galerista de arte valore como tal obras que un supuesto exconvicto ha realizado con su semen y excrementos; conseguir que un exvicepresidente deje su autógrafo en un kit de ahogamiento o que un congresista enseñe el culo para intimidar supuestamente a terroristas yihadistas. ¿Premisas de una película de ficción? ¿Sketches de una comedia televisiva? ¿Una exageración para mostrar a dónde podría llegar la sociedad norteamericana? Ninguna de las tres.

Los ejemplos citados nutren los episodios de Who is America?, la serie con la que Sacha Baron Cohen lleva tres semanas despertando la polémica en Estados Unidos y poniendo en evidencia a todos los invitados y todo lo que éstos representan. Como ya haría hace más de quince años en su también programa de entrevistas The Ali G Show, el actor se ha disfrazado de distintos y excéntricos personajes con los que consigue sacudir la integridad de cada uno de sus asistentes. El espectador queda atónito y sorprendido cuando cada uno de ellos se convierte en partícipe de este escandaloso espectáculo.

Un retrato en el que la hipocresía y el humor irreverente son las herramientas con las que el hombre detrás de Borat o Brüno trata de responder a la pregunta: ¿Quién es América? Disfrazado con distintas identidades logra que famosos y desconocidos de todo el espectro político y cultural entren al juego y muestren la cara más bochornosa de la población estadounidense. Y en episodios de tan solo media hora.

No es la primera vez que Cohen acude a este tipo de formato de entrevistas para sonrojar y avergonzar a figuras notorias. Entre 2000 y 2004 se metió en la piel del personaje satírico Ali G para reírse de la sociedad. Entonces, cayeron en la trampa el futbolista David Beckam, el senador John McCain, el jugador de la NBA Kobe Bryant o Donald Trump.

Precisamente con la imagen de este último fue con la que comenzó el espectáculo de Who is America? El 4 de julio, día de la fiesta nacional, el actor publicó en Twitter un mensaje en el que el presidente de los Estados Unidos arremetía contra él afirmando lo mucho que le gustaría golpearle en la cara e invitándole a ir “al colegio a aprender a ser divertido”. A continuación, aparecía una cartela anunciando que el británico iba pronto a graduarse en la “Universidad Trump”.

Por supuesto, las reacciones de los implicados no tardaron en llegar. Por mucho que viendo los episodios cueste creer que los personajes lleguen a donde llegan y sean capaces de responder a las verdaderas burradas propuestas por Cohen camuflado, la mayoría no fue consciente en los momentos de grabación, pero sí después.

Una de las primeras en pronunciarse fue la política republicana Sarah Palin que, en su cuenta de Facebook, embistió contra el provocador británico: “Me pillaste, ¿te sientes mejor ahora? Formo parte de la lista de personalidades públicas americanas que han sido víctimas del cruel, atómico y enfermo humor del comediante”. Fue engañada por el actor caracterizado como veterano de guerra, lo que consideró una falta de respeto y un intento burdo de humillación.

“Happy Shooting Kids”

Otro de los que fue consciente de la treta antes de la primera emisión del programa fue el defensor de los derechos de las armas Philip Van Cleave. En su caso, fue entrevistado por un supuesto especialista en antiterrorismo israelí que le convenció para grabar un spot sobre un catálogo de armas para niños adornadas con peluches de animales, como “perrito pistola”. El hilarante vídeo despierta carcajadas culpables y miradas atónitas. En la conversación previa, comentaron la propuesta de armar a los niños en los colegios como solución a la protección con la que ahora los centros no cuentan.

El 20 de febrero de 2018, el afectado alertó en Facebook de que “algo estilo Michael Moore o, aún peor, a lo Sacha Baron Cohen, se estaba produciendo con el fin de ser devastadoramente vergonzoso y humillante para las víctimas”, refiriéndose a los invitados. “Tristemente para mí, estoy seguro de que voy a aparecer en lo que quiera que termine siendo esta loca película como alguien verdaderamente estúpido”.

Con el mismo programa de formación de niños de 4 a 16 años para que sepan usar armas, el israelí habló con el vicepresidente de George W. Bush. Dick Cheney se mostró encantado con la propuesta y reconoció que “hay algunos miembros del Congreso que puede que estén tan receptivos como yo”. En seguida se puso en evidencia al acceder a firmar orgulloso un kit de ahogamiento. Precisamente con él, Cohen dio un paso más en su provocación al inventarse que usó el kit con su mujer para asegurarse de su fidelidad. Esta supuesta esposa fue nexo de un cómplice y detestable estrechamiento de manos entre ambos tras afirmar el israelí que abusó de ella pero “no es violación si es tu mujer, ¿no?”, y se excusó explicando “que se sentía solo en medio de la noche”.

Otro de los que ha ganado notoriedad -pero de la no tan aclamada- es el congresista republicano Jason Spencer, que creyó que podría ahuyentar a terroristas con su culo. Sí, el representante del partido conservador por Georgia apareció sometiéndose a un entrenamiento antiterrorista en el que aprendió improbables tácticas contra ataques islamistas. Una de ellas, bajarse los pantalones y exclamar “si tocas mi trasero te convertirás en homosexual”. Una joya.

También gritó “negrata”, humilló a los chinos y practicó cómo discernir si aquellos que van vestidos con burka son o no peligrosos mediante un palo-selfie. Su aparición ha sido una de las más mediáticas. El 31 de julio, se hará efectiva su dimisión después de haber sido anunciada el pasado miércoles. En un principio se negó, queriendo así completar su mandato que terminaría en noviembre.

En el tercer episodio llegó el turno de abordar la pedofilia y el racismo contra los mexicanos. Para el primer tema, Cohen invitó al candidato republicano al senado Roy Moore, denunciado por abuso sexual, tal y como se advierte en la presentación del personaje. También mediante la caracterización de israelí, le enseñó un detector de pedófilos y violadores, al segregar éstos una enzima que permite identificarlos por el aparato. Al probarlo encima del político, la alarma suena tras varios intentos y Moore termina abandonando la entrevista malhumorado.

Para abordar el racismo contra los habitantes del país vecino, el actor acudió a tres ciudadanos de a pie de unos cincuenta años, a los que entrena para la “Misión de atrapar mexicanos ilegales”. Para ello, deciden emplear el cebo de una fiesta de quinceañeras porque “seguro que quieren ver a jovencitas”. Uno de los tres elegidos interpretará a la cumpleañera, vistiendo una “braga-coño” (inspirada en la Wonder Woman de Gal Gadot), porque para hacer de mujer “hay que sentirse como una”.

Las mujeres, igual de mal paradas

Además de Sarah Palin, hay otras mujeres han sido expuestas en el show. Una de ellas, una galerista de arte que, sorprendentemente, abre sus puertas a un ex convicto que lleva 21 años en la cárcel pintando cuadros con excrementos, sangre y semen suyos y de sus compañeros de celda. De hecho, en el propio encuentro, se va al baño “inspirado” y regresa con un retrato de la representante recién realizado del horno y con amplia tonalidad blanca. Ella lo acepta encantada y, al conocer que el “artista” utiliza un pincel con vello púbico de gente famosa no tarda en ir al baño para arrancarse y darle uno de sus pelos íntimos de mayor calidad.

La segunda gran protagonista es la estrella de reality conocida por su participación en The Bachelor, Corinne Olympios. Esta vez, Cohen se hace pasar por un billonario italiano que quiere convertirla en portada de una revista. Según reveló la implicada en una entrevista en Vanity Fair, se asustó porque le quitaron su teléfono y la separaron de su manager.

Este nerviosismo provocó que accediera a hacer una sesión de fotos delante de un croma que, mediante Photoshop, la llevaría a un campo de trabajo contra el ébola, posando con bikini bajo el mono amarillo que visten los demás trabajadores. Y no sólo eso. Más tarde, durante la entrevista, se inventa que salvó a 6000 personas, evitando una masacre, porque el artífice del atentado era un gran fan del programa de citas. Es cierto que se extrañó diciéndole al millonario que “se van a dar cuenta de que no he estado allí”, pero sucumbió a las palabras tranquilizadoras del italiano de que “nadie va a enterarse” y que “no pasa nada”.

¿Realidad cercana o alejada?

Sentados en nuestros sofás desde España parece que todo lo contado en Who is America? no podría ocurrir aquí. Que quizás en nuestra península no existen personajes tan excéntricos, políticos tan radicales o celebridades tan manipulables y que no se vayan a defender ante el cuestionamiento de su integridad. Pero cabría preguntarse: ¿de verdad está nuestra sociedad tan alejada? ¿Quiénes podrían ser los invitados estrellas de una posible versión ¿Quién es España? ¿Contamos con figuras que se atrevan a desmenuzar sin tapujos ni pelos en la lengua a los invitados representantes de distintos estratos de nuestra población?

Allí ha despertado la polémica y los medios han acudido rápido a señalar el mérito de Cohen para despellejar a quienes han acudido a su silla. Por supuesto, los implicados lo han criticado reconociéndose como víctimas de sus engaños. El visionado hace entrar al espectador en contradicción, porque por un lado las situaciones que se generan son tan surrealistas que a veces la risa es el único arma para continuar sin resistir la tentación de dar al pause para interiorizar las imágenes y discursos aquí recogidos.

Por otro lado, remueve las entrañas y descorazona, porque ninguna de las personas que aparecen en el programa está leyendo un guion ni es obligado a posicionarse a favor o en contra de lo que el presentador propone. Al contrario, todos acuden a defender sus ideales, independientemente de cuáles sean, convencidos de que lo que dicen es la verdad, mostrándose incrédulos ante lo contrario e incluso aliviados cuando es Cohen quien afirma las burradas que ellos comparten y ante las que asienten.

Todavía quedan por delante otros cuatro episodios en los que confiamos que el británico seguirá desmenuzando satíricamente la sociedad norteamericana mediante esta sucesión de despropósitos. Quedamos expectantes, pensantes y planteando interrogantes sobre lo que un formato como este revela de la sociedad a la que apela. La intriga la sustenta la duda, no sólo sobre hasta dónde será Cohen capaz de llegar, sino hasta dónde lo harán sus invitados.

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